I. Introducción.

48 1 1
                                    


Quiero dejar constancia mediante este documento de la vesania que se cierne sobre mi cabeza, y que me obliga a dejar este mi cuerpo. Apoyado en estas líneas y párrafos espero se pueda probar que no padezco enfermedad mental alguna. Asimismo, consta con ello que mi aversión por el sistema de ventilación de la antigua casa de mi abuelo me es abyecta por una miríada de razones que espero, mis nudillos alcancen a plasmar en este papel que apesta a linóleo apolillado. También cabe agregar que maldigo el nombre de mi un día amigo Jonathan Alvin Leicester por haberme abandonado esta deliciosa noche templada de marzo.

Hoy no escucho más chapoteos ni chasquidos extraños, no he visto más manchas de sangre o coágulos musculares dispuestos en las ventilas, y eso me hace temer diez veces más, pues ante mí se halla una copia intacta del tan maldito Grimorio Teratológico, sobre el cual no quise escribir por no alimentar los rumores que ya corrieron en su tiempo por los extraños casos en Terión.

Mi abuelo al parecer era un aficionado a los temas biológicos, y aunque jamás compartí esa cátedra, pues me he graduado hace unos meses como Matemático, lo que me reservó el escepticismo propio de quien ha leído a Descartes y se apoya en los pensamientos nihilistas de Nietzsche. Sin embargo, después de leer esto y ver la evolución que ha ocurrido dentro de mi cuerpo, no me queda más que aceptar que hay elementos fuera de la comprensión lógica y matemática.

No puedo maldecir el nombre de aquel viejo anacrónico, pero sí el mío por haber sido tan ciego y no prestar atención a los detalles que me demostraron lo que tan renegado me vi a aceptar. Pero para ello me quedará tiempo suficiente, y podré asistir los merecimientos de una mente prodigiosa, de un hombre visionario que ha logrado los avances más grandes en las materias metafísicas; unas declaraciones que escandalizaron entonces a los necios hombres de ciencia que también se negaron a dar apertura a tan sólida teoría.

Ese hombre fue mi abuelo.

Ricardo Almanza: InmortalWhere stories live. Discover now