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Frío y soledad era lo que se sentía en ese edificio en el centro de Boston. La mujer de cabello rubio ceniza, caminaba hacia la puerta de la salida. Su turno había terminado.

ㅡPor favor, asegurate de que los niños no salgan de sus camas y que estén calentitosㅡ dijo, mirando al joven pelinegro que mecía a una bebé de aspecto latino en sus brazos. Este asintió.

ㅡBuenas noches, Willㅡ saludo, con una bella sonrisa. El chico bajó su cabeza en forma de saludo y ella se fue. Cuando se aseguró de que las puertas estaban completamente cerradas, caminó por un angosto pasillo, giró a su izquierda y entró en un gran cuarto. Numerosas camas se encontraban una al lado de la otra. En cada una de ellas se encontraban niños que tenían entre, tres meses hasta diecisiete años. Mujeres y hombres.

Se acercó a una de las diez cunas que habían en uno de los laterales y dejó a la bebita en ella, la arropó bien y besó su cabesita. Dandole el cariño que sus padres no supieron darle.

Camino por enfrente de las camas, mirando a cada uno de los niños y adolescentes con atención, todos dormidos. Durante las noches frías como esta, los más pequeños dormían junto a los mayores, tratando de obtener el mayor calor posible.

Uno de los chicos más pequeños estaba hecho una bolita en su cama, la  manta estaba en el suelo. Con cuidado y tratando de no hacer alboroto, se acercó y lo arropó. Otro besito fue repartido.

De repente algo atrapó la tela de su saco, haciendolo saltar. Volteó y vio a un niño bajito que miraba el suelo.

ㅡ¿Qué ocurre, pequeño?ㅡ preguntó agachandose hasta estar de la altura del niño, sonriendo de manera amigable. Solo ahí pudo ver las lágrimas que brotaban de sus ojos.
ㅡ¿Qué pasó?ㅡ dijo.

Él pequeño lo miró.ㅡLa extrañoㅡ dijo y se lanzó a sus brazos, sollozando.
William envolvió su cuerpito, dandose cuenta de que estaba frío y notablemente delgado. Con él en brazos se levantó y salió del cuarto.

Se sentó en el suelo y comenzó a mecerse de un lado al otro, acariciando la espalda del niño, susurrando palabras bonitas cada vez que un espasmo se presentaba.

Unos diez minutos despues, el llanto cesó, el niño se había rendido ante el cansancio. El pelinegro lo miró con atención, cabello negro, piel pálida, nariz redondita y labios rechonchos. Se podían ver y sentir los huesos en su cuerpo y era obvio que no estaba bien, física y mentalmente.

Haber trabajado allí durante su adolescencia lo hizo ver cosas horribles y tristes, pero sin duda se sentía terriblemente angustiado por el estado del niño que no pasaba de los doce años.

Miró a su alrededor y vió que sobre la mesa a un lado de la puerta de entrada, había una gruesa manta con la que solían cubrirse los bebés. Con el pequeño aún en sus brazos, se levantó y caminó hacia la entrada, donde tomó la manta y lo cubrió.

Envolviendolo como un burrito, luego volvió al cuarto se sentó en la silla mecedora de la señora Nelson, una viejita amorosa y de un enorme corazón, dueña del lugar.
Acomodó el cuerpito sobre sus piernas y comenzó a tararear una canción, algo que su abuela solía hacer cuando el era pequeño.

Acarició el sedoso y algo largo cabello, inclinándose hacia adelante, besó su mejilla y cerró los ojos, sin dejar de cantar.

Dejandose caer en el mundo de los sueños, con la angustia inundando cada uno de sus sentidos.

Dejandose caer en el mundo de los sueños, con la angustia inundando cada uno de sus sentidos

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Este me gustó un poquito más que el otro...aunque sigue siendo malito.
Otro flashback, comenzaré a hacerlos cada cinco capítulos. Presten atención, que la historia comenzará a cambiar, traten de entender.

Gracias por leer, espero les haya gustado.

Les quiere♡

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