Capitulo IX

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Tres días después de que Roger besara a Susana, ella le había pedido que la acompañara por las tardes, había vuelto a ensayar con él aun después de su "escena" romántica y esta vez había sido ella quien le había besado, para poder "aclarar" sus sentimientos, pero descubrió que le gustaban las sensaciones que ocasionaban en su cuerpo y esta situación se repitió en reiteradas ocasiones durante todo un largo mes. Roger trataba de avanzar cada vez más y sus caricias se hacían más atrevidas y demandantes.

Una tarde en que la madre de Susana había salido dejándolos solos, ella le pidió que le hiciera compañía mientras estaba sola, Roger llego con un libreto para leerle y comenzaron a ensayar, como ya había sucedido antes, en las escenas románticas que ahora eran más seguidas, ellos comenzaban a besarse, pero esa tarde una llovizna con viento frio se comenzó a sentir y pronto arreció, invitándolos a buscar un lugar más acogedor, la habitación de ella. Ahí comenzaron ensayando y pronto estuvieron besándose ardientemente, todas esas sensaciones eran nuevas para Susana quien no tenía ni voz ni voto para detener el incesante avance de él. Pidieron que se les llevara un té y en eso Roger le dijo que era hora de hacer su terapia, procediendo a darle masajes a los pies, posteriormente en las piernas para fortalecer sus músculos y, por último, los masajes subieron a la espalda ahí, él comenzó a acariciar su blanca y tersa piel y ella no pudo menos que cerrar los ojos para disfrutar de su suave toque. Cuando ya estaba oscureciendo y fue la hora de retirarse a dormir, ella simplemente le dijo – quédate – mientras lo miraba algo avergonzada y suplicante.

Roger no espero a que se lo pidiera dos veces y esa noche fue la primera vez que Susana experimentó las delicias de ser mujer en los brazos fuertes y cálidos de su enfermero. Él había sido tan tierno y delicado que a Susana se le nublaron los sentidos y la razón y se dejó arrastrar por la vorágine de la pasión que él había despertado en ella.

Cuando todo acabó ella se quedó dulcemente dormida en el pecho de él, por primera vez se sentía segura y protegida, pero Roger no estaba tranquilo, se había dado cuenta que para ella era su primera vez, que él había sido el primero y sentían una gran culpa porque el señor Grandchester había sido generoso con él regalándole el curso de fisioterapeuta, y en cambio él le devolvía el favor acostándose con su esposa. No – pensó – Susana no merece ser la amante de nadie, hablaré con el señor para dar la cara como un hombre y responderé por mis actos como un caballero.

A la mañana siguiente se levantó muy temprano, antes que nadie y marcó el número de su jefe. Terry dormía al lado de Candy y en el centro de ambos un pequeño bultito se movió un poco intranquilo al sentir el frio cuando su papá se levantó al escuchar el ring del teléfono.

Señor – se escuchó la voz de Roger – necesito hablar con usted urgentemente ¿ahora? Preguntó Terry – sí señor, cuanto antes mejor, respondió el otro – bien – dijo Terry, voy para allá. Gracias – se oyó al otro lado de la línea.

Candy se removió en su lugar con algo de somnolencia y preguntó – ¿qué pasa? – nada – dijo él – duérmete yo debo salir para arreglar un asunto. Volveré en cuanto pueda, le dio un beso a ella y a su hijo, se levantó y se cambió de ropa, diez minutos después en la aun oscuridad del amanecer salió para su otra casa, eran las cinco de la mañana cuando llegó. Roger ya lo esperaba y le abrió la puerta – vamos a la cocina – le dijo.

Terry le siguió en silencio y al entrar al lugar se sentó en la mesa donde ya había dos tazas de café servidas. Señor Grandchester – le dijo Roger – tengo algo muy delicado que contarle y comprenderé si usted reacciona desfavorablemente... ¡Vamos, por Dios ¡- dijo Terry – que me estas asustando, ¿Qué es lo que ha pasado? Señor, es que... anoche yo... - parecía tener dificultad para decir lo que deseaba, y bajaba la cabeza, avergonzado – anoche yo.... ¿anoche tu qué? – le apremió Terry – habla hombre que me tienes en ascuas. Bueno, su esposa y yo anoche... ¿Sí? – dijo Terry, animándolo a terminar la frase – por favor no me obligue a decirlo, yo soy un caballero, pero usted comprenderá a lo que me refiero de lo que pasó entre ella y yo...

EL PERFECTO PLAN DE TERRY Por Loren CornwellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora