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Se detiene solo un segundo y sus ojos pican en una sensación extraña de pánico e incertidumbre que lo carcome cada vez con más rapidez de la que debe, con la sensación de debilidad ceñida a su pecho y un ahogo mental hablándole, advirtiéndole a él y a su cordura el peligro que muy seguramente corre.

Y es que conoce lo que TaeHyung vivió, conoce del miedo arraigado en ojos llorosos y una sonrisa inexistente, noches sin dormir por las pesadillas que atormentan a una pobre alma criada para un solo propósito, un fin erróneo que ha ido derrocándose con el tiempo y el cambio para bien de mentes capaces de pensar más allá del beneficio propio; del beneficio para una población más que podrida entre estatus y pensamientos egoístas.

Porque AgustD conoce lo que es detenerse delante de un cuerpo encogido y traumado entre imágenes y sensaciones ya fantasmas, producto de todas aquellas pesadillas tan reales como terroríficas; de manos al aire alzándose contra un pobre cuerpo y la sensación de abandonar un cuerpo que estuvo contigo durante nueve cortos meses que nunca volverán a ser igual ni le permitieron ninguna ilusión antes de que le arrancasen de los brazos aquella luz que él tanto amó.

Una a la que se aferró a pesar de que no debió.

"Quizás solo soy yo" dijo una vez el omega. Sus cabellos desordenados entonaban un rostro hinchado entre lágrimas y una nariz roja, sus manos temblorosas presas de un pequeño tic nervioso como lo era el enlazarse tras sus hombros, en un extraño abrazo que poco bien le hacía a una madre sin hijos al cual poder entregarle su calor. "¿No lo crees? Siempre me los arrancaron... dos, cuatro, siete días después de que abandonaron lo que fue su hogar. ¿Acaso mi destino era destruirlos?" Era el discurso tan repetido y ensayado del que AgustD soportaba de buenas a primeras, porque aunque no lo entendía, no, TaeHyung no estaba bien. "Por eso me los quitaron, Suga... porque yo no los valoraría. ¿Tan estúpido como madre llegaría a ser? Ellos siempre tuvieron razón... y ahora... ahora es casi imposible que yo quede encinta de nuevo. Estoy... estoy destruido."

Ese omega cuya sonrisa era capaz de volver feliz incluso al alfa más huraño, ya no existía. Y dolía verlo de esa forma: tan molido como destrozado, tan encogido y temeroso a las palabras que pudieran lastimarlo. Aceptaba todo sin pedir nada, incluso una esquina en la cual pudiera cobijarse a sí mismo con la nada mientras no fueran golpes quienes lo llevaran a su sueño.

Y eso lo destrozó. Lo destrozó ver que no había brillo en sus ojos. Lo destrozó ver que sus caricias no mostraban más que un ensayado sentimiento de calidez falsa que se sentía más fría que un pobre témpano.

Y quizás por ello, el mismo omega terminó acunado bajo sus brazos, una compra que redujo varios ceros en su cuenta durante un par de años antes de recuperarla como era debido, pero en el cual valió la pena porque el próximo esfuerzo que él situó para el bien de ese pequeño tigre apaleado, tuvo los resultados que aún luchaba por conseguir.

Ya no se dejaba de otros, era uno de los grandes pasos que tan orgulloso lo hacía sentir.

Sin embargo, mantenía un miedo al roce de alfas y a esas insinuaciones que recibía a diario...

Algo que, para mal, hacía retroceder muchos de sus avances.

Unos avances que el mismo TaeHyung se negaba a perder.

Unos avances que el mismo TaeHyung se negaba a perder

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HIATUS | Entre los latidos de un corazón marchito. » YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora