Paz

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Definitivamente me encanta esta casa(o mansión) .¡Tiene hasta un gimnasio! Por no hablar de la piscina que está fuera y un jacuzzi que es más grande que toda la planta baja de mi casa.

Nos acomodamos en la habitación, deshago la maleta y coloco mis cosas de aseo en el baño. Cuando vuelvo a la habitación Marcos está tumbado en el lado derecho de la cama mirando los mensajes de su teléfono mientras lo pone a cargar. Yo me tumbo a su lado y me voy acercando hasta recostar la cabeza contra su pecho. Él deja el móvil en la mesilla de noche y me rodea la cintura con un brazo.

- ¿No te ha bastado con la siesta que te  has echado en casa? - pregunta burlón al ver que entrecierro un poco los ojos.

- No tengo intención de dormirme si es lo que te preocupa. - le contesto sacándole la lengua. Él aparta cuidadosamente un mechón que no le deja contemplar mi rostro al completo. Cuando lo hace dice:

- Eres demasiado hermosa.

Seguro que me pongo roja como un tomate ante sus halagos. Es algo que suele hacer pero sigue causando ese efecto en mí. Da igual lo que me diga y las veces que lo haga. Siempre me pongo roja cuando me piropea.

- Te quiero, Marcos. - digo abrazándolo muy fuerte. En respuesta, me besa muy fuerte en los labios, prohibiendo que se separen. Yo no impido que lo haga. Necesitaba esto. Necesitaba estar con él. Hacía mucho tiempo que al estar juntos no teníamos que mirar la hora. Mi novio siempre le quita minutos al reloj, a su lado las horas pasan tan rápido. Siento que cuando estoy con él no tengo que preocuparme por nada, que solo existimos nosotros y nada más.

- No quiero perderte. - dice en un susurro. Yo tampoco quiero eso, ¿cómo voy a hacerlo si es lo mejor que me ha pasado los últimos meses? Ha sido mi apoyo, el que nunca me ha faltado, desde que estamos juntos. Me doy cuenta de que lo necesito en mi vida.

- Ni yo a ti. Eso ya lo sabes. - le aseguro mientras paso una mano por su pelo ligeramente enmarañado.

Decidimos buscar una manera provechosa de acabar la tarde. A Marcos se le ocurre llevarme a dar un paseo para que conozca la zona. Acabamos dando dando una vuelta por el pueblo cogidos de la mano. Realmente me siento como una auténtica adolescente. Nos sentamos en una cafetería y tomamos un helado  mientras tomamos un helado. Exactamente igual que si tuviésemos quince años. Mi novio conoce a la mayoría de los habitantes del pueblo, no es demasiado grande y la gente se para a saludarlo diciéndole que hace mucho tiempo que no lo ve por aquí. Él les contesta que tiene mucho trabajo y está muy ocupado en la ciudad. Siento que me miran extraño, para todos ellos soy una desconocida, nunca me habían visto y no se esfuerzan en disimular su curiosidad. A Marcos no le importa hablar y presentarme como su novia delante de todos (al fin y al cabo es lo que soy). Me dice que la gente en su pueblo es muy cotilla, pero que no me preocupe porque intenten analizarme y darme el visto bueno.

- Después de todo somos una gran familia. - me dice.

Al día siguiente

Despierto a las diez de la mañana y Marcos ya no está a mi lado en la cama. Es raro que ya se haya levantado ¿a dónde habrá ido? Me incorporo ligeramente de la cama y me pongo una camisa suya que ya es casi mía . Abrocho un par de botones y salgo al balcón. Ya ha salido el sol pero al mismo tiempo hace demasiado frío, se me pone la piel de gallina nada más piso el umbral de la puerta. Las vistas desde esta habitación son impresionantes, se ve el mar y es tan inmenso como la calma que me trae observarlo. Una brisa golpea mi cabello despeinado y eso hace que me estremezca. Vuelvo al interior de la casa y cierro la puerta del balcón. Bajo a la planta inferior y busco impaciente a Marcos. ¿A dónde habrá ido? Me parece muy extraño que se haya levantado tan pronto sin avisar. Lo encuentro en la cocina preparando el desayuno.

- Buenos días. - dice en cuanto me ve. - ¿Cómo es que te has levantado ya?

- No te encontré en la cama y no me apetecía seguir allí.

Él se acerca para besarme.

- Tuve que ir al pueblo. Tenía que llenar la nevera urgentemente. Ahora solo espero que tengas hambre.

- La verdad es que sí. - admito pasándome una mano por mi barriga hambrienta. Ayer por la noche apenas hemos cenado.

Mientras comemos hablamos tranquilamente y proponemos ideas sobre lo que podemos hacer por la tarde. Estamos muy indecisos porque aún no sabe si llevarme a ver el pueblo de al lado o si damos una vuelta en el velero de sus padres. Al final nos decantamos por la segunda opción. Prepararemos unos bocadillos y así nos rendirá más la tarde.

Marcos se sienta a mi lado en el sofá y me pasa las manos por mi pelo rebelde que parece no querer aceptar  que lo coloquen en su sitio. Tiene las manos calientes en comparación con mi frío cuello. En realidad tengo un poco de frío porque solo llevo puesta una camisa de una tela fina y estamos a mediados de enero por lo que todo  influye.

Mi novio me da un beso en los labios y me estrecha contra él.

- Cariño, estás helada. - me susurra en la oreja y hace que me estremezca.

Mis dientes castañean ligeramente y Marcos me recubre las piernas con una manta que hay en el sofá.

-¿Cómo no se te ha ocurrido ponerte nada más? Solo llevas esa camisa...

- Tu camisa. - concreto.

- Te la regalo. - dice guiándome un ojo.- Te queda mejor a ti que a mí.

-¿Lo dices en serio? - decido seguirle el rollo, y empiezo a juguetear con los botones.

Marcos se da cuenta perfectamente de mis intenciones y decide ayudarme con mi tarea. Debe considerar de que
estoy yendo demasiado lento. Noto que está impaciente. Me arranca la camisa blanca y la tira al suelo, de manera que acaba en la alfombra.

El misterio de la verdad enmascaradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora