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Algo había pasado. Joseph estaba seguro.
Los últimos días fueron tan pesados en la empresa que Joe se vio en la penosa necesidad de llevarse trabajo a casa. Odiaba hacerlo ya que creía firmemente que el trabajo nunca debía interrumpir su tiempo de familia pero la situación realmente lo ameritaba.
Benjamin y Juliette estaban en el entrenamiento y él se quedó en casa con el pequeño Samuel. Todo iba bien. Estaba en el comedor terminando unos informes mientras tenía al niño entretenido con películas en la sala preguntándole cada cuanto cosas, pidiendo agua, cantando o jugando. Pero de pronto la casa se sumió en silencio y eso lo preocupó.
Porque cualquiera sabe que cuando un lugar con niños está silencioso, una travesura está ocurriendo.
Cerró sus ojos y masajeó sus párpados. En la televisión de la sala corría la película infantil que Sammy ignoró y ahora Joe subía las escaleras con cansancio rogando por que su hijo no hubiera destruído el segundo piso o estuviese en problemas. ¿Cómo es posible que el trabajo le consumiera tanta atención? Era algo que no podía permitir.
—¿Samuel? —preguntó alzando la voz.
—¿Si, papi? —escuchó segundos después desde la habitación principal.
—¿Qué haces, pequeño teniente?
Joe tomó el pomo de la puerta y se mentalizó antes de abrir. Desde adentró el niño respondió un "nada papi" y el hombre suspiró porque ese "nada" tenía pinta de "todo".
Menuda escena. Cuando abrió la puerta encontró a su hijo vistiendo solamente sus shorts, estaba sobre la cama y junto a él dos frascos de pintura abiertos. ¿La imagen? Sammy manchado de pintura roja y amarilla, colcha, almohadas y sábanas pintadas y ¡ah! Un intento de dibujo en una hoja de color.
Joseph cerró los ojos. No sabía si reír, llorar, enojarse, regañar a Samuel o tomarle una fotografía. Cinco minutos ¡no debieron ser más de cinco minutos y el niño hizo todo eso!
—¿De dónde sacaste la pintura, Sammy? Ni si quiera sabía que la tenía.
—¡Sammy es artista! Sammy hizo esto para papis —dijo el niño poniéndose de pie sobre la cama y avanzando hacia Joe extendiendo la hoja pintada.
Una carcajada se escuchó en la habitación cuando Joe vio a su hijo dejar sus huellas en toda la colcha. Sammy miró detrás de él y río contagiado.
—Samuel, esto es un desastre... Oh Dios sí tu padre Ben viera esto —dijo entre risas sacando su celular tomando fotografías.
—¿Sammy hizo un dibujo bonito? Papi trabaja mucho y Sammy quiere jugar.
—¡Sammy es todo un artista!
Samuel chilló de alegría y saltó sobre el colchón tirando los dos botes de pintura. Joe gritó asustado y trató de limpiar el desastre, y pronto la risa de su hijo lo distrajo. El niño creyó que también estaba jugando.
No lo culpa. Sammy tiene dos años, casi tres y pasar la tarde viendo el televisor no era un plan entretenido para él. Samuel era muy pequeño para comprender que su papá estaba trabajando en casa y él necesitaba de atención.
—Sammy, está bien pintar pero tenemos que hacerlo en el suelo. Es difícil quitar las manchas de las colchas.
Explicó. Samuel miró la cama y abultó el labio inferior.
—¿Sammy lo hizo mal?
—¿Quieres seguir pintando? Ven. Papá Joe te dirá donde podrás hacerlo.¿Quieres hacer algo para tu hermana y para papá Ben? Ellos se pondrán contentos.
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Justo acabo de ver las fotos de Enrico todo pintadito y no me resistí. Nuestro Sammy es como cualquier niño, solo necesita aprender donde debe hacer ciertas cosas y sus papás le enseñarán.
Por cierto, en el siguiente capítulo tendremos de nuevo a nuestra Juliette de 7 años en ese primer halloween en Londres que nunca vimos~ ¿de qué crees que se disfrazó?