Bella of Oldstones

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*Tuve una recaída y me puse a ver el Hobbit... Y de pronto se me ocurrió esto, espero les guste, no se si en este sitio les guste este shippeo pero en lo personal me gustó... So disfruten y si quieren algo extra háganmelo saber *

Alto en las murallas de los reyes que se han ido, Bella bailaba con sus fantasmas.

Se dice que en la Montaña Solitaria hay un fantasma. Hay muchos motivos para creerlo; lo que un día fue un reino próspero con un Rey bajo la Montaña y joyas con el brillo de estrellas yacía ahora abandonado; la era de los grandes palacios tallados en piedra, de los elfos caminando bajo las estrellas y de las aventuras épicas donde el bien triunfaba con un final lleno de luz y esperanza se había terminado.

Solo quedaban canciones al lado de minas abandonadas y muros que en un momento estuvieron recubiertos de oro y joyas. Las sombras de dragones que hacía mucho eran piedra y terrores que dormían dentro de lo más profundo de la tierra esperando su momento. La Montaña Soliraria no era diferente a los palacios blancos llenos de hojas secas y donde el bosque ya había empezado a penetrar; quizá la hiedra aún no alcanzaba los interiores de lo que una vez fuera Erebor y la naturaleza no ha tocado el tesoro de grandes reyes caídos en desgracia y cuyos nombres yacen olvidados al igual que la lengua que se talló en sus tumbas.

Las estatuas han caído hace mucho y los enanos han tenido el mismo destino que los elfos y todas criaturas de antaño que ahora son leyenda; nadie desea comprobar de todas formas si quienes labraron la montaña fueron diferentes a los humanos, el miedo a la oscuridad protege los salones donde una vez hubo cánticos y fiestas cuando e el hidromiel corría por el río; y el miedo a los fantasmas aunque irracional es la última condena para que el olvido haga su trabajo.

Pero ellos no olvidan tan fácil, no ciertos detalles a final de cuentas. Las historias son el corazón de los hombres y de todos los pueblos de la Tierra que ahora domina. Quizá es el añoro a las épocas de antaño o la simple idea de tener algo que relatar a los niños antes de dormir; les hablan de la Ciudad de Lago, de la gloria de Erebor y de la furia del dragón que hizo a un príncipe enano buscar recuperar su corona. La historia había olvidado todos los nombres, menos dos de ellos.

Uno era el del fantasma que baila en las torres del reino y canta en los amplios vestíbulos en el idioma de los enanos a pesar de no ser uno. Dicen que por las noches ella danza entre los escombros de las salas derrumbadas, tiene los pies descalzos que no tocan el suelo y el vestido que a pesar de no ser largo o elegante está bordado con las más excelsas joyas mientras en su cabeza brilla una corona. Ella no es un enano, pero claramente es una reina.

Su nombre es Bella, solo ella sabe cuál fue su apellido en otro tiempo y que vino de las suaves colinas al otro lado de lo que parece ser el mundo. No siempre fue un fantasma, en otro tiempo sus pies tocaron el piso y sus ropas no eran más que telas coloridas con lazos simples que se vendían en el mercado. Solo ella recuerda el esplendor bajo la montaña donde una vez un enano de extraño sombrero le colocó una corona en la cabeza similar a la que llevaba el rey y que por mucho era impropia para cualquiera de su especie.

Ella no siempre fue la reina que conocen los hombres, la que solloza en las murallas y que por muchos años aún después de abandono de Erebor se quedó vagando en las ruinas del lugar donde fue más amada. Los hombres dicen que ella bailó con sus fantasmas hasta el día de su muerte, aquellos que murieron durante el terrible saqueo de los orcos donde Erebor cayó en desgracia y con aquellos cuyos nombres ya no recuerda. Pero ellos no saben que la reina bajo la montaña no olvida. Si olvidara jamás se hubiera quedado vagando escondida entre los jardines que construyeron como regalo de bodas para ella. Porque ella recuerda que una vez fue feliz en el refugio habitado por un dragón al que engañó y robó. Ella no era más que una ladrona contratada que las historias tomaban como una heroína; un miembro poco valioso para una compañía de trece aunque solo se recuerde los nombres de tres. Da igual a cuantos se olvidaran, ellas los tenía grabados en la mente, con los trece bailaría y a los trece habría de llorar por lo que quedaba de vida. Y ella jamás querría irse.

¿Por qué habría de hacerlo?

Pasó años de felicidad bajo su montaña, con el último gran rey de Erebor, Thorin Escudo de Roble a quien mantienen vivas las hermosas canciones donde se hacía alusión al rey que recuperó un reino de la furia del dragón y por el amor de una docella venció la enfermedad del oro y derrotó al enemigo. Las historias nombrarían su amor como el más hermoso y puro conocido, los evocarían cuando las mujeres soñaran con el amor verdadero pero también narrarían la pena de la Reina Hobbit cuando su esposo y sus sobrinos fueron muertos en batalla.

Hablarían en sus estrofas de su gran pena y de la locura que le siguió cuando los enanos abandonaron Erebor para nunca volver a verlos. Bella entonces se quedaría sola, con el viento y los muertos como única compañía; pero no estaba sola realmente, no cuando los ecos de la risa terminaron por cobrar vida en las trece risas que tanto amó en otro tiempo.

Entonces sonreía, porque sus lágrimas llamaban a sus fantasmas, aquellos que se amoldaban a sus manos y la estrechaban por las noches o bailaban con ella desde el amanecer en las altas torres de los reyes que se habían ido. Ella usaría sus mejores vestidos, aquellos de hermosas y coloridas telas, la corona de flores que Thorin había mandado hacer para ella, de diamantes con formas de flores y esmeraldas en forma de hojas. La llevaría orgullosa mientras se sentaba en el trono que sus sobrinos labraron con tanto amor para ella y luego ellos vendrían hacia ella.

Daría vueltas mientras Bufur tocaba la flauta y cantaba, reiría cuando sus amados sobrinos Fili y Kili la sorprendieran con el frío de la muerte, sonreiría cuando Ori leyera para ella y se sentiría dichosa cuando Thorin la tomara de nuevo en sus cálidos brazos y bailara con ella sin importar las estaciones o el lugar que ella hubiera elegido. Thorin con su voz profunda, con sus brazos fuertes y el brillo de sus ojos al mirarla, no tocaría el suelo cuando tomara su mano pero para ella no habría momento más feliz que acariciarlo una vez más antes de que se esfumara en la nieve o en las hojas del otoño.

Bailaría una y otra vez, cantaría en lengua antigua y lloraría mientras su corazón y su cordura se derrumbaban. Pero ella no se iría. Ese era su hogar y el de sus trece fantasmas, aquellos que tanto la amaron. Las canciones no hablarían de su muerte, pero se puede afirmar que fue tan dichosa como la vida antes de la desgracia. Bella bailó hasta que sus piernas dejaron de darle fuerza, hasta que el cabello de rizos de miel se volvió blanco y sus vestidos no eran más que harapos y su corona menos que un par de hilos de oro con espacios vacíos de gemas caídas al vacío.

Ella había dejado de ser joven hacía mucho pero sus fantasmas la miraban tan hermosa como el día en que se fueron, cuando ella se les unió volvió a ser la reina bajo la montaña, coronada de flores silvestres y de joyas; la que había amado y perdido, la que seguía amando a los fantasmas que bailaban con ella. Y ella nunca quiso irse.

Las historias dicen que en la montaña solitaria hay un fantasma, se equivocan, hay muchos de ellos, pero la única que se deja ver es la forma de una Reina de pies descalzos, nadie sabe que dentro, en el corazón de las montañas, la Reina Belladona Baggins esposa de Thorin Escudo de Roble y su séquito de trece enanos bailan sin importar si es de día o de noche sin importar el verano o el invierno al ritmo de canciones olvidadas por el hombre. Ellos ríen y entre vítores Thorin y Bella bailan en su reino plagado de riquezas tan felices como lo fueron una vez en vida y rodeados de aquellos a los que amaron y por quien fueron amados más.

Y ellos nunca quisieron irse. 

Bella of Oldstones (Bagginshield) (Thilbo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora