1º- La primera impresión

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Era curioso como los olores nos trasportan a nuestro pasado de forma inconsciente e irremediable. Hacía casi dos décadas que dejó el instituto, sin tan siquiera graduarse, y al entrar en los pasillos de aquel lugar casi podía sentir el acné sobre su rostro. Aunque el curso aún no había comenzado, daba igual. Esos lugares siempre olían, como diría Kurt Cobain, a espíritu adolescente. Sin importar su ubicación o la época.

La entrevista con el director, un tipo de unos cincuenta años, con una sonora respiración que delataba su costumbre fumadora y un sobrepeso considerable, fue apenas un formalismo. Le indicó cuales serian sus funciones. Cambiar bombillas, desatascar inodoros, reparar lo que se estropease, y mantener las zonas ajardinadas cuidadas. Viviría allí, en una pequeña caseta de una sola habitación, al final del patio. El sueldo era el mínimo, pero tenía un seguro médico básico y catorce pagas. Estaría de prueba hasta las vacaciones de navidad.

—Rick me ha dado muy buenas referencias —dijo el Director mientras caminaban hasta la caseta que sería el nuevo hogar de Daryl.

—Es un gran tipo —fue lo único que se le ocurrió decir.

—¿De que se conocen? ¿También vivías en King Country? —preguntó con curiosidad.

—No, eh... fue por mi hermano, le conocía del trabajo —contestó algo inquieto, omitiendo la parte en la que explicaba que Merle no era un compañero, sino más bien un cliente.

Por suerte el director no siguió preguntando, ya habían comprobado sus antecedentes, y sabía que Daryl estaba limpio.

—Bueno... dejo que te instales —se despidió el hombre de modo afable.

Daryl asintió en silencio, y esperó a que se alejase un poco para ir a recoger su escaso equipaje de la ranchera.

La vivienda era simple, con una cama supletoria, al lado de un estrecho armario, una mesa de comedor y dos sillas, una tele, que debería de estar en un museo dado su antigüedad y un sillón orejero que parecía pedir a gritos la jubilación . Al fondo se encontraba la cocina, sencilla, con dos fogones, una pila y una nevera de los años cincuenta mínimo, y a su lado la puerta del reducido baño. Aquello era muchísimo mejor que su casa, y además no tenía que compartirla con nadie.

Se sentó en el sillón, comprobando que su aspecto ocultaba la verdadera comodidad que ofrecía, y miró en derredor. No había teléfono. Debía llamar a Rick, para decirle como había ido y darle las gracias.

Con pesadez se levantó del asiento, de todas formas debía acercarse al pueblo para comprar comida y papel higiénico.

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La granja Greene tenía un aspecto especialmente bucólico aquella tarde, ante la mirada de Hershel. Podía escuchar a Patricia y Annette hablar en la cocina, relajadas y ver a Maggie trotar por el campo del frente de forma grácil. Shawn y Otis habían ido a revisar el ganado, mientras el descansaba tras una ajetreada mañana atendiendo a las reses de los vecinos.

Una nube de polvo se aproximaba por el camino, lo que anunciaba la llegada de un vehículo, y no tuvo que esforzarse en adivinar quién era. Cuando el sonido del motor fue audible en la casa, los pasos acelerados de Beth se escucharon bajando la escalera.

—Buenas tarde, Jimmy —saludó al joven que descendió de la camioneta.

—Buenas tardes, señor Greene —contestó el chico, intentando parecer lo más formal posible.

Beth salió por la puerta con una sonrisa en el rostro, y se acercó directamente a su padre. Lucía un vestido de tirantes y falda con vuelo, con un colorido estampado de flores y en su mano derecha sujetaba una chaqueta de punto.

No Eres Para Mi © (The Walking Dead AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora