#10. Bajo mi condición

273 7 11
                                    

Paul McCartney era un hombre que disfrutaba tanto su juventud. Quizá no tenía un cuerpo atlético ni mucho menos musculoso pero sabía cómo agradar a las chicas. Ese era su poder.

Ellas le decían que su rostro era angelical, y quedaba perfectamente con su cuerpo y personalidad.
Paul pasaba esas cosas por alto y sólo se dedicaba a tener un buen momento con sus chicas. Todo era divertido hasta allí; sin embargo, un día la vida le dio un giro de 180 grados.

Desde temprana edad sentía atracción por las mujeres, incluso su madre le encontró dibujos de mujeres desnudas en sus bolsillos. Era obvio para él que su heterosexualidad estaba más que definida. No recordaba tener algún sueño homosexual o relación de esa índole.

Bueno, las cosas cambian, para bien o para mal. Lo que sí es seguro es que te llevas sorpresas...

★★★

El pelinegro estaba muy agitado, acababa de llegar de trabajar y debía preparar una cena digna para su cita.
Se sentía nervioso pues era la primera cita que tenía (al menos de manera formal), ya que las anteriores eran sólo para pasar el rato.

Pero no era tampoco cualquier cita, se trataba de una ocasión muy especial para él. No debía fallar.

Tan sólo faltaba hora y media para que su cita llegara y él ya tenía todo en orden, fue entonces que se decidió ir a cocinar, no tenía nada en mente. Pensó en improvisar unos camarones al mojo de ajo, fue lo que primero encontró en su refrigerador; preparó una ensalada mixta y preparó un arroz con algunas verduras enlatadas. Lavó y coció un brócoli para luego empaparlo de huevo y dorarlo.

El aroma le provocó hambre, debía esperar a la cena; no había comido nada además de un café con algunas galletas.

Al ya tener la cena lista decidió lavarse las manos y se acercó a la puerta: se supone que en ese preciso momento debían estar tocando a la puerta. Pasaron algunos minutos y McCartney comenzó a desesperarse. Se esmeró en aquella cena y si esa persona le fallaba seguramente la mataría si la topara en la calle.

Aquellos pensamientos se vieron interrumpidos por tres toques provenientes del exterior. De un salto llegó hasta la puerta y abrió de inmediato.

-Buenas noches -sonrió al ver a su visita -, pensé que no llegarías.

-Me gusta confundir a mis conocidos -un hombre de nariz aguileña y cabellera castaña estaba parado frente al pelinegro -. ¿Puedo pasar?

Paul asintió y el castaño se adentró a su casa. Sentía nervios. Y sus manos temblaban cual si fuera un sismo. Jamás pensó que llegaría a algo como eso, no estaba en sus planes más lejanos. Pero como dije, las cosas cambian y de manera rotunda.

A pasos lentos y pronunciados siguió a su invitado hasta la sala.

-Permíteme tu saco -habló el pelinegro.

El hombre de ojos de avellana se sonrió y dejó que su compañero le quitara el abrigo que llevaba puesto. Éste lo hizo con lentitud y apreció la espalda de su visita.

-Toma asiento.

-Gracias.

-Eh, ¿cómo estuvo tu viaje, John?

-Fue bueno, aunque algo incómodo -frunció el ceño -, una señora hablaba por teléfono a los cuatro vientos.

-Sí. Es abrumador una situación así...

-Y lo peor es que bajó una cuadra antes que yo.

McCartney río suavemente y se levantó del sillón, colocó un vinilo en su torna mesa y sonidos muy agradables eran producidos por el contacto de la aguja en el vinilo. El hombre de apellido Lennon sólo lo seguía con la mirada.

Mini Historias MclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora