Capítulo XXVI

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Catalina llamó a los hijos de Andrés y a Rodolfo al cual le dijo que prepararía todo para enterrarlo en Zacatlán ya que esa era su última petición, llegó mucha gente, todos buscaban a Catalina en lugar de sentir dolor se sentía contenta e importante, como a las seis de la mañana cuando ya no había mucha gente ella se acercó a ver por última vez a Andrés, le dijo todo lo que durante años se había callado, lo veía feo, recordó los momentos más felices que pasaron juntos, le advertía que no se moriría de tristeza, le reprochaba haberla dejado con todo el borlote del funeral y entierro, después se subió a su recámara, se cambió y dudaba si ir al funeral o no, si vestirse de negro o no, le avisó a Rodolfo que a las demás viudas no se les quitaría nada de lo que ya tenían y que a los demás hijos se les daría lo mismo que a los que habían vivido con ella.

Como a las 9 de la mañana salió la caravana como de cuarenta carros después de la carroza, Catalina se subió a su carro con sus hijos ordenándole a Juan que Rodolfo no se fuera con ellos sin embargo Rodolfo y su secretario terminaron subiéndose al carro de Catalina. Cuando llegaron a Zacatlán  pasaron por la mamá de Andrés a la que la pena la hacía no decir ni una palabra  ni derramar una sola lágrima, mucha gente las veía pasar y los miraban con compasión, pero en el fondo de su mirada se les veía la alegría de que aquel hombre corrupto, asesino y abusador estuviera muerto.

Ya en el momento del entierro hubo como veinte discursos, todos los hijos lloraban, Catalina también pero de pensar en las cosas que podría hacer, en lo que podía decir ya sola, cuando empezó a llover lloraba a carcajadas jugando con la tierra mojada que rodeaba la tumba de Andrés. Divertida con su futuro casi feliz.

Arráncame la vida [Ángeles Mastretta] [Resumen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora