El Otro Grupo

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—Mergell concédeme tu favor, elévame sobre los demás magos, si mis palabras te alcanzan no me abandones. Mergell no me dejes, hazme apto para sacar a mis amigos — pedía con ahínco el hombre a una pequeña estatua de apariencia extraña pero con semejanza a un búho con cinco ojos en la frente representados con esmeraldas, no solo eso sino que tenía dos pares de alas, unas extendidas y otras resguardadas, volvió a rogar con venencia tratando de traer de regreso ese primer contacto — Mergell dótame con una décima parte de tu tempestad.

Rogaba a ese ente a quienes algunos magos solía acercarse para proponerles una transacción idónea para ambas partes, uno les daría una capacidad más amplia para manejar el flujo del ciclo eterno mejor conocido como magia para ellos, a cambio les pedía devoción incondicional haciendo diversos trabajos para esta entidad cuasi divina, sus fieles solían guardarse la noticia de ser sus vasallos, se oían rumores de pactos por sus almas, otras tantas de hacer actos impuros para la bestia de múltiples alas, el rey solo temía que buscarán ser vistos y tratados como una religión, ya tenía suficientes problemas con los dioses paganos, los hermanos del alma y la religión predominante los Naftalistas, quienes seguían las palabras dichas por Naftero un hombre imbuido en la magia, este fue a dónde ningún otro se atrevió, siguió el alma de un muerto intrigado por esos misteriosos caminos por ende él murió por tres minutos, descubriendo el flujo eterno, una corriente de energía autosustentable gracias al retorno de las almas, fue descrita como la gran serpiente en el centro de la tierra, la fuente de esa increíble energía a la cual tenían acceso un puñado de vivos, otros magos tuvieron que someterse al mismo proceso o alguno que otro alternativo para verificar dichas afirmaciones, muchos no pudieron volver pero todo sobreviviente aseguraba lo antes dicho. Naftero guío a varias personas, semi-hombres, algún que otro espíritu del bosque noble de otro reino a quienes les explicaba a grandes rasgos lo sucedido tras el post mortem, muchos tomaron este hecho como una esperanza de paz y calma luego de una vida repleta de luchas territoriales o de gente a quienes tachaban de ser quienes amenazaban sus estilos de vida (en muchas ocasiones lamentables). Un conglomerado de almas dónde todas permanecerían juntas, un paraíso incorpóreo destinado para todos, no solo los ricos y poderosos. La Orden De Magos se casó con esta ilusión tras la muerte de Naftero, acapararon el conocimiento para los miembros obligando a todo esgrimidor de esta fuerza “mistica” a seguir sus lineamientos incluyendo sus creencias sin dar espacio al criterio propio, esos quienes osaban cuestionar o investigar más a fondo tenían la visita de los Cuervos, agentes encargados de lidiar específicamente con los magos problemáticos conocidos por sus capas emplumadas por la cual se les nombra, sujetos con un lazo más estrecho con el flujo, también conocidos como “mata-brujos”.
El no confiaba en la Orden, ni en la religión Naftalista, siendo en su mayoría gente con miedo esperanzada en un futuro más allá de la vida, sabía que la realeza le dio poder y concesiones a la Orden para dejar de lidiar con su persecución y usarlos como carne de cañón al ser usados como meros soldados, vigilados por su gente de confianza en la milicia y obispos en la capital. Eso dejaba con pocas posibilidades a los magos como él, quienes deseosos por controlar la fuerza “indomable” seguían sendas criminales, otros vendían porciones de su alma, ellos acababan como seres lúgubres al sentir como les arrancaban algo invisible y esa sensación siempre los acompañaba, los más extremos quienes deseaban mayor soltura en la manipulación del poder pactaban sus almas con algún demonio de los Anillos un sitio en otro plano quienes deseaban a esos seres incrédulos, él solo se esclavizo a Mergell la mítica criatura del conocimiento pero una de esas condiciones era no dar a conocer los conocimientos recibidos.
Recordaba como un día recibió la orden de tirar una piedra desde la cima de una montaña, no se le informo el motivo solo debía hacer lo solicitado, lo hizo y se fue, tres días después un mercader de conto sobre la muerte de un mago al ser sepultado casi en su totalidad por un alud, su brazo fue lo único que lo hizo notar, pero al sacar el cadáver encontraron una estatuilla como la suya, una estatuilla de Mergell, aquella noticia le impidió conciliar el sueño por una semana, pudo ser un quebrantador del contrato, quizás descubrió a uno de ellos y disponía de hacerlo público a la Orden De Magos, o solo Mergell cosechaba aquello sembrado. ¿Justicia? ¿Asesinato? La incertidumbre lo agobio solo hasta que se encontró con un aventurero quien le amenazó con su espada corta.

Rogaba ante lo vivido, rogaba por no tener que apretarse los dientes hasta que una muela se quebrara, deseaba la fuerza necesaria para barrer a todo enemigo a la vista sin tener que apretar sus manos sobre ese báculo improvisado para hacerlo apto al aguante de la enorme energía empleada al menos para su capacidad. Soltaba descargas de rayos a los goblins, a los blanquesillos como solía conocer a los guls en su tierra natal, criaturas usualmente carroñeras, su palidez era tal que podía verse sus venas por todo el cuerpo, su único pelaje gris lo tenían en las pantorrillas y los ante brazos, seres sin labios quienes ocultaran sus dentaduras filosas, cuencas negras con un infinito hambre, oídos puntiagudos con una envidiable audición. Eran hordas y hordas de estos seres quienes solían estar consumiendo cuerpos de sujetos menos afortunados, luego de abatirlos solían revisar los cuerpos para asegurarse de no ser alguno de sus dos compañeros extraviados, siendo para su suerte o infortunio ninguno de ellos. Al acabarse sus reservas él pudo percatarse de la intoxicación existente en el lugar, el agua, sus habitantes, incluso esos salvajes hambrientos tenían una presencia ajena en ellos, era veneno y dicho veneno podía intoxicarlos. La primera noche tras saberlo reviso a sus compañeros a los tres en ese momento confirmando que ellos también tenían el veneno, solo uno de ellos se enteró al hacerse el dormido comprendiendo el peligro, sin embargo estaban en el quinceavo nivel sabían gracias a él la existencia de veintiún pisos, Alastor no podía estar lejos.

—Es demasiado riesgoso seguir aquí por más días Mirán — susurraba el hombre de ancha espalda, sus palabras parecían esconder su ansia, varias interrogantes saltaron en la cabeza del mago.

—Si, pero Alastor…

—Comprendo lo que dices, todos lo quieren de regreso y nadie se iría sin él, por eso te pido me dejes ir a mi solo, iré más rápido, soy imparable en el combate y lo sabes — todo eso era cierto sin embargo algo era raro, su relación con Alastor no era para nada grata quien podría confiar plenamente en Gerdel.

Tras pensárselo decidió apostar en él, usando salvaguardas incluyo un hechizo de vigilancia y control para asegurarse de traer a Alastor en caso de una movida peligrosa. Mirán solo tendría que purgar los alimentos y el agua de esa invasión, sus salvaguardas podían evitar conflictos mientras no se tratara de alguien afín a la magia, su ojo derecho le mostraría la situación de Gerdel en las profundidades de la mazmorra, tuvo un largo tramo sin ningún incidente solo encontraba restos de armaduras, armas abandonadas, ninguna llamaba la atención del fornido guerrero, le apetecía un trago y la compañía de alguna mujer como de costumbre luego de sus prolongadas misiones, tanta paz casi engañaba a Mirán al ver cómo bajo un piso sin problema, esas antorchas que adornaban las paredes estaban allí encendidas dando luz a los pasajes, el mago se guardaba sus dudas de estos objetos de los cuales percibía magia turbia, procedente de algún vil trato con los habitantes de los Anillos, el hombre llegó a una sala en ruinas con despojos de telas sobre lo que en algún momento fueron estatuas o hasta pilares, de la misma manera podía seguir encontrando armas regadas por toda esa amplia habitación una señal poco alentadora, en esa ocasión pudo ver un hacha muy semejante a la suya de gran hoja con dos medias lunas y el mango de cuero, esa gemela en el olvido parecía tener años allí, la inquietud lo obligó a intentar tomarla deseaba examinarla a detalle antes de eso algo surgió delante del guerrero pese sus salvaguardas, eso podía sentir su presencia y el mago como con su mera aparición robaba toda la vitalidad, era una sombra con ligeras semejanzas humanas únicamente su cabeza pero lo inhumano era que contaba con largas extremidades parecidas a tentáculos colmados de bultos, en la punta de sus miembros contaban con una uña curvada de buen grosor, idónea para asegurar a sus presas o para herirlas y lo peor flotaba sobre el aire, podía sentir como la mirada carente de ojos se clavaba en Gerdel, la sombra con agilidad inaudita llegó con el hombre quien por fortuna pudo esquivar el abrazo de aquellos grotescos miembros, al verlo supo que hizo lo correcto al mandarlo solo, seguro nadie podría moverse ante esa cosa, un escenario ficticio dónde el arquero, la guerrera y él estuvieran abatidos dejando a un alterado Gerdel con menos raciocinio de lo usual contra aquella cosa antinatural.
Su hacha le arrancó tres de aquellas serpenteantes miembros, esparciendo un líquido morado, el cual se usó para cegar por un momento al robusto hombre, aquellas viscosidades parecieron adquirir una fuerza impropia de sí al tomar el brazo derecho donde tenía su arma, ahora indefenso contra un gajo, un demonio menor, el contacto con su piel causo un terrible dolor, la zona sujetada era quemada por la alta temperatura del despojo.

—Se acabo, está desarmado e imposibilitado para escapar, su valor no podrá contra tal situación — pensaba Mirán quien era tentado a hacer algo para que su muerte fuera lo menos dolorosa posible.

El guante de Gerdel atravesó el aire con toda la fuerza de su peso, el impacto contra la cabeza retumbó, esto se repitió un par de veces más contra el monstruo, el gajo quedó asombrado de tal hecho, otro par de tortazos en la sien le obligó a soltarlo al hacer de su cabeza una masa chorreante de sangre, el hacha liberada silbo en el aire anunciando el costo de su actuar,  otras tres extremidades volaron por la instancia, ante la perdida soltó un aullido cargado de sentimiento pero este no llamaba a la compasión, hacía temblar a todo quien lo oyera, los débiles de espíritu seguro perderían el conocimiento y las personas de buen corazón se paralizarían dándole el tiempo necesario para que el demonio abriera su cráneo en cuatro partes desde la parte superior guardando cierta semejanza con la fruta naranja, demostrando deformes dientes a diestra y siniestra, dio un extraordinario impulso gracias a la poca magia capaz de liberar para arrancarle el cráneo a Gerdel, un movimiento ganador en la mayoría de ocasiones pero no en esta. El hombre fornido libre de todo efecto dio un giro dotando a su hacha de un impulso salvaje, el gajo ya no pudo hacer nada para cambiar la situación perdió la cabeza, el cuerpo cayó sin vida como un mero saco de patatas.

—Demonios, se supone que no debo de matar — musitó irritado llevando su mano a su calva cabeza al recordar la orden de Mirán, él suponía que ese debía ser un medio por el cual se envenenaban debía ser la única posibilidad a no ser que se tratara del aire o el mero contacto con el terreno, siendo una peor noticia si fuera verdad.

Gerdel no se sentía mal, todo lo contrario rebozaba de vitalidad, podía seguir enfrentando sin problemas a cinco gajos al hilo, era libre, no sentía ninguna carga molesta en su mente como cuando estaba con su grupo, todo era simple una gran cacería, una persecución dónde seguramente hallaría a un Alastor demente o comido por algún otro gajo, solo llevaría su cabeza y si el tiempo lo posibilitaba el tesoro, suficiente recompensa sería llevar la prueba de su fallecimiento, mucho mejor si el no tenía nada que ver, pero si viviera un accidente siempre era posible no estaban en un lugar seguro.
Entre los escombros pudo reconocer un arma familiar, la espada corta del extraviado compañero, inconfundible con sus ondulaciones en su hoja, la tomo dejando caer su hacha chamuscada, ideas inquietantes florecían en su cabeza, avanzó sin prestar atención a su alrededor, absorto de las posibilidades, no noto como la zona en la cual se adentro se retorcía, la vigilancia de Mirán menguo al tener que purificar los alimentos, no pudo ver cuándo Gerdel se encontró con Alastor, ambos cruzaron armas con intenciones asesinas, no hubo ningún intercambio de palabras, solo hablaban el lenguaje del hierro, severo, frío y letal, pese la desventaja del hombre sin casco al usar solo su escudo logro prevalecer, al volver a vigilar solo pudo ser un espectador de la ejecución desesperada de Alastor, la muerte de el robusto guerrero y como de la nada retorno poniéndose de pie, solo eso pudo ver ya no podía volver a ponerse en contacto, se pregunto el porque de lo sucedido, su pensamiento desmedido hizo eco en los pasillos, deseaba saber lo acontecido, pero en el fondo estaba claro, era la mazmorra, era el efecto de esos escritos tallados en la piedra, dichos por un hombre instruido por un mago temeroso a la verdad del Axis Vitae.

—Solo deseo poder protegernos — mascullo  afligido por la presión infringida a si mismo al tener que esconder sus presencias de aquello que merodeaba entre los pasillos polvorientos, su cuerpo no lograba recuperarse del cansancio su estado siempre alerta le impedía conciliar el sueño — antes de sobrepasar mi límite.

La guerrera quien solía hablar con la razón y no con las tripas vigilaba a Mirán, notaba su falta de descanso, incluso la ingesta de alimento no parecía ayudarlo su piel morena adquirió un tono amarillento, su constitución ya delgada en un inicio ahora dejaba ver su clavícula, ella comprendía bien el motivo la catacumba lo llevaba al límite aún cuando no quisiera decirlo, ella también noto lo anormal de recibir constantes hordas de criaturas de la caverna, le era palpable la decadencia en el aire, sentía la fría mano invisible de algo sin forma pero cuya voluntad se hacía presente a todo grado dentro de la montaña.

—Fedell necesitamos hablar con Mirán, se está sobre esforzando y estoy segura que lo necesitaremos para encontrar a nuestros amigos — pedía el apoyo del hombre quien afilaba unas relucientes armas bien cuidadas.

—Necesitamos concentrarnos ir por lo que inicialmente venimos — protestaba de forma calmada, su firme deseo nunca cambio estuvo de acuerdo con descender pero con la meta de llegar a un botín — Mirán se cansa al tener que estar protegiendo este campamento improvisado, dice que usa varios salvaguardas por no mencionar ese tratamiento dado a las alimañas de las que comemos, incluso al agua, debe ser duro mantener el ritmo por tres días seguidos, en mi opinión debemos seguir bajando niveles.

—Los salvaguardas son para evitar a las criaturas, si vamos nuevamente ellos nos reducirían al no tener a Gerdel en el frente — podía sentir como la conversación se volvería a estancar, debía ceder a algo si quería lograr un cambio — está bien, tienes razón bajemos podremos reagruparnos  en los pisos de abajo.

—Disculpa, se que debo sonar como un patán, nuestros amigos están extraviados y yo solo pienso en el oro — dejo sus cosas a un lado, se encorvo deseando poder ocultarse a si mismo, sentía pena y vergüenza por eso se irguió arrepentido — hablemos con Mirán, necesitará ese respiro y a nosotros no nos haría mal ensuciarnos las manos.

—Gracias, quizá Alastor fue por el tesoro y en este momento él y Gelder traen consigo el botín — dijo positiva, renuente a pensar sobre ese extraño léxico salido de la boca del aventurero, para luego correr a toda marcha al interior de la mazmorra, no deseaba darle crédito a esta extraña atmósfera sofocante, esa a la que la invitaba a la desesperación, ignoraba que seguramente bajo el asedio de las criaturas seguramente su mente colapsaría, necesitaba creer con devoción en la buena fe de Gerdel, en increíbles situaciones que rezagaran al par, hacía lo que fuera para alejar la amenaza reinante que pese a ser invisible su presencia era abrumadora, apenas permitiéndose escupir semejantes tonterías.

Fedell callo deseando no pensarlo, no quería salir de su fantasía en dónde todo lo que importaba era el dinero como en otras excursiones, siempre siendo el heraldo de su benefactor quien logró ver esa sed en él, para luego darle una oportunidad única en su caso un retiro con todas las comodidades con un sueldo bastante ostentoso para él y su familia, su verdadera familia no ellos con quiénes se jugaba la vida, gracias a su talento salía victorioso pero era por ellos que siguiera intacto aún sin querer desarrollo un vínculo a sabiendas que quizás un día debiera anteponer a una de esas dos familias, duras pruebas vinieron a ellos, más de una vez le salvaron la vida ante emboscadas de bandidos, envenenamiento por bestias purulentas, errantes fantasmales, tuvo diversas aventuras dignas de contar a la luz de la noche para sus hermanos y hermanas quienes les parecían tremendas odiseas como la vez en que tuvieron que llevar a una dama hasta un reino en el mar, teniendo que lidiar con las arpías cantoras únicamente saliendo con vida gracias a su guerrera quien era inmune a la sinfonía, pero no solo tuvieron problemas con ellas sino con la traición de una fracción de ese extraño reino. Mirán hizo gala de su magia engañando a todos al dar a la joven quien momentos después resultó ser Gerdel y la última sorpresa aguardo al llevarla con los nobles quienes resultaron ser criaturas de las profundidades, escamosos de tonalidades diversas, a la luz de la luna su apariencia se mostraba y ella bebiendo una suerte de pócimas se convirtió en uno de ellos pactado la paz entre los habitantes de las profundidades y los terrestres, en su partida en barco fueron testigos de como la isla volvía al fondo marítimo, su participación quedaría olvidada para la historia pero viviría en su familia y eso contentaba al arquero. Ahora sentía una presión en su pecho, como cuando el aire estaba cargado de muerte ante la llegada de las sirenas, la ansiedad volvía a él al no tener que hacer, necesitaba su arma a la mano para hacerle frente al agobio.

—Son solo ideas, estar aquí te está pegando fuerte, es otra mazmorra más, nada de que temer — buscaba convencerse sujetando su tembloroso brazo izquierdo, recordó sus deudas y que sus deudores se llevarían a sus hermanos como compensación, el coraje durmió ese miedo volviéndolo a centrar en su meta personal.

—Necesitamos movernos, queremos bajar si seguimos aquí tu no aguantaras y sobre todo necesitamos ir por ellos — Fedell dio voz a la voluntad del reducido grupo para sorpresa de Mirán.

—Los peligros son mayores en los siguientes niveles — su lengua se retorcía evitando con sus fuerzas el dar la explicación, temía contar su responsabilidad sobre la tragedia, no deseaba confrontar a un gajo u otro ser de igual o mayor peligro.

—Gerdel no ha vuelto en dos días y tú condición empeora debemos tomar el asunto en nuestras manos o nunca nos volveremos a reunir — intervino la mujer con una serenidad asombrosa casi inspiradora ante los horrores existentes del lugar a los que él buscaba protegerlos, la renuencia del mago era el visible a lo que la guerrera continuo — iremos aún sin ti a decir verdad.

El mayor temor de Mirán surgió al tenerse que poner a prueba nuevamente, su voluntad flaqueaba al pensar en volver a sentir como todo deseaba someterlo, doblegarlo ante una prueba de poder, sabía bien que volver a hacerle frente podría llevarlo a su perdición y quién sabe que otro destino, le aterrorizaba solo imaginarlo, él y sus amigos en esa terrible suerte pero si no intentaba nada Alastor estaría condenado ya que algo le decía que Gerdel nunca regresaría.

—Mergell lo apostaré todo a ti — pensó el hombre moreno tomando fuerzas para lo que estaba por venir, ya no podía detener el curso de las cosas.

—Iremos, pero deberán seguir mis indicaciones — señaló con énfasis, cometió un error con Gerdel pero no lo repetiría, al menos eso creía, el resto asintió.

Hill's Mortem: The Dungeon Volumen 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora