Capítulo 34

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Corrimos tan rápido como pudimos con las balas pasando sobre nuestros oídos y los gritos amenazantes de Cranston detrás de nosotros, todos a una misma dirección: directo al enorme esqueleto arquitectónico de acero. Nadie estaba seguro donde corríamos y terminamos resbalando en la tierra, adentrándonos en el enorme agujero del sótano. El lugar, que por sí solo era un laberinto de vigas y columnas, estaba demasiado oscuro para distinguir algo. Sin embargo, no nos detuvimos ni en un momento. ¿Cómo seguí adelante con el cadáver de mi amigo grabado en mis ojos y un intenso dolor recorriendo mi cuerpo? Ni yo estoy del todo seguro.

- ¡Necesitamos llegar a la Caravana! –gritó Alan desesperado.

- ¡A este paso, Eric ya debe estar de vuelta en California! –respondió Alex.

- ¡No! –lo defendió Ellen- Podrá ser un imbécil, pero no nos abandonaría.

- ¡Al diablo la Caravana, necesitamos armas! –gritó Rawvanna señalando hacia el extremo derecho de la construcción- ¡Zombis!

No estaba seguro de como los había visto, pero con el hedor que llegó después, pude confirmarlo. Teníamos a los hombres de Cranston detrás de nosotros y si no hacíamos algo, pronto terminaríamos atrapados con los Zombis.

Me llegó una gran desesperación cuando mis amigos corrieron demasiado rápido y yo apenas podía seguirles el paso. Mi cabeza daba vueltas, me costaba inflar mis pulmones cada vez que lo intentaba y sentía un punzante dolor en el abdomen. Todo mientras la misma imagen de la bala penetrando la cabeza de Vic, la forma en la que sus ojos perdieron su gracia y se desviaron hacia el cielo, el silencio sé que se produjo...no me lo podía quitar de la mente, el suceso se repetía una y otra vez. Comenzaba a pensar que, si bien aún había oportunidad de escapar, yo no lo lograría. Terminaría ahí en esa enorme tumba, alcanzado por las balas o los muertos. Y las palabras de Cranston se metieron en mi mente, ¿y si era cierto? ¿moriría sin saber si mis amigos lo habrían logrado?

La molesta y nada divertida bocina de la Caravana resonó desde la oscuridad como una bengala lanzada al aire. No tardé en ubicar al vehículo al borde del abismo, unos diez metros por encima de nosotros, sus luces la delataban moviéndose rápidamente por el borde buscando alguna forma de bajar al agujero por nosotros.

- ¡Se los dije!

- ¡Tenemos que subir! –gritó Vanessa.

- ¡Por aquí! –nos llamó Ellen.

Sin saber a dónde iba, seguí la voz de la chica en la oscuridad mientras los disparos se escuchaban cada vez más lejanos, pero los gemidos de los infectados comenzaban a resonar con un gran eco. Casi me estampo la cara con la gran viga de concreto enterrada en la tierra que me salió de la nada, afortunadamente logré meter las manos y fue ahí cuando descubrí la escalerilla de acero.

Los disparos se detuvieron.

- ¡Aquí arriba, Logan! –me llamó Halston unos metros arriba de mí, parada sobre el sistema de andamios de la construcción.

No me detuve a preguntarme siquiera si la construcción era demasiado vieja y descuidada para soportar tanta acción, y comencé a subir hasta que Halston me ofreció ayuda para llegar al final. La tarima sobre la que estábamos parados no paraba de ladearse con nuestra presencia, pero cuando comenzamos a correr por los pasillos elevados ninguna de las estructuras provisionales de los obreros se derrumbó.

Agradecí haber subido a tiempo pues decenas de zombis no tardaron en inundar el sótano, y cuando se percataron de nosotros, comenzaron a estirarse tratando de alcanzarnos sin éxito. Temí que pronto empezaran a abalanzarse unos sobre otros como hormigas solo para subir y devorarnos. Nunca los había visto hacerlo realmente, pero en la Soledad habíamos escuchado todo tipo de historias disparatadas.

Pandemia Parte IIWhere stories live. Discover now