Capítulo 7

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"Mask"

Grecia, Athena

Marzo, 12 de 1750

Los meses se asemejaban mucho a un simple suspiro del tiempo, aunque una parte de ella sentía como si esos cinco meses hubieran sido largos, pero al mismo tiempo tan cortos. En ese momento se encontraba pacíficamente sentada encima de una gruesa rama de un frondoso árbol, un poco más alejada del Santuario, y desde allí podía ver la majestuosidad que hacía valer su nombre.

Estaba a gusto, su hermana de alguna forma se estaba aventurando un poco más del confinamiento que ella misma se había impuesto, y después de una larga charla entre gemelas, Ione comprendió finalmente todo lo que estaba pasando para poder recuperar nuevamente la confianza de su lado más animal. Y la Oráculo no se sorprendió ante la mención de aquel hombre de la Tercera Casa Zodiacal, más bien le sonrió con gentileza, mientras le palmeaba la mano con afecto, como si supiera algo que ella no y que obviamente no pensaba contárselo. Kaia por su parte no quiso insistir, porque respetaba las visiones que tenía su hermana y que a veces no podía compartir con nadie más.

Aunque ciertamente eso no quería decir que mitigara su curiosidad.

Soltó un pequeño suspiro dejando que las frondosas hojas le hicieran sombra en ese día soleado, pero repentinamente un cosquilleo en la parte de atrás de su cuello y un suave susurro en sus oídos la instaron a quedarse completamente quieta cerrando sus ojos para escuchar con sumo cuidado.

—La vida de los humanos es toda una aventura, aunque de vez en cuando da un giro por mala fortuna, y hasta los más inocentes caerán ante una realidad demasiado dura.

Sus labios se movieron con cada palabra pronunciada con suma suavidad, como si el viento liviano pasara a través de su cuerpo en una sutil caricia estando en una especia de trance, al tiempo que escuchaba con atención aquel mensaje de la naturaleza. Luego muy lentamente dejó salir el aire de sus pulmones en una pequeña exhalación.

Abrió nuevamente sus ojos observando con algo de curiosidad su alrededor, preguntándose si habría algún humano cerca para darle aquel mensaje, pero se quedó tranquila en su lugar diciéndose que el destino se encargaría de cruzarlo en su camino como siempre había pasado. Entonces recargó más su espalda en el tronco del árbol, mientras esperaba tranquilamente, y sin poderlo evitar sus pensamientos la llevaron a los sucesos de esos meses, porque últimamente no podía dejar de pensar en aquel hombre alto y de piel morena que la seguía ayudando en su camino de mantener el control de su bestia interior, y gracias a él había hecho un enorme progreso, puesto que ya casi había dejado atrás el cruel y traumático recuerdo de haber acabado con vidas humanas y atacado a su vez a alguien que se suponía que estaba de su lado. Aunque al decir verdad seguía un poco reacia de tomar su forma de Direwolf cerca de demasiadas personas, pero estaban trabajando en ello.

Pero dejando eso aparte, existía el hecho de que estando a su alrededor se sentía mucho más segura y a gusto, como cuando estaba en su forma humana y lo visitaba, porque a pesar que él no hablaba demasiado, siempre la escuchaba con atención. Y en su pecho comenzó aflorar una sensación curiosa y cálida que la embriagaba cuando estaba a su lado, o simplemente en el instante que a su delicado olfato saltaba el aroma a cuero y almizcle que lo caracterizaba, causando que su pulso se alterara un poco. Eso, sin dudas, solo pasaba con él, puesto que ya a esas alturas interactuaba algo más con el resto de los Santos Dorados, como por ejemplo; con el pequeño león que siempre tenía algo que decir y preguntar casi igualando su propia curiosidad.

Con el Caballero de Virgo a veces intercambiaba un par de palabras amenas sobre la vida misma y la naturaleza. Y también con la pequeña Vestal pelirroja que hasta se atrevería decir que habían entablado una especie de amistad con ella.

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