Capítulo XI - Los gemelos desastre

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Las declaraciones de Spellfire hicieron que perdiera la poca cordura que tenía en aquel mar que agitado golpeaba sin piedad mis memorias. No podía gustarme un hombre, y mucho menos... un hechicero. Además, ¿qué pudo gustarme de él? No le encuentro lógica a lo que supuestamente siente mi tonto corazón...

¡Ya basta! De todas formas, sigo siendo un perro, y nunca le haría caso a algo que no fuera una mujer bonita... o bueno, eso pensé hasta lo que paso aquel día...

Me encontraba ayudando a Gabriel con unos pedidos recientes, todo se encontraba en lo común... hasta que...

El hechicero golpeó con su palma derecha su frente, parecía consternado...

-No quiero ver a esos revoltosos...

Volteé a verlo y le pregunté sin temor a la respuesta. -¿Revoltosos?, ¿qué pasa Gabriel?- Moví mi cabeza ligeramente hacia un lado dudoso... Alguien más revoltoso que él, Simon y Spellfire...

De pronto un brillo resplandeció en su mirar -¡TÚ! ¡Mi lindo y llamativo perro guardián!

Repentinamente, se arrodillo ante mí y empezó a acariciar mi cabeza, me sentía un poco agitado, pero algo me quedo bien claro... éste loco quería algo...

Me separé de él y me dirigí directo al grano... -Algo buscas Gabriel, ¿qué quieres que haga por ti? Gran tonto...

-Bueno, ahora que lo dices... -¡Lo sabía!, este niñato quería algo.
-Quiero que me hagas un pequeño favor...I-Z-A-R-O. -Me sonrió de la manera más dulce que mi corazón casi explota... ¡AHHHH!, ¿por qué estoy siendo tan estúpido?

Al día siguiente, me encontraba caminando rumbo al hogar de unos hermanos amigos de Gabriel, al parecer querían que ese hechicero fuera de visita, pero sin decirme el motivo verdadero más que "son muy enérgicos", partí para ir en su lugar...

Los gemelos Brown vivián al sur, al igual que la jovencita Rachell, por lo que tuve que pedirle a Spellfire que me enviara a través del reflejo a un lago cercano a la ciudad en la que vivián...

Caminé alrededor de dos horas hasta llegar a un lugar lleno de lujosas mansiones lejos de la gran ciudad... Porqué no me soprende, sus amiguitos eran ricos...

Minutos después de llegar, logré dar con la casa de la dirección. Sin perder más tiempo, sujeté con fuerza la canasta de galletas que tenía en mi hocico como regalo para los amigos de Gabriel, alcé mi cuerpo y me coloque en dos patas para alcanzar el timbre...

No me sentía tan nervioso de conocer a estas personas, después de todo, le pedí a Gabriel que tiñera mi pelo de color blanco...

Un ¡clack! me hizo estar alerta, una anciana nana abrió la puerta... esperen... ¿una nana?

-Señor Atwater, lo esperan los señoritos en...-Al abrir sus pequeños ojos arrugados, se sorprendió al verme... Posiblemente ese tonto no les dijo que vendría en su lugar...

Deje la canasta a un lado y trate de no asustar a la anciana...

-Perdone el inconveniente, mi amo no pudo venir porque estaba muy ocupado con unos clientes muy importantes, por lo que me dijo que viniera en su lugar para dejar estos presentes a los hechiceros Brown, y para ofrecer sus más sinceras disculpas...

-Permítame la canasta, mmm... -¡WOW! No la asuste, eso es inesperado...

-Me llamo Izaro, mucho gusto, soy el guardián del hogar del hechicero de la sombra, Atwater.

-Guardián Izaro, lo dirigiré a la sala principal, por favor, pase por aquí...

La anciana fue muy buena conmigo, no fue grosera, me sentó en un sillón muy cómodo y me trajo un poco de leche tibia en un plato de porcelana muy bonito... Mientras tomaba leche del plato, me preguntaba, ¿qué clase de hermanos son para que Gabriel evitara verlos? Bueno, no importa...no creo que sean tan revoltosos como esos tres...

Una tierna maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora