Prólogo

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En aquél pueblo, todo es exactamente como relataban las ancianas en las frías noches al lado de la fogata. Para conocer la historia del pequeño pueblo en medio de densos bosques y montañas dónde vivían, los niños y adultos se reunían al rededor del fuego, atentos a las palabras que salían de aquellos viejos y sabios labios.

Se contaba qué, allá en una tierra lejana, detrás de las montañas nevadas y en dirección a donde se ocultaba el sol; vivían seres fríos, hermosos y letales. Con voces aterciopeladas que atraían a los viajeros incautos, a las damas rebeldes y a los jovencitos aventureros. Se mostraban amables, encantadores, hasta que la víctima confiaba en ellos, solo entonces atacaban... Su fuerza era mayor a ninguna otra conocida y sus filosos dientes traspasaban la carne para consumir cada rastro de sangre en el cuerpo de la presa, dejándola como un mero cascarón vacío.

Nadie tenía muchas oportunidades para escapar de ellos, ni hacía falta relacionarse y comunicarse con sus víctimas pues podían atacar a una presa desprevenida e indefensa pero al parecer, jugar con la comida se catalogaba como un retorcido placer para esos seres de corazón gélido. Hasta ahora, los habitantes de la locación no conocían ningún tipo de arma o defensa contra estos seres fríos, por lo que lo único que podían hacer para mantenerse a salvo se resumía en resguardarse en sus casas una vez que el sol se escondía. Esas criaturas frías, jamás se atrevieron a atacar personas dentro de sus casas y ellos esperaban que siguiera siendo así, no se atrevían a cuestionar por el miedo que los invadía.

Los relatos de cómo lucían podían variar dependiendo de quiénes los contaban, unos alegaban que lucían exactamente a los humanos solo diferían por el pálido color de su piel y el carmesí de sus cuencas oculares. Otros aseguraban que lucían como bestias horrendas, sedientas de carne y sangre, aunque los cuerpos de las víctimas no presentaban ningún tipo de mutilación, solo un par de agujeros en distintas partes del cuerpo.

— ¿Y cómo pueden llegar aquí si viven tan lejos? —preguntó una niña que por el miedo a la historia, se aferraba fuertemente al brazo de su hermano mayor, escondiendo la mitad de su rostro detrás de la extremidad.

—Son muy rápidos, más que un puma —respondió una de las ancianas mientras alimentaba el fuego con leña y paja, provocando que las flamas se alzaran cada vez más alto, danzando y creando sombras espectrales.

Aún la noche no caía completamente pero el frío era un problema debido a la época, por lo que las chimeneas de las casas habían sido encendidas y aquella fogata solo sería apagada cuando la hora segura terminara con la puesta de sol.

En ocasiones, los visitantes, viajeros o mercaderes pensaban que esas historias no eran más que invenciones de los locales para asustar a los niños y mantenerlos en casa durante de las noches. Era entonces cuando encontraban cuerpos que yacían sin vida y sin sangre, en zonas adyacentes al pueblo, ya fuese por el rudimentario camino de tierra o esparcidos en el bosque, con toda la mercancía o pertenencias abandonadas. Los locales advertían del peligro, pero no podían hacer nada si aquellos extranjeros se negaban a obedecer o al menos escuchar sus palabras.

Nadie conocía el origen ni el objetivo de esos seres, solo sabían que llevaban más tiempo allí que ellos y seguramente permanecerían una vez que sus cuerpos se hubiesen corroído, formando parte de la tierra.

Uno de los adolescentes reunidos en la fogata escuchando las historias, respondía al nombre de KiHyun. Era un chico promedio, no había nada especial en él. Delgado y pelinegro, su tarea era ayudar a sus padres en los campos de recolección de frutas y verduras, cuando creciera estaba seguro de querer convertirse en un sanador pero para eso debía esperar su próximo cumpleaños. Entonces podría dejar los campos para enfocarse en aprender algo más.

Into The Darkness | ShowKi |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora