ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟛

444 78 27
                                    

Malena entró a la enorme oficina,  llamó varias veces por su nombre a la secretaria, pero ella no apareció, sus ojos deambularon por un tiempo, observó fotografías, adornos y cuadros. Pasó una mano por el escritorio, silbó al pensar que iba a tener una igual y sin quererlo, estuvo a punto de volcar el agua de un florero encima de  de una pila de carpetas.

El teléfono encima del escritorio comenzó a sonar, miró en la pantalla el nombre de su jefe y lo Atendió.

—¿Sofía? —dijo Pablo —. Envié a la chica nueva hace una hora.

—¡Umm! Señor, soy Lena. Sofía no está aquí, llevo mucho rato esperándola.

—Supongo que tuvo que salir. Espérame ahí, yo te voy a mostrar cuál va a ser tu trabajo.

Las piernas de Lena se sentían muy cortas al tratar de seguir los pasos de Pablo, ella no era tan bajita, aunque entró jadeando al elevador. Se apoyó en la pared trasera del aparato tratando de recobrar el aliento.
La cabeza de Lena comenzó a dar vueltas, el piso bajo sus pies parecía gelatina, recordó que había entrado en ayunas y ya casi era hora de almorzar.

—¿Ya firmó su contrato?

—Eh. Si, Señor...

Lentamente empezó a resbalar por la pared y cayó al suelo, Pablo la miró desde arriba y se agarró la frente con la mano. Presionó el botón del intercomunicador y pidió la enfermera esperara en la planta baja. Al cruzar la puerta un grupo de personas tomó de sus brazos a Lena y la llevó a la enfermería.
Con la cabeza hecha un revuelto y la visión borrosa, despertó cantando "Whole lotta love".

—¡Ay! Que bonita lámpara —Lena puso un puño en su mejilla —. Hola amor, linda camisa.

Le hizo ojitos al jefe, él no pudo contener la risa y tuvo que darse vuelta.

—Que alguien le compre algo de comer. La necesito lo antes posible.

—¡Todavía hay tiempo! —gritó Lena —. Cierra los ojos, solo el amor te guiará a casa.

Ella corría a través del pasillo, acomodando la falda gris, la camisa blanca, tratando de caminar con zapatos tan altos como zancos que la estaban matando

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ella corría a través del pasillo, acomodando la falda gris, la camisa blanca, tratando de caminar con zapatos tan altos como zancos que la estaban matando. Golpeó la puerta y esperó una orden para entrar, cuando la oyó, lo hizo lentamente; no porque fuera necesario, si no porque le faltaba habilidad para manejar los tacones.

—Lena, ¿Le gusta el cine?

—Si, un poco.

—Lo antes posible necesito destinos turísticos ligados a películas famosas de los últimos tres años. Guías informativa, teléfonos de oficinas turísticas, toda la guía gastronómica ¿Puede hacerlo?

—¡Claro! Señor.

Lena se quedó parada en la puerta sin saber qué hacer o decir.  Lo cierto era que en su casa nunca sobraba el dinero así que nunca tenía lo suficiente para pagar una entrada y apenas le alcanzaba para cubrir el pack de datos del celular así que ver una película consumía todo en poco tiempo y no podía darse ese gusto.  

El pasillo se llenó de gritos, corridas, la gente afuera iba venía, tapaban sus bocas con las manos y lloraban. Alguien golpeó la puerta y entró sin esperar una indicación. Era la secretaria que había recibido a Lena en la entrevista.

—Apareció Sofía, señor —dijo llorando —. Nunca salió del edificio.

—¿Dónde está, Sonia? Dígale que venga.

La secretaria desaparecida, ahora colgaba del caño de una ventana de su oficina, en la cornisa había dejado un sobre que contenía  varias cartas dando las razones para tomar semejante decisión.

El viento meció el cuerpo unas dos horas después de haber sido descubierto, hasta que la policía logró desatar los nudos y retirarla.

«La muerte no es excusa para dejar de trabajar», le dijo su jefe antes de salir y le entregó una pila de carpetas.

Lena entró a la casa, después de dar una larga declaración a la policía por haber estado en el lugar de los hechos, con una portátil en las manos y miles de papeles.

Peluche salió a recibirla, pero ya no era como antes, había desaparecido su tono afeminado, vestía una remera negra y calzoncillos de tela.

—Muñeca preciosa ¿Cómo fue el primer día de cadetería? —La miró de abajo a arriba y se rascó la cabeza —. Lindo uniforme, bastante formal para un cadete.

—Lamento informarte, mi querido Peluche, que no soy cadete. Soy la nueva secretaria de presidencia.

—Lena ¿Estás segura que no estás delirando?

Tocó la frente de Lena para sentir si tenía fiebre y de verdad estaba delirando.

—No mi Peluchín. Me quiero morir.
Se agachó frente a ella y agarró sus manos.

—Hasta que se de cuenta que eres incompetente, aprovecha a juntar dinero para pagar las cuentas.

—Ya se debe haber dado cuenta que soy una idiota. La enfermera se rió de mí, dijo que intenté ligar con él cuando me desperté del desmayo.

—¿Te desmayaste?

—Me bajó la presión en el elevador, mi jefe me llevó a la enfermería y después me pagó el almuerzo.

—¿Y ya te ató a la cama o algo por estilo?

—Creo que va a ser peor me va dar latigazos enfrente de todos los empleados cuando se entere que soy una mentirosa.

—¡Uf! Tentador. Con ese jefe tuyo hasta yo me puedo volver gay para que me azote un ratito.

—Mira Peluche, su antigua secretaria se suicidó y me mandó más trabajo. Así de frío es, si me azota va a ser para que de verdad me duela.

—Lena, preciosa. Que esto te enseñe dos cosas, uno, no debes mentir sobre tus capacidades y dos, que tu jefe se vea ardiente como el mismo infierno no quiere decir que lo sea.

NO FUE UN ERROR © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora