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  No era la primera vez que lo acosaban o le decían cosas. Se podría decir que era algo rutinario, eso me lo dijo un par de meses después, cuando por fin pudimos hablar sobre lo que paso aquella noche, esa que ni yo ni él podemos olvidar.

  Cursaba cuatro días seguidos, el último era el peor, me quedaba en la facultad desde la mañana hasta la noche. Al acercarse el invierno, siendo las cinco de la tarde, el día empieza a caer y a las siete todo estaba completamente oscuro.

  Recuerdo que saque libros de la biblioteca y juegos de fotocopias, mi mochila tenía el peso de un tanque, sin embargo, la costumbre hace que el esfuerzo no se note. Tenía que caminar mucho hasta la parada, unas diez cuadras. "Corredor seguro", un camino para estudiantes que como yo cursábamos hasta tarde. No estaba del todo iluminado y no había nadie nunca.

  Era eso o caminar por el bosque.

  Ya era tarde debido a todo el tiempo que demore en la biblioteca, no era la primera vez que caminaba sola, a esa hora, la situación no era de lo mejor, pero había que aguantarse y solo rezar, contener el aliento y pensar que dentro de un par de eternos minutos estaría ya en la parada. Zafaría, un día más.

  Estaba llegando al sector más iluminado cuando unos gritos y unos extraños movimientos me detuvieron. En la calle de en frente, cinco pibes, forcejeando, no se los veía bien. O mis recuerdos son tan borrosos aun hoy me cuesta reconocer bien lo que sucedía. Iban vestidos con prendas que iban del azul al negro, salvo uno que tenía una remera naranja.

  Peleaban y gritaban. Estaban pateando a alguien, que estaba en el piso, solo podía verlo cuando uno de los cinco tomaba un poquito de distancia y luego volvía a rematar con patadas que de seguro debían doler más que la mierda. Se empujaban unos contra otros, estaban sacados. Enfurecidos.

 "¡Agárralo, agárralo! ¡Dame todo! ¡Solta la mochila puto de mierda!"

  Trate de buscar a alguien, pero no había nadie. Creí por un instante ver a alguien a un par de metros de tras de mí, pero se había ido. Camine un par de pasos y tome mi teléfono, intentando llamar a la policía.

  Me temblaba todo el cuerpo, retrocedí y busque a alguien con la mirada. Con el teléfono en el oído, un movimiento de uno de los agresores me dejo ver quien era su víctima. Descubrí con horror que era él. En un momento se levanto y trato de hacerse espacio para escabullirse, pero lo sujetaron rápidamente y lo tiraron al suelo dándole una segunda ronda de patadas.

  Lo escuche rogar y pedir ayuda.

  No sé en qué me momento corrí, mis pies se movían sin que yo me diera cuenta, estando a mitad de la calle me saque la mochila y se la tire al más cercano. Empecé a gritar y a forcejear con el que más cerca estaba, los demás se fueron, los vi correr. Se escucharon voces a mis espaldas, el que estaba forcejeando conmigo me tiro al suelo y antes de desaparecer me dio una patada en el estomago, insultándome.

  Me quede quieta, cerré mis ojos y lo vi, vi a una nena, pequeña. De rodillas, temblando con solo oír el ruido de la puerta cerrarse, ella sabía que no estaba sola, ella sabía que no tenía que gritar, ella sabía que no debía moverse.

  Sentí una mano en mi brazo y otra vez arremetí sin pensar. Era una mujer, me sostuvo de las muñecas y me pidió que me calmara, yo apenas respiraba. Me gire y el chico aun estaba en el piso, rodeado de un par de personas, me pregunte cuando llegaron, donde estaban ¿De dónde habían salido?

  No podía verlo bien, escuche sus gemidos, lo vi moverse un poco. Quise acercarme pero no me dejaban, no podía ver bien, con claridad. Lo que siguió fue yo en el asiento trasero de una patrulla y a él lo llevaron en ambulancia. Me negué al hospital. No era yo quien estaba tan golpeada.

  Recuerdo que estuve ahí por horas, recuerdo como llego mama, papa. Mis hermanos, todos preocupados. Yo solo pensaba en él, en lo mucho que tarde, en no saber qué hacer ni cómo reaccionar.

  Supongo que momentos así se viven, y ya.

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora