La fecha de la celebración de Imbolc se acercaba, por lo que la Familia comenzaba a reunirse en el valle. Como de costumbre, las gemelas Iballa y Anjara eran las primeras en llegar. Llegaron durante la noche, tomaron la costumbre de viajar cuando el sol se ocultaba de su madre, y no la habían perdido. Era mucho más cómodo y muy práctico. Al llegar, aparcaron el deportivo (que había sufrido lo indecible al transitar por la carretera de acceso) junto al 4x4 que poseía ahora su hermana Dácil.
Iballa empujó la puerta, que para no perder la costumbre, estaba abierta. A fin de cuentas, si habías llegado hasta el valle, es que habías sido invitado o tenías motivos para ir allí. Hacía muchos años que nadie con malas intenciones había sido capaz de superar las protecciones que rodeaban las tierras. La matriarca se encargaba de mantenerlas activas y en buen estado. Los pocos que se habían adentrado lo suficiente para llegar a acercarse al valle, habían encontrado motivos de peso para evitar volver a cometer el mismo error.
Cuando Iballa llegó a la puerta junto con las maletas se escuchó un aullido a lo lejos, coreado instantes después por la manada de lobos que criaba en aquellos montes. Anjara sonrió:
—Se ve que han salido a pasear. —Miró a su gemela esbozando una sonrisa irónica.— ¿No te apetece unirte a ellas?
—¿Yo? Ni en broma. Si hubiesen querido compañía, habrían invitado a alguien, pero no puedo seguir su ritmo... nadie puede. —Alzó la maleta y entró primero a la casa.
Anjara miró con perverso regocijo a la estirada de su hermana Iballa. Nunca había sabido entender las bromas, y la ironía no parecía tener cabida en el lenguaje jurídico que Iballa llevaba años estudiando. En fin, no todos en la familia podían ser tan ocurrentes como ella misma, eso le quitaría la diversión al hecho de mortificar a Iballa. Descartó la idea de seguir molestándola: ya era tarde y tenían unos días de vacaciones por delante que no pensaba desperdiciar. Con una sonrisa que evocaba la prometedora diversión que le aguardaba a costa de su hermana, se adentró en la oscuridad acogedora de la casona. De nuevo, estaban en casa.
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Matriarcado (Tríada, primera parte)
Ficción GeneralTras el fallecimiento de su abuela, Dácil abandona su trabajo y sus sueños para consagrarse a la ganadería familiar en un intento de mejorar la precaria situación económica de los Lobera. En las cordilleras norteñas los pueblos rebosan de prejuicios...