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  Me devolvió las hojas y nada más. Agradeció mi gesto por supuesto, pero no me dijo nada y tampoco yo lo hice, ¿Para qué?

  Su mirada lo decía todo. Todo lo aclaraba.

  Perdí la oportunidad, me reprendí muchísimo los siguientes días, pensé en como recomponerlo pero no me animaba. Quede como una loca. Así me decía mi hermano mayor, mi papa y mi hermana más chica. Cuando me abrazaban, a veces suave, otras de forma excesivamente brusca. Solo gritaba, pidiendo que me soltaran.

  Cuando intentaban jugar conmigo, pellizcarme o hacerme cosquillas, los apartaba bruscamente, me ponía nerviosa, temblaba y sentía mis músculos tensarse de solo imaginarlos cerca.

  Me llamaban "enferma". Me decían cosas como que me tenía que tratar o que acabaría en un psiquiátrico, en los lugares públicos me decían cosas como "mira como te mira la gente" y yo solo podía llorar. No lo hacía a propósito.

  No podía controlarlo. Me sentía sola y aislada. Era horrible, no poder sentir un abrazo. Era horrible que mi propia familia me tratara así, la culpa, siempre, era mía. 

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora