Tic Tac

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Abrió la llave del agua y, tras acunar sus manos bajo el chorro, mojó su rostro con agua helada que se sintió refrescante y lo más parecido a un alivio momentáneo. Una sensación de arcada atacó la boca de su estómago y Ben se curveó sobre el lavabo tratando de contener sus nauseas. Pero nada vino, afortunadamente. Estaba cansado de vomitar.

Sobó su cuello y hombros tratando de aminorar el dolor muscular originado tal vez por estar demasiado tiempo acostado, por el estrés acumulado o por no descansar en lo absoluto a pesar de dormir doce horas diarias. Suspiró sintiendo sus costillas arder en un dolor agudo que oprimió sus pulmones y siseó apretando los dientes recordando que se habían terminado sus píldoras para el dolor y él tenía que ir al hospital por más. Pero Benjamin y apenas y tenía energía para caminar por su casa.

Caminó a paso lento por el pasillo apoyándose siempre en la pared. Los médicos le dijeron que sus lesiones no tardarían en recuperarse por completo con el reposo conveniente y que un par de semanas después del alta, podría volver a su estilo de vida normal.

Normal. ¿Acaso era cinismo? Nada sería normal a partir de ese momento.

Entró a su habitación siendo guiado por la tenue luz que entraba desde fuera, a tientas caminó hasta el buró junto a su cama buscando su celular para poder ver la hora pero antes de poder lograr eso, Benjamin fue sorprendido por su propio reflejo en el espejo que colgaba de la pared contraria.

Apenas y se reconoció.

Desde el accidente había estado evitando muchas cosas y su reflejo era uno de ellos y sin embargo, esa noche pudo sostenerse la mirada por más de cinco segundos. Ahí estaba. Ese era él ahora. Más delgado, piel aun con cicatrices, un corte junto a la ceja y otro junto a su mentón, ojeras oscuras y bolsas de cansancio bajo sus ojos verdes que lucían más apagados que nunca, cabello más largo y descuidado que, en conjunto con esas mejillas que perdieron su redondez, le hacían ver agotado.

Benjamin evitaba verse al espejo porque sabía que la imagen en él sería un recordatorio de su realidad y él solo quería evitarla. Pero no podía.

Se sentó en la cama presionando con sus manos su pecho y miró la alfombra bajo sus pies pensando en que la noche aún era larga y seguramente tardaría en conciliar el sueño, como todos los días.

Pronto fue consciente de la quietud de la madrugada, del silencio ensordecedor que lo rodeó y entonces se encontró a si mismo solo. Solo dentro de esa habitación. Solo dentro de esa casa a las dos y media de la mañana.

¿Y si necesitaba algo? ¿Y si el dolor en su pierna y sus costillas aumenta tanto que ya no puede moverse? ¿Y si los recuerdos del accidente regresan y él no puede controlarlos? Desbloqueó su celular con la respiración agitada y el miedo transformado en pequeños animalitos que caminaban sobre sus manos provocándole la sensación de cosquillas y sus ojos se posaron sobre el último mensaje que Gwilym le envió horas atrás.

"Está bien. Solo quiero que sepas que si necesitas algo, lo que sea, no dudes en llamarme"

La garganta se le cerró cuando en un breve vistazo reconoció la conversación anterior cuando Benjamin entre mensajes rápidamente escritos rechazaba la ayuda de Gwil. Estaba enojado. Horas atrás estaba muy enojado y Jones ahora no puede recordar la razón. Jadea. ¿Y si Gwilym también se enojó con él? ¿Y si su actitud provocó que ahora el castaño ya no quisiera saber de él? ¿Y si....?

Mientras una avalancha de pensamientos caían sobre su mente, uno tras otro y sin control, los dedos torpes de Ben consiguieron marcar el número de Gwilym y, bajo el agónico sonido de la llamada saliente y el tic tac del reloj de pared que martilleaba sus oídos, Benjamin pudo escuchar la voz que pareció calmar todo el caos que comenzaba a arremolinarse a su alrededor.

—¿Benjamin? —. Respondió Gwilym adormilado —. ¿Por qué me llamas, sucede algo?

—Perdón —. Respondió después de tomar aire —. Perdón por todo lo que te dije. Gwil... creo que si necesito compañía, Gwil no me gusta estar solo aquí.

Con una pequeña sonrisa de lado. Gwilym comenzó a calzarse tallando su rostro buscando despejar su sueño.

—Estaré ahí en unos minutos. ¿Quieres que hablemos en altavoz mientras conduzco? Lo haré con cuidado. Lo prometo. ¿Cenaste algo? Seguro que por eso no puedes dormir... escucha, sé hacer un té delicioso que relajará tus músculos y te prometo que este no tiene marihuana, ¡te sentirás mejor! Y mañana te haré un desayuno delicioso, ya verás... ahora nos concentraremos en dormir, un día volverás a dormir por las noche y no por los días, ya verás. Por cierto, el otro día me recomendaron una serie de televisión...

Benjamin se recargó en la cabecera de su cama y cerró sus ojos. Las dudas se disiparon. No estaba solo. 

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Estoy dejando cachitos de mi por todos lados. Perdón si no les doy relatos más alegres, es que últimamente me siento como Ben, Mike o incluso en el punto bajo anímico de Joe. Esto es lo que hay y necesitaba sacar un poquito de cómo me siento. 

Por cierto, gracias a todas las personas que escuchan a alguien en momentos de caída. Valen mucho. La sororidad es algo tan bonito. 

Relatos en el balcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora