V: Vivir

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Cuando abrió sus ojos lo primero que vio fue la espalda varonil de su novio, y seguido de eso sus rojizos cabellos, completamente desordenados sobre la almohada. Rápidamente echó una mirada al reloj, notando que ya iban a dar las ocho de la mañana. Con cierta pereza, se levantó de la cama y cubrió su desnudo cuerpo con una bata, aprovechando de alcanzar también su ropa interior, que había sido arrojada al suelo de la habitación por aquel príncipe dormilón. Aún recordaba como anoche él se había abalanzado sobre ella, arrancándole la ropa y arrojándola sobre la cama de esa feroz forma.

Y pensar que sólo lo había hecho por celebrar el hecho de que ya estaban viviendo juntos.

—Gaara… –susurró, acercándose al oído del joven. Le gustaba verlo cuando ese ligero temblor recorría su cuerpo cada vez que sentía de cerca el aliento de ella, así como la expresión confusa de su rostro al despertar —. Gaara, despierta –le dijo —. Recuerda que hoy tienes que ir a la Universidad.

El pelirrojo abrió sus ojos con pesadez, pero al escuchar que tendría que ir a la Universidad, automáticamente había despertado. Sus ojos se guiaron hacia donde estaba su novia, a la cual decidió jalar de la muñeca, para hacerle caer sobre él.

—¿Qué haces? –le preguntó la chica, riendo ante el gesto travieso de él.

—Nada –respondió Gaara, dándole dulces besos en el cuello —. Qué buena forma de despertar –murmuró mientras la besaba —. Me encantará despertar así todos los días.

—Tonto –dijo ella, antes de posar suavemente sus labios sobre los de él, sintiendo como la sutil caricia se convertía en un apasionado beso.
Sólo el día de ayer se habían mudado a su nuevo departamento en Kyoto. Habiéndose despedido de todos sus amigos y familiares, habían partido hacia su nueva vida en una ciudad desconocida para ellos, pero en dónde por fin estarían completamente juntos, dónde recién comenzaba una nueva y maravillosa etapa de sus vidas.

—Creo que no quiero ir a ninguna parte –dijo de pronto Gaara, impulsando a su amada novia hacia un costado de la cama, para luego quedar encima de ella. Observó su rostro sonrojado y en ese momento se preguntó si es que era posible enamorarse todavía más de una persona a la que se amaba con toda el alma. ¿De verdad esa chica podía seguir encantándolo de esa manera? Cada vez que la miraba, cada vez que besaba sus labios, cada vez que se sentía dentro de ella, en todas esas ocasiones era como si todo dentro de él se revolucionara, explotara.

—¿Qué dices? Tienes que ir –dijo Matsuri, pero se percató de que Gaara parecía perdido mirándole, como si ella fuera la cosa más preciosa sobre la tierra —. ¿Qué te pasa, Gaara?

Él sonrió ínfimamente.

—Nada –respondió —. Es sólo que me encanta mirarte –la sonrisa en su rostro se ensanchó, para después volver a besar los labios de su amada. Se separó lentamente de ella y se levantó de la cama, liberándola a ella también —. Vamos, es hora de ducharnos y desayunar.

—¿Qué te gustaría desayunar? –preguntó la castaña, sentándose sobre la cama —. Haré lo que me pidas.

—La verdad es que me gustaría que tú fueses mi desayuno –bromeó Gaara, notando como el rostro de su novia se tornaba completamente rojo —. Pero creo que estarían bien unas tostadas –terminó, dirigiéndose luego hacia el baño para tomar una ducha primero.

Ahora que lo pensaba, realmente creía posible el enamorarse de Matsuri cada día más, sobre todo ahora que vivían juntos. Posiblemente ese amor por ella no tendría fin.

Porque vivir a tu lado es vivir eternamente enamorado

Momentos de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora