Reconstruyendo nuestro mundo.

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Un mes.

Un mes había pasado desde el nacimiento de los mellizos Bakugo, y sus padres tardaron diez días en nombrarlos. Ahora, por fin, poseían nombre: Katsuro y Aidan, cada uno con su respectivo significado. Katsuro exclamaba ser el hijo victorioso, consecuente con haber sido el primero en nacer, y Aidan era el pequeño fuego, siendo el menor.

En treinta días, los mellizos continuaban de un tamaño pequeño, bastante común en su calidad de hermanos y en el tiempo de vida que llevaban al exterior. Daban bastante trabajo, puesto que les gustaba comer – o mejor dicho, tomar leche – de manera cuantiosa y seguido, señal de que su padre los acostumbró desde el útero.

''Esto es tu culpa, Katsuki. Tú los hiciste así'', reclamaba Uraraka, una madre agotada, mientras que el padre, sonriente como nunca, dirigía el rostro hacia sus hijos.

En todo ese tiempo, que para algunos puede resultar mucho y para otros poco, la joven pareja fue lanzada a vivir en un apartamento como una familia nueva de cuatro, cuestión un tanto imprevista para ellos. Los señores Uraraka no poseían el espacio suficiente para recibirlos y los padres de Bakugo sí, de hecho, lo ofrecieron, pero Katsuki se negó argumentando que ya luego se haría difícil salir de allí, y que tampoco quería empezar a criar a sus niños bajo la dictadura de Mitsuki. Puede sonar polémico, pero era razonable.

El nuevo héroe, para suerte de todos, pero sin mayor sorpresa, consiguió trabajo de inmediato, lo cual automáticamente lo convierte en el proveedor del hogar, dado que su mujer aún no podía solicitar trabajo debido a la prematuridad de los niños.

Los hermanos, por su parte, llevaban un estilo de vida bastante particular. Despertaban tres veces durante la noche, exigían leche cada dos horas en el día, por lo que solían realizar sus desechos casi en sincronización. Era raro ocuparse de uno sin hacerlo del otro, y Bakugo estaba simplemente extasiado, deseando que tuvieran más tiempo de vida para poder enseñarles trucos y esas cosas. Pero no era así con Uraraka, y su novio ya lo percibía desde hace un par de semanas.

Cuando dejó el hospital, Uraraka se fue con una sensacion extraña, que no desapareció cuando arribaron a su nuevo hogar. Ella solo quería dormir y estar sola, pudiendo tolerar apenas a su pareja, pero con los niños le costaba. Todo el enorme apetito que tuvo durante los nueve meses, más el peso ganado, desaparecieron y su cuerpo comenzo a enflaquecer, estando al borde de lo poco sano. Gracias a las vitaminas otorgada por su médico, no perdió su leche materna.

''Mochi, despierta...'' sacudía levemente la mano de Bakugo el cuerpo de la morena a medianoche, ''Ochako, por favor...Aidan quiere comer''.

''Quizás necesita un cambio...déjame dormir'', se daba vuelta. Bakugo suspiraba.

''Ya lo cambie y sigue inquieto...vamos, sabes que le gusta comer a esta hora...''.

''Tendremos que cambiar ese hábito'', discutir a medianoche no era bueno. Nunca lo era.

''Por último solo dame tu pecho y te saco leche para el biberon, así puedes seguir durmiendo'', era el recurso final.

''No quiero'', decía la castaña al tiempo que enfocaba sus ojos en su amor mientras se llenaban de lágrimas. Esto era así casi todas las noches. Katsuki optaba por dejar listos con anticipación los biberones que serían usados durante la noche, a modo de no molestar a su mochi. Él realmente no tenía problema alguno en desvelarse y hacerse cargo de los niños, pero sus hijos exigían por su madre también, era como si mientras más ella se alejaba, más intentaban buscarla y acercarse.

Durante parte del día, la familia se reducía tres, pero realmente era poco el tiempo que estaban solos madre e hijos, dado que las visitas nunca faltaban, lo que era bastante conveniente en algunos aspectos. Cuando Ochako quedaba sola con los niños, los dejaba en otra habitación o muchas veces no sabía qué hacer cuando lloraban, por lo que simplemente dejaba que lo hicieran. Cuando las visitas aparecían, la joven solía encerrarse en su habitación, muchas veces para llorar, o tenía el tiempo para ducharse, hacerse cargo de ella de formas tan simples como hasta salir a dar un breve paseo.

''Mi mujer está enferma'', se atrevía a decir Katsuki frente a su amigo pelirrojo, ''lo vengo notando hace un tiempo, así que la llevaré a un especialista''.

''¿Aceptará?'', interrogaba atento Kirishima.

''Sí. Inconscientemente ella también lo desea. Es pronto para que este proyecto de vida se vaya al carajo''. Dicho y hecho, al día siguiente la pareja acudía a un experto.

Diagnóstico: depresión post parto.

Bastante común, pero no se suele hablar respecto a eso. Se hacía preciso que Uraraka comenzara a tratarla, puesto que sin aquello, podia tener resultados fatales para ella o los niños.

Era duro. Tener dieciocho años y acarrear una depresión, más aún con una nueva vida y dos vidas que dependen totalmente de ti, pero ahora que Ochako conocía lo que ocurría dentro de sí, estaba dispuesta a combatirlo como la heroína que era.

Siguiendo el camino indicado y con una pizca de suerte, las cosas mejorarían dentro de los próximos meses.

ºººº

//Siempre es bueno añadir un poco de realidad a los fics. El próximo capítulo quizás tengamos un salto en el tiempo.\\

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