Capítulo 13: DERROTADO

276 18 0
                                    

Heidi abrió los ojos al escuchar el gorjeo de un pajarillo. Los tenues y azulados rayos de sol se filtraban por la ventana. Estaba amaneciendo. Se frotó los ojos y sintió su cuello entumecido al levantar la cabeza de la mesa. Se había quedado dormida con la manta por encima y la cena fría y sin tocar. ¿Pedro no había vuelto? Se incorporó todavía somnolienta y miró por la ventana que daba a la parte trasera. No estaba la carreta, así que el Abuelo tampoco había vuelto todavía. ¿Qué había pasado con la carpintería? Jonás había dicho que había un incendio. ¿Habría sido muy grave?

El caso es que había sido todo demasiado rápido, hasta hace un segundo estaban los dos aquí tan enfrascados el uno en el otro... Quizá no era el momento más apropiado para pensar en eso ahora, Pedro debía estar afectado aunque sólo hubiese sido el susto, ¿cómo había podido incendiarse de repente en mitad de la noche? Bueno, un lavado de cara y su cerebro empezaría a ver con más claridad sin esos legañones. Aún no había abierto la puerta cuando una voz apagada la llamó desde el otro lado.

– Heidi... abre, por favor.

En el marco de la puerta, Heidi se encontró con la imagen de la derrota. Manchado, cansado, magullado y extenuado, Pedro le sonreía débilmente con la mirada agotada. Heidi sintió un pinchazo en el corazón y lo abrazó.

– No queda nada, Heidi... Nada...

Nada. Las palabras de Pedro resonaron en eco con la última palabra y le abrazó más fuerte. No sabía qué decir, no sabía qué otra cosa hacer.

– Y lo que más me jode es que no ha sido un simple accidente.

Heidi se separó para mirarle desconcertada.

– ¿Qué? ¿Cómo que no ha sido un accidente? Ayer llovió mucho, no podías haberlo evitado, hubiera sido peor si te hubiera pillado dentro el rayo que...

– ¡No fue un rayo! – gritó Pedro.

Heidi se apartó. Pedro aguantó las lágrimas y desvió la mirada.

– Todo el pueblo me dice eso, ¿sabes? Que ha sido un rayo, pero yo no lo creo y Jonás tampoco.- dijo todavía con rabia.

– Perdona... -dijo Heidi confundida – No sabía que podía existir esa posibilidad, creía que le caías bien a todo el mundo...

– Pues ya ves que no.

– ¿Y estás seguro? Quizá ahora estás muy alterado para pensar con claridad...

-¡QUE NO FUE UN PUTO RAYO! – bramó Pedro – ¡Ya te lo he dicho! ¿O es que eres tonta y te lo tengo que explicar también?

– ¿Qué? – susurró Heidi.

De repente Pedro se sintió avergonzado. La mirada dolida y vulnerable de Heidi lo estaba traspasando como una estaca.

– Lo siento, no tenía que haber dicho eso.

– Fuera de mi casa.

Heidi respiraba con dificultad mientras indicaba la puerta. Una cosa era que estuviera enfadado, otra que se riera de ella.

– Heidi, por favor, no era...

– Vete con tu amigo Jonás a reírte de otra.

– Heidi...

– Fuera. Ya.

Ya no le miraba, había abierto la puerta y apretaba la mandíbula para no llorar. Pedro avanzó despacio hacia la puerta, el cansancio y las heridas se apoderaron de él de golpe. Cuando pasó el vano de la puerta se giró hacia ella.

– Sólo me quedas tú...

– Díselo a Mildred.

Y cerró con un portazo. Miró la puerta y cuando entendió que no había nada que pudiera hacer ahora, sus pies le llevaron de vuelta al camino hacia el pueblo. No podía haberlo hecho peor con Heidi, ella le había entregado su confianza y él había decidido tirarla a la basura con un comentario inoportuno cuando la rabia hablaba por él. Iba a tener que poner muchas cosas en orden, le sentaría bien pasar un par de días en casa de Jonás. Sumergido en sus pensamientos, oyó un saludo cercano.

– Eh, chico, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien?

La carreta del Abuelo apareció por el camino de la derecha, llena de fardos que había traído de la feria. Paró al lado de Pedro.

– Sube, tienes un aspecto horrible. ¿Qué te ha pasado?

– No, gracias. La carpintería... se incendió anoche, no queda nada. Prefiero irme a casa.

El Abuelo lo miró consternado un momento, pero enseguida emprendió la marcha de nuevo.

– Cuando quieras ayuda, ya sabes dónde estamos.

Pedro asintió. Lo último que quería era tener que lidiar con la falta de sensibilidad del Abuelo. Y así cada uno se fue por su lado.

HEIDI: "Aprender a crecer"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora