Capítulo 33

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- ¡Haced pedazos los montes donde los ermitaños se ocultan! Y cernid las arenas blancas y rojas para que no quede un solo hueso blanco. ¡Y no deis tregua de día ni de noche, pues aquello que fue alguna vez nuestra aflicción vuelve ahora desde el Occidente! –recitó Cranston con energía mientras se paseaba por la vereda.

Me acababan de descubrir la cabeza y aún no me podía creer lo que estaba sucediendo. Una vez más Cranston nos tenía acorralados. Frente a nosotros debía haber cerca de veinte hombres y mujeres, todos armados y con rostros cansados. Yo y mis amigos habíamos sido maniatados y arrojados al suelo. Nos habían llevado detrás del edificio llegando a un amplio y terroso terreno donde había otra construcción. Detrás de nosotros se elevaba una gran estructura de vigas de acero, bajo la cual habían excavado un profundo pozo para construir el sótano.

Y ahí, en medio de la noche, Cranston se veía lleno de energía bajo las luces de las linternas. Vestía una larga gabardina roja como la sangre, una camisa morada perfectamente planchada y unos pantalones marrones con unos mocasines. Traía su barba bien delineada, una tétrica sonrisa se dibujaba en su rostro mientras nos observaba con su único ojo.

Volteé hacia mis amigos con la esperanza de que alguno tuviera algún plan en mente, pero todos lucían demasiado asustados para pensar en algo. Jafet captó mi atención con unos extraños gestos que hacía con sus cejas, el chico me guio con la mirada a su mano que hacían un enorme esfuerzo por desatarse, traté de imitarlo.

- Cuando se me dijo que los encontraría aquí, al otro lado del país...lo tomé con absoluto escepticismo. Pero al final, lo que más buscamos siempre llega a nosotros cuando menos nos esforzamos, ¿no es así?

- ¿Cómo nos encontraste?

- Esa, Vanessa, podría parecerles una historia interesante, hasta cierto punto cómica. Digamos que, desde hace no mucho, recibí un mensaje escrito de una fuente anónima, afirmando que podría encontrarlos escondidos en la Soledad. Al principio dude un poco, no se puede confiar mucho en un informante anónimo, además, ya había estado allí antes, ya había preguntado por ustedes, ya los estaba presionando con el pago tributario y, sin embargo, los sentía más lejos que nunca. Creí que les había perdido el rastro. Pero decidí darle el elogio de la duda, porque, aunque todo lo anterior podía descartar la posibilidad de su presencia en el lugar, los hechos hablaban por si solos. Habían sido vistos por última vez en Texas, con la Gran Hambruna de Octubre debieron haber buscado algún refugio y la Soledad es el centro de supervivientes más importante de la zona.

- Nunca estuvimos ahí –se apresuró Alex.

- Ah, mi rizado amigo, eso es lo que diría alguien que sí estuvo ahí. No te preocupes, ya lo sabía, como dije, antes del silbatazo ya tenía mis sospechas. Y unas semanas después, un equipo mío los encontró husmeando en un viejo centro de supervivientes del gobierno ¿buscando a sus padres?

- ¿Entonces por qué no atacaste? –pregunté-. ¿Si sabías que estábamos en la Soledad, por nunca nos invadiste?

- Verás, Logan, la Soledad es una fortaleza. Con todos mis recursos, caería tarde o temprano, sí, pero con la masacre que se desataría, ¿qué me garantizaba no morirían sin hacer suficiente ruido? No serviría de nada su muerte si no los veía yo mismo a los ojos. Sus cuerpos se habrían perdido en un mar de cadáveres y no tendría jamás la seguridad de su muerte. Así que asusté a Ed, y al parecer funcionó. A la semana salieron corriendo como ratas. Luego de Palo Verde, con el Mercadito disperso, fue fácil evadir a Salvatore y dar con algún trovador que supiera a donde se dirigían. Si les hace sentir mejor, el dinero no fue suficiente para convencerlo de delatarlos. Hubo que hacer más. Pero no te preocupes, el ataque ya está programado para año nuevo y yo mismo estaré ahí y me aseguraré de que sus amigos...bueno, cuando se corra la noticia, nadie volverá a desafiarme.

Pandemia Parte IIWhere stories live. Discover now