Capitulo 2.-
Esperaba impaciente se sentía un poco extraño entre tantas personas de ropas caras y joyas finas, él no era nada más que un simple ranchero que esa mañana se puso su mejor camisa para ir a esperar al aeropuerto a aquella que era su mayor ilusión, por fin estaría frente a ella ya no tendría que conformarse con fotografías. La noche anterior a penas y había podido dormir, no le era fácil conciliar el sueño con tantas emociones dentro de sí, espero por mucho tiempo por ese momento en que ella regresara. En un principio las cartas recibidas era su fuerza para despertar cada mañana, aunque con el tiempo se fueron haciendo más distantes hasta que finalmente un año atrás desaparecieron por completo pero él seguía manteniendo vivo dentro de su pecho aquel amor. Del bolsillo de su camisa saco una fotografía donde ambos sonreían, eran tan solo unos chiquillos,Annie en ese entonces no tendría más de quince años.
Se sentó nuevamente en la sala, mientras jugueteaba con su sombrero, estaba impaciente pero nadie más que él era culpable, presentarse una hora antes de que el avión aterrizara no resulto ser una buena idea después de todo, tenía que reconocer que estaba ansioso, espero por tanto tiempo y ahora por fin podría estrecharla entre sus brazos ¿Cómo sería ese momento? ¿Qué pensaría Annie cuando lo viera? Miraba con recelo a todas esas personas que lo veían como si fuese un bicho raro, pero a decir verdad estaba acostumbrado a que las personas lo observarán de esa manera, no sabía si era por su color de piel o por su vestimenta, pero la verdad eso poco importaba, lo realmente importante era que pronto estaría junto a ella. Sonrió con el alma llena de dicha cuando por fin anunciaron la llegada del vuelo, respiro profundo y se puso de pie.
Annie tomo aire antes de ponerse de pie, su prometido le ofreció su mano pero ella temblaba como una hoja y amablemente la rechazo, quería sonreír pero solo logro que en su rostro se dibujara una mueca, su boca tenía un sabor amargo, sabía a lo que tendría que enfrentarse, rogaba al cielo porque Candy no tuviera la brillante idea de ir a recogerla al aeropuerto. Camino siguiendo a sus acompañantes hacia la salida, una chica de cabello rubio y ojos esmeralda se interpuso en su camino sonriendo con entusiasmo, le ofreció una triste sonrisa mientras la escuchaba hablar delante suyo, casi no entendía palabra alguna de lo que decía solo caminaba como una autómata.
-¿Te quedaras con nosotros?-pregunto la chica
-No…no lo sé debo ir a la Villa de mis padres-respondió nerviosa
-Por favor An te necesito conmigo, no creo poder soportar a la tía abuela Elroy-suplico haciendo un puchero
-No creo que a mi hermana eso le parezca buena idea-dijo con una sonrisa
-Estará bien, por favor solo hasta mañana ¿Si?-continuo-Estoy segura que habrá una gran fiesta y tú tienes que estar ahí
-De acuerdo veré que puedo hacer-dijo con resignación
Bajó las escaleras y se aproximaron hacia la sala de espera, ni siquiera pudo tomar la mano de su prometido, mucho menos después de toparse con la mirada asesina de Stear, sabía que no estaba de acuerdo con su comportamiento pero nada podía hacer tenía su objetivo demasiado claro y no renunciaría ahora que estaba tan cerca, aunque sin duda alguna muchas personas podrían salir lastimadas. Para ella nada era imposible y después de todo el ofrecimiento de su amiga no era del todo una mala idea, así podría posponer decir algunas verdades un poco más, solo un poco más se repitió dentro de su mente.
Al entrar lo primero que vio fue un chico alto de piel canela que sostenía un sombrero en su mano, era él y su corazón salto dentro de su pecho al reconocerlo, pero tenía que seguir siendo fuerte, no podía ceder ante todas aquellas sensaciones que estarían en contra de sus planes, que difícil fue reprimir los deseos de correr y cobijarse en aquellos fuertes brazos del hombre que amaba más que a nada en el mundo. Se acerco al grupo de jóvenes con una sonrisa y ella fingió indiferencia, no podía permitirse ser débil ni mucho menos llorar.
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Amarte a ti
FanfictionCandy aprenderá que las traiciones vienen de quién menos lo imaginamos