Prólogo: Primera Alma

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Arrastraba tras de sí una gran espada, dejando un rastro de sangre en las dulces flores de primavera. Estaba cubierto por una gran armadura, con medio rostro y sin brazo izquierdo. La espada tenía un ojo que observaba un bello manantial, donde un antiguo castillo en ruinas se alzaba.

Los pájaros cantaban tranquilamente mientras la muerte se acercaba a las puertas del castillo. Tan solo quedaba el trono y sus gruesas paredes. Un hombre estaba sentado en el centro de la estancia, cubierto de vegetación. Abrió los ojos, eran azules como el agua que rodeaba el castillo, se levantó apoyándose en su gigantesca espada.

—¿Quién eres? —dijo el rey caído con una voz ronca—, acabo de despertarme, ¡Largo de mi castillo!

El caballero errante continuó su marcha con la melodía de su espada, en el interior de su casco se atisbaba uno destello rojo.

—¡Ni un paso más!

El caballero saltó en el aire, levantando su espada . El rey interceptó el tajo y lo empujó lejos de su trono.

—Si esto es lo que quieres, por mí está bien —dijo mientras bajaba de su trono y se acercaba al caballero.

Se encontraban uno frente a otro, el caballero se puso en pie con ayuda de su espada, con el ojo apuntando al rey.

—Me gustabas más cuando estabas de rodillas frente a mí —dijo el rey con una leve sonrisa en sus labios.

Las espadas hacían saltar chispas, el sonido del metal contra el metal inundó la estancia, la respiración del rey se volvió cada vez más fuerte, y la sangre comenzó a teñir el suelo.

La espada del errante arremetió contra la gigantesca del rey, haciendo que retrocediese por el impacto. El rey apoyó su peso en una rodilla, tenía heridas en todo el cuerpo, la sangre comenzó a brotar de su boca.

—Parece que ahora soy yo quien se arrodilla.

Se levantó y se dio la vuelta hacia su trono, dejó la espada a su lado y se sentó apoyándose en ella, rendido.

—¿Quién eres, acaso eres humano?

El caballero avanzó despacio con su tintineo.

—Es extraño, esto me recuerda a la pesadilla que acabo de tener —dijo el rey observando el cielo—. Esto debe ser un castigo de los Dioses.

Dirigió una última mirada al errante y respiró por última vez mientras le clavaba la espada en su corazón.

—Así es como debe morir un rey —dijo mientras cerraba los ojos.

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