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  La mama de mi mejor amiga era costurera. Siempre confecciono remeras, pantalones, chalecos, buzos, lo que sea. Todo para sus hijas, cuando cursaba el último año de secundaria estuvo cerca de hacer los buzos de egresados, fue la incapacidad para tomar buenas decisiones de mis compañeros lo que logro que eso no pasara. Me hubiera gustado poder tener una prenda confeccionada por ella.

  Después de un tiempo de su fallecimiento, mi mejor amiga decidió estudiar y realizar distintos trabajos para costear sus gastos de la facultad.

  Una tarde fui a su casa. Con una bolsa llena de telas de distintos colores y el boceto de dos remeras. "Hace tu magia" le dije y la hizo. Con tiempo y algún que otra dificultad, cumplió con lo pedido y mas, le puso su propio estilo, lo que lo hacía más especial aun. El resultado fue fascinante.

  Paso una semana después de eso, había llegado el día. Sabía que Campa cursaba ese día, tenía una oportunidad. Me puse una de las remeras, eran ambas coloridas, como un colash bien organizado, los bordes de la manga y el cuello eran dorados. Mi amiga hizo la mía mas corta, se me veía la panza, no estaba acostumbrada y me hacía sentir incomoda, demasiada exposición de piel.

  Ella me tomo de los hombros y me miro a los ojos diciendo: "Superar cuesta más si estas solo, pero lo van a hacer juntos".

  Camine ignorando algunas miradas, miradas que tal vez se posaban en mí por pura casualidad, pero nuestra mente en plenos nervios prefiere armarse todo tipo de películas donde el error sos vos.

  Conté los minutos, estaba ansiosa, tanto que no preste demasiada atención a las clases, me pregunte que iba a decir, que haría, como reaccionaria. ¿Por qué hacia esto?

  El receso llego y me levante arrastrando mi mochila conmigo, pasara lo que pasara no planeaba volver a clases por ese día.

  El día estaba cálido, frio no pasaba.

  Al salir lo vi de inmediato, otra vez, lejos de todos, aguardando. En silencio me ubique detrás de él, retrocedió un par de pasos, otra vez intentando huir y se llevo una gran susto, brinco levemente y su rostro paso de la sorpresa a la confusión. Miro mi remera, era de esperarse, yo siempre de negro.

  Recordé la primera vez que me detuve a observarlo, lo que despertó curiosidad en mí, los colores brillantes que usaba, apuesto que él en ese instante no podía creerlo, los papeles se habían invertido.

  Antes de que hablara le di mi regalo. Le sonreí. Tomo la bolsa y la abrió para echar un vistazo. Miro dentro y se rio, su rostro volvía a tomar ese aire juvenil que solía tener. Me dejo su mochila y corrió hacia los baños.

  Ya casi no recordaba su voz, escucharla otra vez, fue un alivio.

  Salió y llego hasta mi, con los brazos extendidos y dio un giro, me pregunto cómo le quedaba, le dije que perfecta. Estaba encantado. "Falta algo" dije y le solté el pelo. Ahora sí, había vuelto

EtéreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora