¡KABOOM!

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     Cuando todos quieren comerse el mundo, solo hay dos opciones: que se consiga o que éste explote. Aunque pueden suceder juntas, justo una después de la otra.

Llegó el día.

La graduación de UA era una realidad, igual que el enorme y bajo vientre que Uraraka arrastraba consigo. Porque su vientre había pasado de estar muy alzado a comenzar una lenta decadencia, prueba de que los mellizos nacerían en cualquier momento. Ya estaba pasada de su fecha de parto, lo cual era una tortura, pero torturada y todo, ella quiso asistir a su graduación para usar todo el traje, que más bien parecía una carpa sobre su cuerpo.

Bakugo sentía pena por ella, pero en silencio, porque jamás se lo diría. Nunca. Sería torturarse a sí mismo.

Estaban comenzando a llamarlos al escenario, primero el rubio, quien gentilmente se encargó de ayudar a subir a su novia cuando fue llamada luego de él. Obtenían grandes vítores, entre sus amigos y familiares, incluso Aizawa escondía su emoción luego de todo lo que había logrado con esa pareja. Secretamente, ellos habían sido su proyecto, a quienes no abandonaría pese a su contratiempo.

Mitsuki le gritaba a su hijo que sonriera para las fotos, Masaru y su consuegro eran los encargados de los flashes, mientras la señora Uraraka no hacía más que llorar. Era un cuadro conmovedor, gracioso y vergonzoso para los chicos. Y Uraraka, entre que reía y lloraba, sintió cómo la marea venía a ella.

''Katsuki'', dijo apuntando sus grandes achocolatados a la altura de los de fuego, ''me oriné''. El mencionado la vio horrorizado y al bajar la vista notó la gran poza que llegaba a sus costosos zapatos. Uraraka había roto fuente ahí, en su graduación, en el escenario, frente a todos. Más tarde, los padres notarían que habían captado cada segundo mediante sus fotografías.

''¡Katsukiiiiii me dueleeeeeeee!'', exclamaba la joven madre cuando era llevada en brazos por su novio y su padre, jalando el cabello del primero.

''A mi tambieeeeen'', era la obvia respuesta del joven padre.

''¡No, a ti no!'', se defendía la muchacha.

Iban en caravana hacia el hospital. Prácticamente toda la clase graduada y algunos maestros. Al llegar, Uraraka sabía que había tenido suficiente.

''No puedo pujar dos bebés...necesito la cesárea, necesito todo lo que me dope''.

''Necesitamos revisarte primero, Ochako. Y luego decidiremos'', fue la respuesta del médico.

Para su suerte, estaba a tiempo de obtener la cesárea, por lo que fue rápidamente preparada, al igual que Katsuki, quien fue provisto de bata, cofia, mascarilla y guantes para entrar a la sala junto a su mochi.

Ochako se sentía a punto de explotar, como un mundo luego de habérselo comido todo, hasta que sintió la anestesia hacer efecto en ella. Fue placentero, casi tanto como cuando concibió a los bebés.

''Muy bien, es tiempo de sacar a esta pequeña familia de su madriguera'', comenzó el doctor. No pasó mucho tiempo desde que habló cuando escucharon el primer llanto, ruidoso, señal que indicaba a los nuevos padres que ya no volverían a dormir.

Era un niño, con muy poco cabello, y lo que tenía casi no se notaba por ser rubio, muy rubio.

''Oh, oh'', alcanzaron a escuchar por parte del doctor antes del siguiente, ''creo que hubo un error''. Oh no, qué más podía suceder ahora, era el pensamiento de la joven.

''El segundo bebé no es niña, es otro varón''. La pareja abrió los ojos mientras se miraban, ciertamente era una sorpresa.

Y así llegó al mundo su segundo hijo, menos ruidoso que el anterior y con más cabello, un tanto castaño como el de la madre.

No podían creer por lo que habían pasado, y tampoco podían imaginar lo que continuaba. Era surreal sostener a dos seres humanos tan pequeños en sus brazos, y también lo fue para sus acompañantes, quienes debieron entrar por turnos a la sala, para no abrumar a los recién llegados. Ahora el desafío era nombrarlos, aunque no se sentían apresurados.

Las memorias de celulares colapsaron con todas las fotografías de orgullo, las abuelas al borde del desmayo como la vez en que se enteraron que sus nietos venían en camino, Katsuki no daba más de alegría al saber que era padre de dos perfectos chicos a quienes podía enseñar todo lo que quisiera.

''Nada de andar enseñando agresividades mal aprendidas tuyas'', era la sentencia de Mitsuki, pero no hacía falta, puesto que Katsuki deseaba que sus hijos fueran mejor que él.

Uraraka también se sentía feliz, aunque en el fondo, algo nuevo y extraño se gestaba en ella. Un nuevo y difícil desafío como padres primerizos.

-o-

Debía dejar la procastinación con esta historia y heme aquí. Ahora me voy a pensar nombres para los bebés (se aceptan sugerencias). El próximo capítulo estará más triste, para agregarle picante a la historia. Y si les pareció corto, recuerden que son one shots, esta historia tendrá saltos en el tiempo a medida que se me vayan ocurriendo xD

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