Narrado » 10

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Nada más da un paso, su primer impulso es el de cerrar la puerta tras su espalda cuando entra, pero entonces, el aroma pesado que el omega ajeno destila, una especie de “ácido” en forma de feromonas molestas, golpea su nariz en una mezcla de desesperación y miedo, una mezcla que él reconoce muy bien de cierta forma. Porque es una reacción a lo desconocido y a la inseguridad constante de no saber qué sucederá consigo en un ambiente algo distinto a lo acostumbrado o, de forma simple, miedo a sentir de nuevo “eso” que tan atormentado mantiene su pobre mente.

Las posibilidades y razones se encuentran ahí, envueltas en una vorágine amenazante a un TaeHyung que sigue con la idea en la cabeza, sigue con que ese anillo sí pertenece a aquel grupo que tanto lo marcó, sigue con la historia repitiéndose en su mente y volviéndose, en sí, un dilema cuando su propia voz mental lo regaña, maldice y le argumenta, de alguna manera, que puede ser solo una coincidencia estúpida unida por culpa de su paranoia... por esas malditas y repetitivas pesadillas.

Y entonces, están las ganas de echarse a llorar por ser un estúpido, por sentirse estúpido, por pensar que es estúpido y comportarse como uno.

Por ser inútil.

Esa voz molesta no deja de repetirle que salga lo más pronto de ahí y no haga nada que cualquier idiota haría, le pide que piense y ordene a YoonGi marcar a la policía para reportar a un omega desconocido con el peligro de morir junto a sus cachorros debido a la carencia de una marca adecuada. Pero luego llega el miedo, “las probabilidades” y se detiene en seco.

TaeHyung está consciente de cuánto se sumerge en ese bucle tan peligroso.

Por otro lado, la bandeja yace temblorosa entre sus manos, con escalofríos claros haciéndose presente por toda su espina mientras se acerca a los pies de la cama. Desliza la misma fuera de sus dedos y se toma solo unos momentos para intentar hacer uso del oxígeno adecuadamente debido al fuerte aroma impregnado en toda es habitación tan cerrada.

Apesta a anhelo, anhelo a una superación cuyo tema TaeHyung, como omega, intenta hacerle comprensión. Sin embargo, cuando aprieta su estómago y esa molesta voz en su cabeza le hace de frente a cierto tema que lo enferma, no puede más que solo asfixiarse entre ese pesar pululante.

—No sé si yo pueda ayudarte. YoonGi dice no haber logrado entablar contigo una conversación como tal en todo este tiempo y, de verdad, ya es muy preocupante —dice de buenas a primeras a modo de saludo, pero es por su necesidad de liberar todo eso antes de sentirse débil—. Yo soy omega y dudo ser un peligro para ti, pero, por si acaso, mantengo mis distancias. En fin, ¿podríamos hablar de omega a omega?

No espera respuesta ante su leve vómito de palabras y, sin embargo, la cama cruje con el movimiento de un cuerpo tembloroso. Él se mantiene con la cabeza baja, con el temor de llegar a asustarlo si hace el solo amago de mirarlo de forma directa pese a la fuerza con la cual lo carcome la curiosidad de inspeccionar su estado un poco más allá de simples fotos tomadas por YoonGi.

Cuando se lleva por esa desesperación, tambalea su peso de un pie a otro en un intervalo de tres segundos exactos.

—Tienes una marca en la muñeca —le dice de repente el omega escondido bajo las sábanas.

El tono monótono, tan seco, lo asalta. Es una voz suave rota en años de súplica amortiguadas contra una oscuridad apabullante tan densa como marcas sempiternas. Una ternura inexistente y poco capaz de transmitirle una de las principales características del omega: dulzura.

Frente a él yace un omega marchito.

HIATUS | Entre los latidos de un corazón marchito. » YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora