Cuándo El Enemigo Se Une

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Capítulo 4.

Salgo de la habitación con los brazos cruzados y el ceño fruncido; después de tres días completos de no haber recibido alimento y solo haber bebido agua, tres días completos de no haber dejado las cuatro paredes de mis aposentos ni nada de eso. Afortunadamente el labio roto que Luke me había ocasionado ya sanó por completo gracias a los cuidados de una mujer muy amable que se hace llamar Lola; y mi ojo morado ya por lo menos puede permanecer más de cinco minutos abierto sin dolerme demasiado.

Me dirijo a la cocina por algo de comer cuando finalmente me hube tomado una largo baño, camino por todo el lugar bajo la mirada de varias jóvenes de mi edad, algunas se pintan las uñas, otras se maquillan y algunas restantes me miran de mala manera.

Las ignoro y sigo caminando hasta llegar a la cocina; Eliana se encuentra cómodamente apoyada en el umbral de la puerta con una taza de porcelana blanca entre sus largos dedos, de espaldas a mi cuerpo, por lo que no puedo ver su rostro hasta que entro en la cocina. Llego hasta ella y paso por su lado buscando algo en la nevera, tomo una manzana, me la llevo a la boca, y sin mirarle, me siento en el comedor.

—¡Waverly! ¡Saliste! —Exclama con una sonrisa eufórica a la que solo correspondo fulminándola con la mirada—. ¿Qué te pasa? —pregunta confundida.

Sin darle tiempo de seguir con el interrogatorio, trago un trozo de manzana y finalmente abro la boca para hablar:

—Solo tengo dos cosas para decir, la primera: ¿Qué demonios es este lugar? ¿Quiénes son? ¿¿Por qué hacen esto?? ¿Por qué me trajeron aquí? —demandé una respuesta saliéndome paulatinamente de control—. Ya presté ese "primer servicio" —hice comillas con los dedos al final de la oración antes apretar los parpados para no llorar al recordar ese fatídico día— creo que merezco algunas respuestas.

—Lo siento mucho Waverly —Se remoja los labios con la lengua y continua—: ¡Pero lo que sucede aquí no es de tu incumbencia! —aparta la mirada.

—¡Oh claro! ¡No es de mi incumbencia! —Repito sus palabras apretando los puños con fuerza mientras los engranajes de mi cabeza empiezan a trabajar en las piezas del rompecabezas y mientras éste termina de tomar forma en mi mente—. ¡Ya entiendo todo! ¡Son una mugrosa compañía encargada de desgraciarle la vida a los seres humanos del sexo femenino! —trago saliva con fuerza acompañado de un nuevo pedazo de manzana y continúo—: ¿Y tú? Siendo una mujer, ¿Cómo puedes apoyar esto? ¿No tienes hijas? ¿Te gustaría que alguna de ellas tuviera que ser obligada a elegir esta vida para no morir?

Eliana posiciona su mirada ahora ennegrecida en mi semblante hinchado por la ira; aparta la mirada como si de alguna manera mis palabras hubieran tocado un profundo pedazo de humanidad en ella, como si realmente sintiera dolor por las cosas que acabo de espetarle. El pensamiento casi me hizo sonreír, como si una mujer que apoye la porquería que sucede frente a sus narices en este lugar llegara a dolerle algo.

Cuando estoy a punto de darle un nuevo mordisco a mi manzana, ella me detiene tomando descaradamente una de mis manos entre las suyas suspirando.

—¡Suéltame! —La aparto con brusquedad—. No quiero que vuelvas a tocarme, dejé que lo hicieras en la habitación esa vez; pero justo en ese momento yo estaba demasiado confundida todavía —intento calmarme inútilmente—, no volverá a pasar.

—Waverly —me llama en un susurro y yo vuelvo a clavar mi mirada inexpresiva en ella—. Escúchame, no quiero dejarte sola en esto, me necesitas, y yo...

—¿¿Tú qué??

La veo juguetear con ambas manos y morder sus labios con fuerza varias veces.

Entre Recuerdos Y ArmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora