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Karamatsu recuerda que fue un jueves cuando pasó su cambio. Fue difícil teniendo en cuenta que había vivido creyendo que era una cosa y ahora resulta que siempre no. Que la había librado porque no pasó nada cuando era un niño puberto. Porque vio a sus hermanos cambiar, como Osomatsu o Ichimatsu. Un par de Alfas, hijos de una pareja Beta. Algo raro pero también lo son los sixtillizos. 

Dos alfas, cuatro betas. 

Menos mal que no hubo ningún Omega. Había dicho el médico encargado de examinar y curar el resultado de que el hermano mayor y el cuarto hijo Matsuno hubiesen cambiado el mismo día.  Los seis estaban en el mismo cuarto, en el mismo futón, era de madrugada cuando Osomatsu e Ichimatsu comenzaron a quejarse y a moverse despertando al resto. Karamatsu estaba a un lado de su hermano mayor y lo que le quitó el sueño fue sentir lo empapado que estaba en sudor. Trataron de averiguar qué les sucedía a los dos cuando ambos enfermos cruzaron miradas y su aura cambió.  Osomatsu saltó encima de Ichimatsu gruñendo y soltando mordidas, golpes, nada diferentes a animales salvajes y rabiosos.  

Tras varios golpes y con mucho esfuerzo, pudieron separarlos por fin, Todomastu había corrido con su madre para avisarle lo que estaba ocurriendo.  El médico llegó justo a tiempo para mirar cómo Jyushi había logrado neutralizar a Ichi, Choro y Kara estaban teniendo problemas sujetando a Oso. El médico supo de inmediato a quién sedar primero. 

Muchas felicidades, señora Matsuyo, tiene dos Alfas en casa. Sus otros hijos son Betas así que no tendrá mayor problema. Habrá bastante equilibrio. Pero...De presentarse alguno como Omega, debe apartarlo del resto y notificarme inmediatamente. Eso había dicho. Un omega en una familia con más de un Alfa era perjudicial por cuestiones territoriales. Una competencia llena de agresiones, tensión y un alto nivel de violencia. No era común que un Alfa se fijara en un Omega que fuese un pariente suyo, pero no era imposible tampoco. Un segundo Alfa aumentaba las probabilidades de que forzaran al Omega a enlazarse y hasta embarazarlo. De solo pensarlo a Karamatsu se le revolvía el estómago y le daba piel de gallina. 

Al paso de los años Osomatsu asumió el papel de Alfa y líder de sus hermanos, aunque su gran habilidad para pelear y mayor fuerza física posiblemente influyeron, al igual que la personalidad apática y depresiva de Ichimatsu. Éste último realmente nunca se animó a volver a enfrentar a su hermano mayor desde el día de su cambio. Sabía perfecto que perder era inevitable, y pensar en ello le daba más pereza y lo consideró una pérdida de tiempo y esfuerzo. Así que crecieron sin mayor problema, al menos en ese aspecto.

Karamatsu siempre había divisado en su futuro casarse con la indicada 'Karamatsu girl', y brindarle a sus padres nietos hermosos y perfectos como él. 

Pero no. Ese jueves se encontraba en su usual lugar en el puente del parque, el windo soplaba haciendo que los árboles se sacudieran, con un sukai completamente despejado dejando pasar un hermoso sanshain que solo provocaba que su ropa de lentejuela brillara de manera espectacular ignorando  que dejaba a varias personas víctimas de ceguera. Pensó que ese día hacía más calor de lo usual, haciendo que se quitara su chaqueta arrepintiéndose de no haberse puesto sus shorts en vez de pantalón. 

-Hey~ ¿Estás aquí solo?- Que un hombre se le acercara le resultó un tanto extraño.  ¿Qué se le ofrecía a este caballero?

-Uh, yo...- El bochorno había aumentado de la nada quemando su vientre y para su vergüenza, su entrepierna. Una súbita pérdida de fuerza en sus piernas hizo que se sostuviera del barandal del puente temiendo un encuentro con el piso. 

-Creo que no, ven, te ayudaré a sentirte mucho mejor.- Sin pedir permiso el sujeto había tomando a Karamatsu de la cintura pegándolo a su cuerpo de manera un tanto innecesaria. Qué amable sujeto, pero no creo que sea para tanto esta atención. En ese momento Karamatsu desconocía qué tan bajas y crueles eran las intenciones de esa persona, pero por una vez en su vida, la diosa de la suerte le sonrió, tal vez porque había visto el futuro tan pesado que le esperaba al segundo hijo Matsuno. 

-¡Oi! ¡Tú maldito!¿Qué le estás haciendo a Karamatsu?- Más tarde el propio Karamatsu le agradecería de por vida al universo que Chibita estuviese pasando cerca de ahí. El tipo que lo sostenía se le drenó el color de la cara del susto y en un instante botó al pobre en el piso para salir huyendo de la escena. El chico del Oden no tardó en correr a auxiliar a su amigo maldiciendo cada que podía. Maldijo al tipo, maldijo a Karamatsu, maldijo lo pésimo que se veía,  lo pesado que estaba, lo ridículo que era su ropa de lentejuela. Para cuando llegaron a su casa, Karamatsu había perdido no solo la cuenta de cuántas groserías había dicho Chibita, sino también el conocimiento, la última imagen antes de desmayarse era la de su madre completamente preocupada.

Cuando despertó notó que estaba en su casa, pero no en su cuarto y el de sus hermanos, sino en uno aparte, dentro de un futón, solo. La fiebre y el calor se habían ido, pero sentía como si Jyushimatsu lo hubiese usado de bate de baseball. Tenía el cuerpo adolorido y su vientre le dolía un poco. Con esfuerzo se levantó y deslizó la puerta siendo Totty el primero que vio. Éste abrió sus ojos sorprendido y aunque trató de acercarse a su hermano dudó por unos momentos hasta decidirse a asistirlo. 

-Nii-san, deberías estar acostado.- Aunque no quería Todomatsu lo regresó al futón pidiéndole esperar mientras iba por su madre.  Deja Vú, pensó, pues fue Totty quien buscó a Matsuyo cuando Osomatsu e Ichimatsu cambiaron. 

Su madre llegó en cuestión de segundos, con la misma cara de cuando él se desmayó. Llena de pena y preocupación. 

-Karamatsu, tenemos que hablar.-

Semillas MalasWhere stories live. Discover now