Capítulo 6: Las amenazas del abuelo hacen efecto...

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La mañana transcurrió como la anterior, sin ningún cambio en las cabras y siguiendo el mismo sendero. Heidi estaba absolutamente animada porque esta mañana se había levantado de buen humor. Pasó el camino haciendo el tonto con las cabras y cuando llegó al prado se tumbó en la hierba porque estaba cansada de haber estado saltando por el camino continuamente.

A Pedro le resonaban las palabras del abuelo como un taladro todavía cuando llegó un poco después de Heidi. No estaba por la labor de rendirse ante el abuelo, era traicionar a su orgullo y a sus sentimientos; porque lo tenía clarísimo: le gustaba Heidi. El problema era ella, que era reacia a un exceso de contacto entre los dos y no sabía si era porque para Heidi él seguía siendo su amigo de la infancia o por alguna otra razón que no alcanzaba a comprender.

Heidi cerró los ojos y se puso a pensar. Desde que se fue de las montañas hasta hace unos días, cuando volvió, Heidi solamente había estado entre chicas. Antes, cuando pensaba en Pedro, sentía la alegría que experimentaba cuando corrían, saltaban y jugaban juntos... ahora era pensar en Pedro, y un calorcito se le extendía por todo el cuerpo; además de unas ganas terribles de tocarle. Heidi se ruborizaba, y aún más cuando se le pasaba por la mente besarle. ¿Y Pedro? ¿Sentía lo que ella cuando le miraba? Se le ocurrió preguntarle, pero sería algo demasiado directo.

Salió de sus pensamientos cuando se dio cuenta de que Pedro se tumbaba junto a ella. Ninguno de los dos habló durante un rato largo, cada uno hundido en sus pensamientos.

"Debería hacer caso de las amenazas del abuelo; intentaré presionarla lo menos posible.", "Lo tengo tumbado a mi lado y lo único que sé hacer es ponerme nerviosa. Cómo me gustaría que me abrazara...", "Vamos, Pedro, sabes que te encantan sus curvas, ¿por qué contenerse?", "¿Qué pensará el abuelo de esto? Lo más probable es que si nos ve juntos le clave el hacha de cortar leña en la cabeza...", "Si supiese el viejo qué pensamientos tengo cuando estoy cerca de ella, de seguro me clavaría el hacha en la cabeza.", "Pero es tan cariñoso conmigo, tan divertido... tan fuerte, tan guapo, tan...", "Ahora mismo parece una ninfa bellísima así tumbada...", "...esos fuertes brazos de carpintero que me rodearían y no me dejarían escapar...", "...su pelo, sus pechos, sus caderas...", "...y me besaría ardientemente...", "...y le quitaría ese vestido...", "...y se pondría sobre mí...", "...la besaría sin descanso...", "...me lo comería a besos...", "...y luego cuando estuviésemos en lo mejor...", "¡Basta ya, Heidi!", "¡Cálmate, Pedro!", "No puedo continuar así.", "No puedo seguir así."

Entonces ambos se giraron y se miraron el uno al otro, con mucha intensidad. Pedro se irguió un poco y puso una mano a cada lado de la cabeza de Heidi, ésta le tomó la cara entre sus manos, lo atrajo hacia sí y Pedro presionó sus labios suavemente contra los de Heidi. Después se separó lentamente de su cara, a escasos centímetros y le susurró con voz seria.

– Esto está mal...
– ¿Es por el abuelo...? – preguntó Heidi respirando con un poco de dificultad.
– Sí...
– No pienses en eso ahora... – dijo Heidi mientras le distraía con leves besos en los labios.

Pedro se conformó con esa excusa y siguió besándola muy lentamente. Esto superaba los límites de la imaginación de Heidi, era mejor de lo que había intentado reproducir en sus pensamientos tantas veces. Pedro pasó de sus labios a su cuello mientras las manos de Heidi se adherían su espalda para que estuviese más cerca. Él volvió de nuevo a sus labios de manera más intensa dejándola sin tiempo para respirar. Estuvieron besándose hasta que el sol se colocó en lo más alto, iluminándolo todo.

HEIDI: "Aprender a crecer"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora