Capitulo VII

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Desde la primera vez que la vio, se había quedado prendado, sus azules ojos eran los más bello que él había visto, su hermoso cabello rubio lacio que cubría toda su espalda, pues le mantenía suelto la mayor parte de las veces, su piel blanca y tersa, su alta y esbelta figura, sus gestos refinados y cultos, su dulce voz, toda ella era una visión casi celestial. Le gustaba pasar las tardes con ella sentados ambos en el salón del té, conversando, para admirarla más de cerca, sentir su perfume de mujer arrebatadora. Francamente no entendía como es que su esposo no le dedicaba ni siquiera una mirada, ella era tan bella, tan adorable.

En Roger Gil había nacido un sentimiento hacia su paciente, la joven señora Susana Grandchester. Le molestaba sobremanera verla sola, llorando de frustración y de rabia, pues por más esfuerzos que ella hacía para verse más bella y atrayente de lo que ya era, su esposo parecía inmune a sus encantos. No podía explicarse como un hombre, si es que se decía serlo, pudiera permanecer frio ante tanta belleza. ¿Es que acaso el señor Grandchester no tenía sangre en las venas? ¿o es que no gustaba de las mujeres? Porque él creía imposible permanecer dos minutos al lado de aquella beldad y no dejarse arrastrar por la emoción, por el sentimiento, o por la pasión.

A él, le había sucedido, la había visto tan bella el día de su boda, que fue en ese mismo instante en que nació ese sentimiento que ahora sabía que existía en su pecho, se sentía bien a su lado, le gustaba verla frágil y desvalida y sentir que era él quien le daba fuerza, ánimo y energía. Pero había dos inconvenientes, el primero que el señor no parecía interesarse en ella (cosa que no entendía) y el segundo que ella estaba casada con él y parecía vivir solo para él. Y precisamente ese sentimiento la estaba sumiendo día a día, en la tristeza, el abandono, la frustración y el dolor. Él se había dado cuenta de esto. Sin embargo, se dijo que no permitiría que ella sufriera, el sería su alegría, su apoyo, su amigo incondicional, estaría ahí para ella siempre que lo necesitara y si era necesario la protegería de su esposo, quien según él era el que más daño le hacía.

Estuvo a punto de sugerirle al señor, que no volviese a llegar, pues su presencia solamente le hacía daño a la señora, pero recordó que Terry era el dueño de aquella casa y que Susana era su esposa y decidió buscar otra forma de alegrarla y hacerla olvidar sus pesares.

Desde el día que Terry invitó a Roger a desayunar con ellos en la mesa, se hizo costumbre que así sucediera y durante las largas ausencias del esposo, era él quien ocupaba el lugar principal en la mesa, siendo únicamente los días de "visita" que era desplazado a sentarse al lado de Terry y frente a ella.

Terry por su parte veía que su esposa con mucha frecuencia, charlaba muy entusiasmada con su enfermero y de vez en cuando lo hacía participar a él de su conversación, pero él opto por ser cada vez menos partícipe de aquellas charlas y se convirtió en un oyente como los demás.

El joven Gil, se prometió que haría lo necesario para que ella olvidara esa tristeza. Y para lograr hacerla feliz empezó por averiguar qué cosas le gustaban y la hacían feliz. Descubrió que era actriz y que había trabajado en la misma compañía teatral que su esposo. Ella era una niña huérfana de padre, quien había muerto siendo ella muy jovencita, y había dejado a la Sra. Marlow viuda, sumida en la pobreza y con una gran cantidad de deudas por pagar. La niña había tenido que crecer aprisa. Y había encontrado trabajo con el señor Robert Hathaway, fue ahí donde conoció a su esposo, y donde perdió su pierna por salvarle a él.

Que injusto – pensó Roger – ella casi muere por él y él ni siquiera se digna verla – y es así que Roger comenzó a leer obras de teatro para poder conversar con ella, pues descubrió que era la segunda cosa que más le apasionaba. Pasaban tardes enteras hablando de las distintas puestas en escena en los teatros de las diferentes obras y de los protagonistas de las mismas, compartían opiniones sobre la calidad de los artistas y sobre las críticas que aparecían en los diarios acerca de sus presentaciones.

EL PERFECTO PLAN DE TERRY Por Loren CornwellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora