Dos pequeños niños jugaban en un parque sin preocupación alguna. En sus rostros se reflejaba alegría, sus risas eran contagiosas y su pequeña existencia era tan simple que todos los que pasaban por aquel parque sentían envidia.
Uno de los pequeños niños se detuvo en seco provocando que su amigo se estrellara con su espalda y cayera.
—¡Oye! ¿qué te ocurre? —reclamó el niño mientras se levantaba del suelo, caminó para quedar frente a su amigo, iba a continuar con sus quejas, pero se quedó callado al ver la expresión del chico. Sus ojos estaban abiertos de par en par y su rostro reflejaba horror—. ¿Estás bien? —le preguntó muy preocupado.
No recibió respuesta, lo sacudió un poco para intentar sacarlo del transe, pero no funcionó. Ante las acciones del niño, el otro chico levantó lentamente su brazo en dirección a donde estaba mirando; su amigo lo siguió con sus ojos para darse cuenta de lo que ocurría.
Frente a ellos se encontraba un chico de cabello verde y ojos del mismo color, aquel pobre niño estaba bañado en sangre, su ropa, sus zapatos, su rostro, sus manos, ¡Todo! Todo su pequeño cuerpo estaba pintado de rojo.
El peliverde levantó su brazo lentamente, casi sin fuerzas, en dirección a los niños, y estos por su parte salieron corriendo, como almas que se lleva el diablo, gritando con todas sus fuerzas "¡mamá! ¡mamá!". Ante esta reacción el niño bañado en sangre intentó seguirlos, pero sus piernas fallaron, haciendo que al dar el primer pasó su rodilla se flexionara y dejara caer su cuerpo al piso.
Una vez en el suelo, el chico de ojos verdes se soltó en llanto, sus sollozos eran desgarradores, y aun así nadie se acercó a ayudarle. Y después de unos segundos de dolor, en aquel parque, el pequeño cedió ante la fatiga que se le notaba a simple vista.
Algo le causaba cosquillas en su nariz por lo que se talló reiteradas veces, pero la molestia no desaparecía. Abrió los ojos y se percató de que la molestia que interrumpió su descanso era cabello, uno de color azul cielo; y aun notando el poco cuidado que recibía, era muy lindo ante sus ojos. Se alejó un poco de donde estaba recostado y miró hacia abajo, sonrió al ver como sus pequeños pies colgaban de los brazos de quién lo cargaba. Los balanceaba de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante, una pequeña risa salió de sus labios, casi inaudible para aquellos que pasaban a su lado, pero perfectamente fuerte para los oídos del chico que lo cargaba.
Una vez habiendo llegado a su destino, el peliceleste se acercó a la barra del pequeño bar para posteriormente dejar al pequeño en una de las sillas y sentarse a su lado. El niño se quedó parado en el lugar en el que lo habían dejado mientras veía fijamente al hombre, si es que así se le podía llamar.
—No comprendo —habló la nube negra del otro lado de la barra— ¿Quién es él y por qué está aquí? —preguntó sin quitarle los ojos de encima al niño.
—Lo encontré en el parque —contestó el chico peliazul.
—¿Y por qué está aquí? —el encuestado se encogió de hombros— Joven Tomura, sea cual sea su razón no se puede quedar. Este negocio apenas produce el dinero suficiente para que usted pueda vivir bien, ¿y planea tener otra boca que alimentar?
—Cállate Kurogiri, haré lo que quiera.
Kurogiri, la nube que podía hablar, suspiró en señal de rendición, si algo se le metía en la cabeza al joven Tomura no había nada que le pudiera cambiar de opinión.
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Perdido
FanfictionEl mundo está dividido en dos colores: el negro, que representa el mal y el blanco, donde gobierna el bien; y aún teniendo está división clara existe un chico de un tono gris. A ojos de su hermano es un arma mortal, a ojos del héroe número 1 es un a...