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Jennie no quería contarle a Lisa lo grosera que había sido Rosé y tampoco lo que había presenciado en aquella habitación. Pero si sabía que había visto a su hermana con otro hombre, ¿por qué hacia un misterio de aquel momento embarazoso?

—No, no se me ocurre nada —contestó, sintiéndose absurdamente culpable por ocultarle lo que había presenciado.

—Te han visto con Kim Jong In —dijo Lisa con tono helado. Pero había, además, una dureza desconocida en su expresión.

Desconcertada por la referencia a Kai, Jennie se aclaró la garganta incómoda. Pero no veía razón alguna para dar explicaciones.

—Sí, he hablado con Kai un momento.

—Hoseok, mi cuñado, te vio con él. Estabas en sus brazos.

Jennie frunció el ceño.

¿Algo tan inocente podía ser culpable de tanta tensión? Ella ni siquiera conocía al marido de Rosé, pero estaba segura de que alguien capaz de leer algo sospechoso en un encuentro como el suyo con Kai no era precisamente una buena persona.

—Me temo que el pobre había bebido de más.

Lisa levantó una ceja.

—¿Ah, sí?

Jennie intentó entender su misterioso comportamiento. Lisa nunca había mostrado signos de ser una persona celosa o poco razonable. Y ahora, de repente, actuaba como una extraña.

—Pues sí. Para empezar, había una docena de personas alrededor. Kai no estaba coqueteando conmigo, estaba sencillamente borracho.

—¿No me digas?

—Por favor Lisa, Kai me rodeó con sus brazos porque tenía que hacerlo para no caerse. Estaba bebido. No hay nada más. De hecho, me resulta increíble que estemos manteniendo esta conversación.

—Estamos manteniendo esta conversación porque cinco minutos después de que Hoseok te viera abrazando en público a Jong In, Rosé te sorprendió siendo bastante más amistosa en privado.

Jennie abrió la boca, convencida de que había oído mal.

—¿Qué has dicho?

—No creo que tenga que repetirlo —dijo Lisa, sin disimular su desdén— Te fuiste a una habitación con Jong In.

—No estuve a solas con Kai en ningún momento.

—¡Esto es increíble! —exclamó Lisa entonces, sin disimular su rabia— Al menos, admítelo. Cuando hay testigos es absurdo negar la verdad.

—Pero es que no es la verdad —contestó Jennie — ¿Y qué se supone que estaba haciendo con Kai?

—Estabas besándolo.

—¿Qué? Tu hermana está...

—No me ofendas más cuestionando la integridad de mi hermana. Ella vio lo que vio. Has abusado de su hospitalidad y la has avergonzado.

—¡Yo no he hecho nada de eso! —exclamo Jennie, incrédula.

Cuando por fin entendió lo falsa y manipuladora que era Roseanne Manoban, sintió náuseas. Que alguien a quien no conocía pudiera contar una mentira como ésa la dejaba atónita.

—Rosé estaba muy disgustada y no sabía qué hacer. Pero después de hablarlo con su marido, decidió que yo tenía derecho a saber que te estabas comportando como una puta a mis espaldas —dijo Lisa, como si mordiera cada palabra.

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