Capítulo 5: El abuelo y Pedro

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Heidi se levantó temprano a pesar de que tenía mucho sueño porque por la noche no había dormido nada. Bajó la escalera medio dormida y saludó a su abuelo que estaba desayunando. Bostezó mientras se sentaba en la silla.

– Hay sueño, ¿eh? Claro, ayer llegaste tarde... aunque no se te veía muy cansada. – Heidi intentó ocultar una sonrisa, pero su abuelo tenía muchos años y no se le escapó – Bueno, Heidi, que sepas que me marcharé a la hora de comer y probablemente no volveré hasta mañana por la mañana... – añadió mirándola de reojo.
– ¿Y eso por qué? ¿Qué tienes que hacer? – dijo soñolienta mientras se llenaba el tazón de leche.
– Tengo que ir a comprar unas cabras al pueblo de al lado y me va a llevar tiempo; te quedarás sola cuidando de la casa. – el abuelo la miró para ver su reacción, pero Heidi pareció no prestarle demasiada atención.
– De acuerdo. – asintió y bebió un trago de leche.

El abuelo fue a guardar su tazón ya lavado cuando llamaron a la puerta.

– ¿Heidi, estás despierta? – se oyó la voz de Pedro al otro lado.

Heidi se atragantó y subió corriendo a cambiarse diciéndole a su abuelo que le abriera. El abuelo le tomó la palabra y le abrió, quedando Pedro con un palmo de narices.

– Ah... hola, viejo... em... ¿está Heidi? – el abuelo arqueó una ceja.
– Sí.
– Em... ¿y dónde está?
– Arriba. – contestó el abuelo de mala gana – Pero se está cambiando. – aclaró y le dirigió una mirada sombría.
– Esperaré. – resolvió Pedro.

El abuelo lo siguió mirando hasta que, al fin, le dejó pasar adentro. Pedro se sentó en una silla y posó las manos sobre la mesa con nerviosismo. El abuelo no hacía otra cosa que mirarle de reojo y Pedro estaba notando su mirada en la nuca, totalmente acojonado.

– Bueno, Pedro... – empezó el abuelo mientras se sentaba en una silla frente a él – Cuéntame... – Pedro se puso rígido y cruzó los dedos porque no preguntase nada embarazoso – ¿Qué pensáis hacer hoy?
– Pues... – Pedro se alivió un poco aunque le pilló fuera de combate la pregunta – Supongo que lo de siempre, pasearé a las cabras por la mañana y luego iré a la carpintería.
– Ah. – siguió mirando interrogante a Pedro – Yo hoy tenía que ir al pueblo de al lado a comprar un par de cabras. – dijo muy despacio observando cada movimiento de Pedro – No volveré hasta mañana. – a Pedro eso le sonó a algo raro – Quiero que vigiles a Heidi hasta que vuelva. – Pedro asintió – Solamente vigilarla.
– No entiendo que quieres decir con eso. – admitió Pedro inocentemente.
– Sabes perfectamente a lo que me refiero.

El abuelo desafió a Pedro con la mirada y éste la sostuvo firme, aunque nervioso. Entonces bajó Heidi por la escalera con buen ánimo y le dirigió una gran sonrisa a Pedro.

– ¿Nos vamos?
– Sí, vámonos. – dijo Pedro apartando la mirada del abuelo
– ¡Hasta mañana, abuelito!
– Hasta mañana, Heidi ,- miró a Pedro de reojo – y cuídate en mi corta ausencia. – remarcó "corta" de una manera terminante.
– No te preocupes, lo haré. – y le plantó un beso de nieta.

Pedro ya la estaba esperando en la puerta, y cuando Heidi la atravesó, acompañó su salida poniendo la mano en la cintura de Heidi mientras miraba al abuelo de manera burlona. El abuelo le dirigió una mirada fulminante y cerró la puerta.

HEIDI: "Aprender a crecer"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora