Cuando me miré al espejo tuve que hacerlo dos veces, no parecía yo misma. El vestido hacía maravillas, era precioso. La parte del cuerpo tenía un escote en v, con tirantes y mangas cortas caídas; en un tono azul oscuro que se difuminaba poco a poco hasta convertirse en un blanco radiante, era como si se estuviera evaporando.
Por supuesto, mi madre había dejado maquillaje preparado para que me lo pusiera también. Me pinté la raya (toda una proeza, solo me llevó doce minutos que ambos ojos quedasen simétricos), me eché rímel y el pintalabios rojo más intenso que encontré.
Salí de mi habitación y vi cómo se iluminaba la cara de Alex.
——¿Tienes a un mago encerrado ahí dentro o qué?—— bromeó sin parar de mirarme.
——Tú pareces uno de los camareros.—— traté de arreglar el nudo de su corbata, pero como nunca he llevado una, no tenía ni idea de cómo hacerlo. Me limité a peinarle un poco con la mano.
——Jamás me contratarían.—— contestó sonriente, colocando su brazo en forma de jarra para que yo me agarrase y descender la escalera como si fuésemos los reyes del baile del solsticio de primavera.
——¡Borja!—— oí el nombre de mi padre. Aquello me ayudó a localizarle en el centro de la fiesta, con sus invitados estratégicamente colocados para ir a saludarle lo antes posible.
——Vamos.—— tomé la mano de Alex y le arrastré hasta allí.——Hola, papi.—— le di dos besos, apartando a la mujer con el abrigo de visón con la que estaba hablando.——Este es mi novio.
——Alejandro.—— aclaró él mirándome confuso. Estiró la mano para estrechar la que mi padre le ofrecía, lo hacía casi como un acto reflejo.
——Perdone, duquesa, mi hija se ha emancipado y nuestros reencuentros son más intensos.—— la duquesa asintió y se marchó.
——Feliz cumpleaños.—— dije con una sonrisa más falsa que el pecho de Barbie.
——No esperaba que te dignases a venir.—— susurró vigilando que nadie le oía.
——Sorpresa.——Me encogí de hombros. Esperaba una turra mayor, pero vi cómo sus ojos viajaban por encima de mi cabeza. Me giré para ver a mi tío y mi madre riendo juntos sentados compartiendo fresas mojadas en el chocolate de la fondue.——Ya hablaremos.—— se fue directo hacia ellos.
Antes de que pudiera darme cuenta, Alex ya me había abandonado para ir a la mesa que estaba llena de distintos aperitivos. Me divirtió un poco ver cómo cogía una cosa de cada y se iba llenando la boca con ellas como si fuese una ardilla guardando provisiones para el invierno.
——¿Qué quiere beber la señorita?—— preguntó uno de los camareros.
——Lejía.—— respondí haciendo que se le escapase una sonrisa. Tomé aire una vez más, prestando atención, podría haberme equivocado una vez pero dos no.—— ¿Tienes marihuana?—— el chico se puso pálido, supongo que le podía caer una buena reprimenda, pero por suerte solo yo le había descubierto.—— ¿A quién se la compras?
——A los arios, son los únicos que venden en la zona.—— admitió algo avergonzado.
——¿Y si te digo que con tan solo media hora en bus podrías comprársela a otros?—— él miró hacia arriba, estaba dudando.—— Vamos, es mejor que darles tu dinero a esos putos nazis.—— debo aclarar que el camarero era negro, lo cual le daba aún más importancia al hecho de que estuviera generando beneficios a los nostálgicos del tercer reich.
——¿De quién hablas?—— estaba claro, que aquel aspecto me restaba credibilidad como narcotraficante.
——De los niños perdidos.—— arranqué un trozo del mantel de papel y escribí la dirección de nuestra base de operaciones con el bolígrafo que él llevaba para tomar nota.—— Pásate mañana y lo hablamos.—— dije guardando el papel en su bolsillo.
——¿Ya me estás engañando?—— bromeó Alex colocándose a mi lado, aquello hizo que el camarero se largase a la velocidad de la luz.
——Haciendo contactos.—— aclaré. Algo innecesario, ya que en realidad no estaba engañando a nadie.
——Sé quién es, distribuye en pequeñas cantidades, pero ya les compra a los arios.—— me sorprendió tanta precisión, sin duda conocía su mercado.
——Ya no, ahora nos compra a nosotros.—— sonreí orgullosa.
——¿Te parece buena idea robarles clientes a los arios?—— fruncí el ceño.—— La próxima vez que te vean, sabrán que no eres una prostituta judía.—— por lo visto no se podía tener secretos.
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El negocio familiar
Non-FictionAmy es una adolescente, inconforme con el estilo de vida de su familia, que odia lo que está estudiando y sus únicas amistades reales son con sus mascotas. En este momento tan complicado de su vida, descubre que la empresa de homeopatía de su tío e...