Capítulo iii. Ladrón

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Sobre una mesita en la habitación habían varios papeles esparcidos de cualquier manera sin un orden específico.

La mayoría no eran interesantes. Encontré entre ellos listas de compras para el supermercado, algunas recetas de pasteles, cálculos de algún tipo de gasto que no se especificaba, o viejos teléfonos en caso de emergencia.

Pero justo debajo de una hoja de roneo estaba un pequeño papel que llamó mucho mi atención.

La línea era ágil y delicada. Recorría el papel diestramente con curvaturas bien definidas. Aunque la delgada línea no era importante al lado de las florituras. Una arriba y otra abajo, una en la esquina superior derecha otra en la esquina de la izquierda y por último otras dos; en la esquina inferior derecho e izquierda haciendo una estrella de David invisible. Esos símbolos eran muy familiares, por supuesto. Eran los mismos símbolos que yo tenía tatuados en distintas zonas de mi cuerpo.

Los seis íconos de los elementos se encontraban en lo que, imaginé, era el mapa de A-Nea.

Esto sólo pude deducirlo gracias a un pequeño círculo en medio de la hoja que asemejaba a la curvatura del lago que tantas veces pude observar durante el año anterior.

Extrañamente este papel se me hacía muy conocido. Sentía que ya lo había visto antes... Alguna vez... ¿Pero cuándo?, ¿Dónde?

Doblé el papel y lo guardé en el bolsillo. Sabía que era importante, sin embargo en

sólo unos minutos partiría al norte con Ana y debía tener una idea, al menos, de a dónde nos dirigíamos y por dónde comenzar a buscar.

Ya tendría tiempo de pensar en el avión, si no me dormía.

Me dirigí al pequeño escritorio que estaba en una de las paredes alejada de mi gran habitación y encendí el laptop.

La pantalla brilló y en poco segundos tecleaba en el buscador el nombre de la ciudad a la que nos dirigiámos para buscar a mi amiga Liz.

Fue en ese momento cuando me di cuenta.

El calendario del buscador se encontraba en la esquina superior de la pantalla. El mes y el día de color rojo en contraste con el negro del resto de las fechas concordaban... pero... ¿qué pasaba con el año?

Corrí a mi televisor y lo encendí. Puse el canal de noticias. Esperé unos minutos.

No puede ser... No puede ser... ¡No puede ser!

Un spot en promoción. Un número imposible...

¿Han pasado tres años?

...

Contemplaba a la pequeña desde mi asiento.

Ella era todo hoyuelos y tirabuzones mientras veía los árboles pasar uno tras otro en la carretera.

Cada tanto señalaba alguno que se veía diferente en comparación al resto, con su manito.

Sólo una pequeña parte de mi cabeza notaba esos detalles. Mi mente, en casi su totalidad, se encontraba muy lejos del automóvil que viajaba desde el aeropuerto hacia el hotel.

¡No podía creer que habían pasado tres años desde que había estado en A-Nea!

Cuándo había salido corriendo de mi habitación y preguntado a viva voz cuánto tiempo había pasado desde el accidente de mis padres, Alexia me miró con una cara mezcla de extrañeza y diversión y hasta pude dilucidar lo que vino a su mente cuando contestó:

El Legado de A-Nea - A-Nea IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora