El viento soplaba con fuerza en la ciudad, haciendo que los árboles se sacudieran violentamente. Desde la ventana de su oficina, podía ver cómo las nubes oscuras cubrían el cielo, como un presagio de que algo malo estaba por suceder. Pero para él, ese tipo de cosas ya no tenían mucho impacto. Estaba acostumbrado a vivir bajo una constante sensación de caos.
—¿Estás seguro de eso, agente? —preguntó sin apartar la vista del horizonte. Su voz era baja, casi un susurro.
—Completamente —respondió el agente del FBI—. El latino que me pediste investigar tiene una relación bastante inusual con su vecino.
El hombre cerró los ojos y apretó los labios, procesando la información. No era una sorpresa del todo. Durante años había sospechado que algo extraño ocurría con ese vecino, pero nunca había podido confirmarlo. No hasta ahora.
—Así que finalmente se confirma lo que temía... —murmuró, casi para sí mismo.
—Tendremos que intervenir, pero...
—No —lo interrumpió—. No podemos hacer nada por ahora.
El agente lo miró con sorpresa.
—Señor, con todo respeto, si no actuamos ahora, podríamos perder la oportunidad...
El hombre levantó una mano, indicándole que guardara silencio. Había muchas cosas en juego. No era tan sencillo como simplemente intervenir. El latino no era un hombre cualquiera. Tenía conexiones, influencias. Si actuaban de manera precipitada, podían despertar sospechas, y eso lo complicaría todo.
Además, había algo más. Algo que lo mantenía atado, incapaz de tomar una decisión rápida. Un sentimiento que había crecido en su interior durante años, aunque jamás se atrevería a admitirlo en voz alta.
—Lo sé —dijo finalmente—. Pero tenemos que ser cautelosos. No podemos arriesgarnos a levantar sospechas. Todavía no.
El agente lo miró con preocupación, pero asintió. Sabía que no tenía sentido discutir con él. Era un hombre de decisiones firmes, y una vez que tomaba una, no había vuelta atrás.
—¿Qué sugieres entonces? —preguntó el agente.
El hombre se quedó en silencio por un momento, pensando en todas las opciones que tenía a su disposición. Sabía que no podía acercarse directamente al latino. Sería sospechoso. Durante años había vigilado al hombre desde la distancia, enviándole regalos, cuidándolo en secreto. Pero nunca había sido capaz de dar el siguiente paso. Nunca se había atrevido a hablar con él fuera del ámbito político. El miedo lo retenía. El miedo a lo que el latino pudiera pensar de él, a lo que pudiera recordar del pasado.
—No podemos dejar las cosas así —dijo finalmente, aunque era evidente que no tenía una solución clara en mente.
—Si me lo permites, puedo encargarme de esto —dijo una voz grave desde el otro lado de la sala.
El hombre giró la cabeza y vio a su "Padre" sentado en la sombra, observándolo con una expresión tranquila. Siempre estaba allí, en los momentos cruciales, aunque a veces parecía que su presencia pasaba desapercibida.
—Puedo intervenir sin levantar sospechas —continuó el "Padre" con una leve sonrisa.
—¿Y por qué querrías hacerlo? —preguntó, con el ceño fruncido.
El "Padre" soltó una pequeña risa, como si la respuesta fuera obvia.
—¿Acaso no puedo ayudar a mi futuro yerno?
El hombre más joven apretó los dientes. Odiaba cuando hacía ese tipo de bromas, aunque sabía que había algo de verdad detrás de ellas. Durante años, había intentado ignorar lo que sentía por el latino, pero su "Padre" siempre parecía estar un paso adelante, adivinando sus emociones antes de que él mismo las comprendiera del todo.
—Esto no es un juego —replicó, tratando de mantener la compostura.
—Nunca he dicho que lo fuera —respondió el "Padre", cruzando los brazos—. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras tú te atormentas con lo que pudo haber sido. Si no vas a hacer algo al respecto, yo lo haré.
El hombre suspiró. Sabía que no tenía sentido discutir con su "Padre". Era tan terco como él mismo, si no más.
—Está bien —cedió finalmente—. Pero ten cuidado. Esto es más delicado de lo que parece.
El "Padre" asintió, con una sonrisa satisfecha. Sabía que, a pesar de las palabras duras, el hombre confiaba en él. Después de todo, habían pasado por mucho juntos. Él lo había cuidado, lo había protegido desde que era un niño, y ahora haría lo mismo con el latino.
—No te preocupes. Sé exactamente lo que estoy haciendo —respondió con calma.
El hombre lo observó por un momento antes de volver su mirada hacia la ventana. Las nubes seguían cubriendo el cielo, y el viento soplaba con más fuerza. El caos seguía latente, tanto afuera como dentro de él. Pero, por el momento, tendría que esperar. Había más en juego de lo que cualquiera de ellos podía imaginar.
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Detrás de los Obsequios - Reescrito
LosoweChile a recibido durante años regalos de un remitente anónimo. en cada uno de ellos, a encontrado consuelo en sus momentos mas difíciles, pero nunca a podido saber quien los manda ni que propósito tienen esos regalos A medida que las piezas comienza...