Capítulo V

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Dicen que el tiempo pasa volando y para Candy y Terry esta máxima fue real al descubrir que ya casi terminaban los dos meses de su luna de miel. Habían sido dos meses maravillosos a pesar de que aun su matrimonio no se consumaba, pero Terry había hecho que se sintiera feliz con su compañía, con pequeños detalles, con paseos al campo, relatos de obras leídas por él al calor de la chimenea mientras afuera se escuchaba la lluvia, de tiempo juntos contemplando las estrellas o viendo el amanecer, en fin, Candy había sido sumamente feliz. Ella había aprendido a conocer las manías, los gustos y las costumbres de él. Construyeron juntos nuevas costumbres y así comenzaron su vida de casados.

Su esposo también había estado manejando algunos de sus negocios más importantes por carta o por teléfono, desde ahí. Lo que Candy no imaginaba es que Terry había ordenado a su hombre de confianza que buscara una mansión con un jardín grande y hermoso y con espacio para plantar árboles, había dado características específicas que debía tener la casa, - no importa lo que cueste – había dicho – la quiero tal y como te la estoy pidiendo y en el lugar que te la estoy pidiendo, Broadway, cerca de un teatro. Debes contratar sirvientes que tengan todo listo y funcionando para cuando lleguemos había dicho Terry. Ah y otra cosa – había pedido – que sea puesta a nombre de ella para que nadie pueda quitársela si algo sale mal o si me pasa algo...

James su hombre de confianza, se había dado a la tarea de buscar lo que su jefe había pedido y así, una semana antes de regresar a América, Terry fue informado de que ya sus órdenes se habían cumplido, pidió que no se le avisara a nadie de su llegada, para que la prensa y los periodistas no estuvieran presentes.

Cuando arribaron al puerto, ya los esperaba James, el hombre de confianza de Terry que estaba ahí con un chofer que conducía el auto. Ayudo a su jefe a bajar las maletas del barco y subirlas al coche, después partieron para la mansión que sería el lugar de residencia de los Grandchester. A cuatro cuadras justas del Teatro Beacon.

Al llegar Candy fue recibida por toda la servidumbre quienes tomaron sus equipajes y los instalaron en la habitación principal, la cual era en un segundo piso por el que se llegaba por medio de una escalinata que iniciaba en un gran salón en la parte baja de la mansión. Tenía además un estudio, una biblioteca, un cuarto para el té, uno para bordado y dibujo, un hermoso y bien cuidado jardín. En la parte alta había cinco habitaciones, la habitación principal contaba con una terraza que se adornaba con una pequeña mesa y cuatro asientos para que se pudiese desayunar ahí si se deseaba. También había una habitación donde había un enorme piano blanco. En fin, aquel lugar era como para perderse de tan grande. Justo en el umbral de la puerta Terry, que iba al lado de Candy se inclinó para alzarla en brazos y con ella en brazos entro a la que era desde ya su casa, pero no se detuvo en la sala, sino que subió con ella hasta la habitación principal una vez ahí la depositó con suavidad al borde de la cama, le dio un beso y volvió a salir.

Ella, se quedó un momento ahí con la sensación de un beso de Terry, era la primera vez que se acercaba desde su matrimonio. Sonrió suavemente de forma soñadora y luego salió para comenzar a dirigir su casa, ordenando el menú para la cena de esa noche. Después de la cena y habiendo charlado ambos un rato junto a la chimenea, Terry subió primero a la habitación, en tanto que Candy se retrasaba un poco en la cocina dando las ultimas indicaciones a los sirvientes. Cuando llego a la habitación, le extraño ver a Terry acostado y ya dormido, pues el siempre subía de último cuando estaban en Escocia, - debe estar muy cansado – se dijo y se metió al baño para cambiarse de ropa, por órdenes expresas de Terry, la mucama había cambiado su viejo camisón por un delicado babydoll.

A Candy le extraño que la doncella, le hubiese cambiado la prenda, pero como estaba cansada del viaje se dispuso a usar la nueva prenda, ya le reclamaría al día siguiente, lo levantó frente a sus ojos, - ¡que minúsculo! – pensó. La prenda era de color azul oscuro de seda con encajes rosa. Consistía en un corpiño por la parte de adelante, tirantes delgados y una boca en v que iba hasta el nacimiento de los senos, en la espalda, la abertura en u desde las axilas, llegaba hasta la cintura y los tirantes se cruzaban en equis, del corpiño se desprendía una especie de falda algo amplía hasta medio muslo, dejando al descubierto sus blancas y bien torneadas piernas, Candy intentaba halarse la falda, como si con esto consiguiera cubrirse el resto del cuerpo.

EL PERFECTO PLAN DE TERRY Por Loren CornwellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora