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La sensación de frío en el aire de Santiago coincidía con el estado de ánimo de Chile mientras caminaba de regreso a su departamento. Las palabras de Reino Unido seguían retumbando en su mente. "Los regalos no son simples actos de bondad, tienen un propósito." ¿Qué significaba eso realmente? ¿Y por qué Reino Unido no le diría quién estaba detrás?

La intriga y la desconfianza habían comenzado a consumirlo. Aunque Reino Unido era una figura paterna en su vida, el hecho de que no fuera completamente honesto lo hacía sentir traicionado. ¿Qué estaba ocultando realmente? Y lo más importante, ¿por qué?

Las luces de los autos y los edificios pasaban a su lado mientras caminaba, pero apenas las notaba. Su mente estaba enfocada en lo que acababa de suceder. Algo dentro de él sabía que Reino Unido estaba protegiendo a alguien, pero ¿quién? ¿Quién tenía tanto poder sobre su "Padre" como para que no pudiera hablar con claridad?

Cuando finalmente llegó a su departamento, se dejó caer en el sofá, agotado. Quería respuestas, pero cuanto más se acercaba a la verdad, más se complicaba todo. Ya no sabía en quién confiar, y los regalos, que antes eran un consuelo, ahora se sentían como un recordatorio constante de todo lo que no entendía.

Decidido a no quedarse atrapado en su propia mente, Chile se levantó y fue hacia el pequeño cajón donde guardaba todos los obsequios que había recibido a lo largo de los años. Sacó cada uno de ellos y los esparció sobre la mesa. Joyas, cartas, recuerdos... todos cuidadosamente seleccionados para él.

Pero ahora, mientras los miraba, ya no sentía el mismo consuelo que antes. En su lugar, había una sensación de desconfianza, de que todo esto formaba parte de algo mucho más grande, algo que aún no podía ver claramente.

Su mirada se detuvo en una de las primeras cartas que había recibido. Recordaba cuando la leyó por primera vez, lo mucho que la había reconfortado. Tomó la carta entre sus manos y leyó las palabras que tanto le habían ayudado en ese momento:

"Siempre estoy contigo, incluso cuando no lo notes."

Esas palabras, tan simples, ahora le parecían cargadas de un significado oculto. ¿Quién estaba con él todo este tiempo? Y más importante aún, ¿por qué?

Dejó la carta a un lado y se recostó en el sofá, pasando una mano por su rostro. No podía seguir así, atrapado entre el miedo y la confusión. Necesitaba respuestas, y necesitaba obtenerlas pronto. Pero no sabía por dónde empezar.

Cerró los ojos por un momento, intentando calmarse. Pero justo cuando comenzaba a relajarse, el sonido de su teléfono lo hizo sobresaltarse. Lo tomó rápidamente, esperando ver el nombre de Reino Unido nuevamente, pero en su lugar, vio un mensaje de Argentina.

—¿Sigues evitando hablarme? Sabes que no podrás esconderte para siempre. —El mensaje era breve, pero directo, como siempre. Argentina nunca se andaba con rodeos, y eso era parte de lo que lo hacía tan peligroso.

Chile frunció el ceño, sintiendo una oleada de irritación. Después de todo lo que había pasado entre ellos, lo último que necesitaba era lidiar con Argentina nuevamente. Pero sabía que no podía ignorarlo para siempre.

Escribió una respuesta rápida antes de que pudiera arrepentirse.

—No estoy escondiéndome. Solo estoy ocupado. —Envió el mensaje y dejó el teléfono a un lado, tratando de no pensar en lo que vendría después.

Minutos después, su teléfono vibró de nuevo con otra respuesta de Argentina.

—Tenemos que vernos. Esta vez no hay excusas. —El tono de Argentina era frío y autoritario, como siempre. Chile sabía que, cuando Argentina quería algo, lo conseguía, sin importar el costo.

Chile suspiró. No estaba seguro de si era el momento adecuado para enfrentarse a Argentina, pero al mismo tiempo, sabía que no podía seguir evitándolo. Algo dentro de él le decía que Argentina sabía más de lo que dejaba ver, y si había una oportunidad de obtener respuestas, esta era.

—Está bien. Nos vemos mañana. —Envió el mensaje antes de que pudiera dudarlo más.

El siguiente día llegó más rápido de lo que esperaba, y con él, la creciente sensación de ansiedad. Argentina siempre había tenido una manera de meterse bajo su piel, de manipular sus emociones y jugar con su mente. Y aunque Chile había aprendido a defenderse con el tiempo, nunca había sido capaz de romper completamente la influencia que Argentina tenía sobre él.

Cuando llegó al lugar acordado, un café discreto en el centro de la ciudad, Argentina ya estaba allí, esperándolo con esa sonrisa burlona que tanto lo irritaba. Chile se sentó frente a él, manteniendo una distancia prudente, como si el espacio físico pudiera protegerlo de la manipulación emocional.

—Me alegra que finalmente decidieras dejar de esconderte —dijo Argentina, tomando un sorbo de su café—. Sabes que no tiene sentido evitarme.

Chile lo miró con cautela, sin responder de inmediato. Sabía que cualquier palabra que dijera podría ser usada en su contra, y prefería observar primero.

—No estoy escondiéndome de ti, Argentina. Solo tengo cosas más importantes en mi vida ahora mismo —respondió finalmente, con un tono neutral.

Argentina levantó una ceja, como si estuviera disfrutando del juego.

—¿Más importantes que nosotros? —preguntó, inclinándose hacia adelante—. No lo creo.

Chile sintió cómo la ira comenzaba a arder en su interior, pero lo reprimió. No podía permitir que Argentina lo desestabilizara. No esta vez.

—Nosotros no somos nada, Argentina. Nunca lo fuimos. —Las palabras salieron más duras de lo que había planeado, pero no se arrepintió.

Por un breve segundo, vio cómo la sonrisa de Argentina se desvanecía, pero fue reemplazada rápidamente por su expresión habitual de superioridad.

—¿De verdad piensas eso? —preguntó Argentina, con una leve risa—. Sabes tan bien como yo que siempre terminas regresando a mí, sin importar lo que pase. Es solo cuestión de tiempo.

Chile apretó los puños bajo la mesa, resistiendo la tentación de gritarle. Sabía que Argentina estaba jugando con él, provocándolo, tratando de hacerlo perder el control. Pero no iba a caer en su trampa.

—Estoy aquí porque sé que tienes algo que decirme —dijo Chile, cambiando de tema—. No estoy interesado en tus juegos. Si no tienes nada importante que decir, me voy.

Argentina lo miró en silencio por un momento antes de asentir lentamente.

—Está bien. Como quieras. —Se recostó en su silla, tomando otro sorbo de café antes de continuar—. Lo que quiero decirte es que sé lo que está pasando con tus regalos.

Chile sintió cómo el mundo a su alrededor se detenía. Argentina sabía. Sabía sobre los regalos, sobre lo que estaba ocurriendo. Y aunque había estado preparado para obtener respuestas, no esperaba que vinieran de Argentina.

—¿Qué sabes? —preguntó, su voz ahora más seria.

Argentina sonrió, disfrutando de la sensación de poder que tenía en ese momento.

—Sé que esos regalos no son lo que parecen. Y sé quién los envía. —Se inclinó hacia adelante, bajando la voz como si estuviera compartiendo un secreto—. Pero eso no es lo más importante. Lo que realmente importa es por qué los estás recibiendo. Y créeme, little star, no es por lo que piensas.

Chile sintió cómo la ansiedad lo consumía por dentro. Necesitaba respuestas, y sabía que Argentina estaba dispuesto a jugar con su mente antes de dárselas. Pero, por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesto a escuchar.

—Dímelo —dijo, su voz apenas un susurro—. Dime lo que sabes.

Argentina sonrió ampliamente, sabiendo que tenía a Chile justo donde lo quería.

—Con gusto. Pero todo a su tiempo, querido. Todo a su tiempo.

Detrás de los Obsequios - ReescritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora