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  Volví a cursar, luego del receso invernal. Hacia frio pero no tanto, aun así yo no me despegaba de la odiosa y avejentada campera de mama. Era ridículo admitir que con ella me sentía a salvo.

  Fui sola, nadie me acompaño. Se ofrecieron, yo me negué. Tenía que resolverlo por mi cuenta. Al terminar el día, siempre estamos solos.

  Elegí materias tranquilas, fáciles. Quería ir despacio, todavía, después de un tiempo, me costaba estar rodeada de gente o escuchar a demasiadas personas al mismo tiempo. Caminar era todo un reto, lo hacia rápido, mirando al suelo y encorvada.

  Tenía miedo, pero tenía que volver.

  Costo, demasiado, encontré por suerte el ritmo y todo comenzaba a tomar su lugar.

  Me pregunte por Campa. Así le llamaría después, ese sería su apodo. Odiaba su nombre, nunca me dijo porque. Jamás me contacto, lo agradecí. No sabía que decir con respecto a mis acciones, ni siquiera entendí mi propia reacción, fue raro.

  Después de un tiempo, medite que sería lindo poder verlo, aunque sea una vez. Creer que existía la posibilidad de ser amigos.

  Viernes, último día, en un receso que la profesora nos había dado, salí del baño. Fije mi vista en los salones de enfrente, donde una pequeña multitud de gente se preparaba para entrar a clases. Note que alguien estaba alejado, no sabía si era él, me costaba reconocerlo.

  Sus rasgos me ayudaron a reconocerlo. No iba vestido igual que siempre, estaba casi todo de gris. Tenía el pelo atado. Me pareció ver algunas marcas de la golpiza en su rostro, ya casi se iban del todo. Tenía un ojo que estaba entre un pequeño tono amarillo y su color de piel.

  Se lo veía preocupado.

  Todos empezaron a entrar, charlando y casi atropellándose. Se acerco un poco, agacho la cabeza y se detuvo, sujetando las correas de su mochila retrocedió lentamente y se dirigió hacia las escaleras. Ya no traía sus pulseras. Al pie de los escalones, freno al notar mi presencia.

  Me quede helada, sin saber que decir o que hacer. Me dedico una mirada, tan solo un minuto y siguió bajando.

  No pude distinguir el color de sus uñas. 

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora