Capítulo 7.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, sentía la sangre de mi cuerpo bombear y bombear, y escuchaba aquel cotidiano sonido estallarme y golpearme detrás de las orejas. Los ojos negros de mi padre se elevaron y se clavaron en los míos, pero yo estaba petrificada, no sabía cómo reaccionar, no sabía qué hacer, era como si en aquel tiempo el recuerdo de éste se hubiera borrado de mi cabeza puesto que esta últimamente se había empeñado en rememorar y rememorar la desgracia que estaba viviendo y no los buenos momentos que había dejado atrás en compañía suya.
Las lágrimas se amontonaron en mis ojos y fue cuando finalmente los brazos de mi padre se abrieron y yo corrí a refugiarme en ellos como si fuera una niña pequeña llorando por el último regaño de alguna de sus maestras de la escuela que únicamente buscaba apoyo para sentirse mejor.
Oculté mi rostro en su pecho y aspiré su olor con fuerza, me aferré a ese par de fuertes brazos que sabían a hogar, a amor y a una vida compartida por los recuerdos más solemnes. Vito Boy estaba aquí, conmigo, después de todas esos días creyendo que jamás volvería a verlo.
—Papá —hablé en un susurro, con la presión de mi garganta pidiéndome que dejara salir aquel sonoro sollozo que luchaba por ser lanzado.
Lo había extrañado tanto, realmente había añorado este reencuentro con cada centímetro de mi cuerpo y con cada día que pasaba sin estar cerca de casa.
Sus manos viajaron a mi cabello y fue cuando empezó a peinar con sus dedos los mechones rubios de este, levanté la mirada y Eliana nos miraba enternecida; la miré instándola a acercarse y ella negó con la cabeza varias veces dándonos la espalda para dejarnos disfrutar de ese momento fraternal únicamente a padre e hija.
—Waverly, Mi preciosa niña, creí... —su voz se cortó y lo escuche carraspear intentando aclara su garganta. Hombres, definitivamente siguen empeñados en creer que son seres humanos superiores que no pueden llorar puesto que piensan que las lágrimas alterarían de alguna manera absurda la fórmula de su hombría— creí que nunca volvería a verte...
Se separó de mi cuerpo y acarició mi rostro retirando un par de cabellos húmedos por las lágrimas sobre este; sonreí soltando otro par de lágrimas y puse un dedo sobre sus labios para silenciarlo, mirándolo fijamente como si estuviera diciendo: "aquí estoy, no me he ido a ningún lado"
—Papá, tranquilo. Estoy bien, no pueden conmigo —me erguí en mi lugar sonriendo y él me devolvió la sonrisa suspirando con alivio, antes de dejar un casto beso en mi frente.
Nos levantamos del suelo en el que desde el momento del reencuentro habíamos estado postrados y caminamos hacia una de las ventanas por las que únicamente entraba la luz.
—Eliana —habló mi padre acercándose a la mujer que hasta el momento había permanecido callada; caminó hasta ella y puso una mano sobre su hombro de manera conciliadora.
La mujer se dio la vuelta y lo miró fijamente con ese par de zafiros azules idénticos a los míos, achicó los ojos y fue cuándo vi que enlazó con sus manos el cuello de mi padre y se aferró a él sollozando, como si su agarre sobre este fuera su único salvavidas en ese momento.
—Vito, yo... yo lo siento tanto, soy la peor mujer del mundo. Decidí abandonarlos porque creí que estarían a salvo; pero ahora, ahora también nuestra hija está en peligro. Luke, Luke planea algo grave, lo sé, lo vi en sus ojos desde que Waverly llegó a esta casa —su voz se apagó y yo sentí una punzada de dolor en el pecho—. No pude protegerla, no fui una buena madre antes y no pude ser una buena madre ahora.
—Shhh —la silenció mi padre acariciando su cabello suavemente, envolviendo su cuerpo con sus brazos antes de separarse y mirarla a los ojos—. No puedes culparte tú sola de esto, Luke tiene la culpa de todo, aunque yo tampoco puedo decir que salgo con las manos limpias de esto; yo, yo debí haber imaginado que algo como esto pasaría alguna vez. Nunca hay suficiente paz luego de la tormenta, por eso los temblores suceden dos o más veces.
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Entre Recuerdos Y Armas
Novela JuvenilHasta hace unos meses Waverly Boy tenía una vida normal, un padre amoroso, una vida estable y completamente alejada de toda clase de emociones peligrosas. Pero, una parte de ella siempre estuvo incompleta, un profundo dolor se instalaba en su pecho...