Lis & Dan #10

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Sábado 20:56

P.O.V. Lis

-¿Cuando acabéis me llamas y hablamos un rato?

-Está bien. Hasta luego Lidia.

-¡Adiós!

Bueno, ahora toca esperar a Dan.

-Buenas noches señorita. –Dice alguien a mi espalda.

-¡Qué susto que me has dado, Dan! –Grité sobresaltada.

-Perdón, perdón –dice con una risilla- ¿Vamos?

-Sí, vamos.

Para subir a la cima del monte había que seguir una ruta, la cual estaba alrededor de la montaña. Al final tardamos unos quince minutos en llegar arriba.

-Al fin llegamos, ¿quieres algo de comer?

-Sí, por qué no. ¿Qué tienes? –Contesto. La verdad es que estoy un poco hambrienta.

-¿Un sándwich?

-Está bien, gracias. -Digo mientras me pasa un sándwich con muy buena pinta.

-¿Qué tal el día?

-Normal. ¿Y el tuyo?

-Igual.

-Oye, ¿por qué me pediste ser tu pareja para el avión? Es decir, hay muchas otras personas que les gustaría ir contigo...

-¿Me estás diciendo que no quieres ser mi acompañante?

-¡No! No, no, que va, solo me lo preguntaba.

En eso se forma un silencio un poco incómodo mientras Dan me mira fijamente.

-Ey, mira, una estrella que parpadea. –Dice mientras dirige la mirada al oscuro cielo.

-Eso es un avión, tonto -Río.

-Ay sí, es verdad. Estoy un poco despistado.

-En fin...

Estuvimos un buen rato hablando sobre temas bastante triviales, haciendo preguntas sobre nuestra vida mientras comíamos.

-Lis, ¿tienes cosquillas?

-¿Eh? ¿A qué viene esa pregunta?

-Es... curiosidad.

-Pues... yo diría que no –Digo un poco desconcertada mientras miro hacia otro lado.

-Vamos a comprobarlo –Se levanta.

-¿Qué? ¡Ay! –Dan se acaba de tirar encima de mí.

-Como me hayas mentido...

-¿Cómo? Per... ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡PARA! ¡PARA! –Chillo mientras me retuerzo sobre el césped.

-Que mentirosa que eres, Lisbeth. Estás castigada con más cosquillas –Dice con una sonrisa de satisfacción. Qué cabrón.

-¡NO! NO NO NO NO. ¡PARA POR FAVOR! ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!

Siguió con lo mismo durante unos minutos, hasta que, como resultado de moverme de un lado a otro, rodé como una croqueta un poco cuesta bajo con Dan pegado a mi cuerpo. Cuando paramos de rodar, Dan estaba sobre mí, aún pegado como una lapa. Después, levanta su cabeza unos centímetros, lo suficiente como para verle las facciones de toda su cara. Podía ver a la perfección todos los detalles de sus ojos de color azul marino. Me dedicó una sonrisa divertida y se levantó del suelo. Acto seguido, me tendió la mano para levantarme yo también.

-¿Qué hora es?

-Son... las 23:47. ¿Regresamos ya? –Me dice Dan mientras mira su móvil y después al cielo.

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