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El eco de los pasos de Chile resonaba en las calles vacías mientras avanzaba hacia su departamento. La conversación con Argentina seguía repitiéndose en su mente, cada palabra una espina clavada en lo más profundo de su ser. Sin embargo, lo que más le inquietaba no era Argentina, sino el misterioso teléfono de Reino Unido. Algo no cuadraba, y aunque había aprendido a ignorar las señales sutiles, esta vez no podía apartar la sensación de que algo importante estaba escapándosele.

Subió los escalones hasta su puerta y, antes de girar la llave, notó un pequeño sobre blanco en el felpudo. No había destinatario, pero no hacía falta. Sabía exactamente de qué se trataba. Era otro de esos regalos. Otro de esos misteriosos obsequios que siempre aparecían cuando menos lo esperaba y más lo necesitaba.

Con dedos temblorosos, recogió el sobre y lo abrió con cuidado. En su interior, encontró una simple carta escrita con la misma caligrafía pulcra de siempre. Las palabras, aunque breves, le provocaron un leve estremecimiento.

"No estás solo."

Suspiró y guardó la carta en su bolsillo. Había algo reconfortante en esos mensajes, como si un extraño guardián lo estuviera observando desde las sombras. Aunque jamás había descubierto la identidad del remitente, esos pequeños regalos se habían convertido en una constante en su vida, un refugio silencioso en medio del caos.

Entró a su departamento, cerrando la puerta tras de sí, y se dejó caer en el sillón. Su mente seguía dando vueltas al enigma de los obsequios. ¿Quién estaba detrás de ellos? ¿Por qué aparecían en los momentos en que más lo necesitaba? Lo más extraño de todo era que, aunque habían pasado años desde que recibía estos regalos, no podía evitar sentir que Reino Unido tenía algo que ver con ellos.

Reino Unido siempre había sido una figura ambigua en su vida. No eran cercanos, pero tampoco completamente distantes. Cada vez que se encontraban, Reino Unido mostraba un interés especial en sus asuntos, como si lo observase de cerca, esperando algo. Y ahora, con esa llamada en el parque, su comportamiento misterioso volvía a aparecer.

Chile se recostó en el sillón, mirando el techo. Quería respuestas. Quería saber quién estaba detrás de esos regalos, por qué llegaban siempre en los momentos justos, y sobre todo, cuál era el papel de Reino Unido en todo esto. Pero ¿cómo podía preguntarle sin levantar sospechas?

Se quedó dormido con esos pensamientos girando en su cabeza, y cuando despertó a la mañana siguiente, lo primero que hizo fue revisar el pequeño cajón en el que guardaba todas las cartas y obsequios. Eran cosas simples: postales de diferentes lugares, pequeños recuerdos, y notas breves que siempre le ofrecían algún tipo de consuelo.

Mientras revisaba el contenido, una sensación extraña lo invadió. Había algo diferente en los últimos obsequios, algo que no había notado antes. Cada vez que recibía uno de esos regalos, la conexión con Reino Unido se hacía más evidente. Podría ser una coincidencia, pero su instinto le decía que no lo era.

Se preparó un café y, mientras lo sorbía lentamente, decidió que era hora de obtener respuestas. No podía seguir viviendo en la incertidumbre, y aunque el miedo a descubrir la verdad lo paralizaba un poco, sabía que debía enfrentarlo.

Tomó su teléfono y escribió un mensaje a Reino Unido.

"Padre, me gustaría hablar contigo pronto. Hay algo de lo que necesito hablarte."

El mensaje era directo, pero no revelaba demasiado. Sabía que Reino Unido respondería de manera ambigua, como siempre, pero con un poco de suerte, podría obtener al menos una pista sobre lo que estaba ocurriendo.

Pasaron varias horas antes de que su teléfono vibrara con una respuesta.

"Por supuesto, little star. Nos vemos esta tarde. Como siempre."

Chile miró el mensaje con una mezcla de anticipación y temor. Reino Unido siempre había utilizado ese apodo con él, y aunque en un principio le parecía algo entrañable, ahora sentía que escondía algo más. Había algo en ese tono protector que le inquietaba.

Esa tarde, cuando llegó al lugar acordado, Reino Unido ya estaba esperándolo. Como siempre, impecablemente vestido, con su usual aire de elegancia distante. Le ofreció una sonrisa cortés cuando Chile se acercó.

—Little star, siempre es un placer verte —dijo Reino Unido, su tono cálido, pero con una frialdad subyacente.

Chile se sentó frente a él, sintiéndose algo incómodo bajo su mirada. Habían tenido esta misma reunión muchas veces antes, pero esta vez era diferente. Esta vez, Chile tenía una agenda clara.

—Necesito hacerte una pregunta —dijo Chile, intentando sonar casual—. He estado recibiendo... regalos. Por años, de alguien que nunca se ha revelado. Y no sé por qué, pero siento que tú sabes algo al respecto.

Reino Unido alzó una ceja, sorprendido, pero no perturbado.

—¿Regalos? —repitió, fingiendo confusión—. ¿De qué estás hablando, little star?

Chile apretó los labios. Sabía que Reino Unido estaba jugando con él, pero no podía dejar que lo desviara.

—No juegues conmigo. Sé que sabes algo. Siempre estás cerca cuando recibo esos regalos, y no puedo ignorarlo más. Dime lo que sabes.

Reino Unido lo observó por un largo momento antes de soltar un suspiro.

—No tengo idea de lo que hablas —dijo finalmente, aunque su tono era demasiado cuidadoso, demasiado calculado—. Pero si realmente crees que estos regalos son importantes, ¿por qué no simplemente disfrutas de ellos? Quizás alguien te está cuidando desde lejos. ¿No es eso suficiente?

Chile lo miró fijamente, intentando leer algo en su expresión. Reino Unido era un maestro en ocultar sus verdaderas emociones, y aunque no podía probarlo, estaba seguro de que sabía más de lo que admitía.

—¿Por qué no puedes ser honesto conmigo por una vez? —preguntó Chile, frustrado—. Solo dime la verdad.

Reino Unido sonrió ligeramente, pero sus ojos seguían fríos.

—La verdad, little star, es que hay algunas cosas que es mejor no saber.

Chile se levantó bruscamente, sintiendo cómo la rabia burbujeaba dentro de él. Estaba harto de los juegos de Reino Unido, de su constante manipulación y misterio. Pero, al mismo tiempo, sabía que no obtendría más de él esa tarde.

—Gracias por nada —murmuró, antes de darse la vuelta y marcharse.

Mientras caminaba por las calles de la ciudad, el viento frío golpeando su rostro, Chile se sentía más perdido que nunca. Los regalos, Reino Unido, Argentina... todo se sentía como una maraña de mentiras y medias verdades, y él estaba atrapado en el medio.

Pero si algo había aprendido en esos años, era que la verdad siempre salía a la luz, tarde o temprano. Y aunque no sabía cómo, estaba decidido a descubrir quién estaba detrás de esos regalos y qué papel jugaba Reino Unido en todo esto.

Detrás de los Obsequios - ReescritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora