Sinner

34 11 1
                                    

—¿Cuál crees que deba ser el máximo deseo de un mago? — le preguntaba Marle a un adolescente Mirán tumbado sobre el césped en una tarde apacible.

—¿La inmortalidad? ¿El avance mundial? ¿El equilibrio en el mundo? — soltaba posibles respuestas aún incierto sobre un respuesta definitiva.

—Todas podrían ser ciertas — le respondió sumido en la calma de esa tarde placentera, la misma que los llevo a tirarse en algún lugar de la nada — pero yo quiero creer en el conocimiento, con el es posible todo lo dicho, una respuesta para la incertidumbre que nos aqueja. ¿No suena maravilloso?

El anheló fue transmitido sin siquiera notarlo al ver el rostro de su mentor, deseaba poder conseguirlo aún cuando el trayecto pareciera tan distante, entonces noto una tercera presencia, era el sirviente de los magos de la Orden con la carta y el medallón.

—Si es una meta admirable, ahora únetenos — le pidió con la misma clase de sonrisa de su maestro, esto perturbo a un Mirán adulto, de pronto el tercero se dirigió a Marle — dígale cuánto disfruto su estadía con nosotros, por favor cuéntele.

Mirán volvió a observar a su maestro ahora siendo solo un torso con cabeza con la misma sonrisa apacible, sus muñones recién vendados tenían sangre.

—Si, fue tan fascinante que deje parte de mi allí — exclamo para luego reír desenfrenado, el día se volvió en noche, Mirán intento alejarse pero no lograba coordinarse sus miembros parecían tener la vitalidad de un recién nacido, sin embargo aún seguía su obstinación de huir de inmediato ante esa corrupta visión — oye, no pongas esa cara, ahora sabes que está existencia no termina, no del todo — la apariencia de Marle decayó en un instante, la descomposición de la mitad de su rostro asqueo a su discípulo, el ojo derritiéndose le llevo a dar un grito insoportable de aguantar, su garganta se resintió al pegar vocalización.


El despertar fue solitario, la temperatura bajaba le revelaba la falta de antorchas en la cercanía, gruñidos, cadenas y lamentos era todo lo audible para Mirán, su visión no era mejor la penumbra reinaba a manos llenas la cual se negaba a darle el derecho a ver a través suyo, la ansiedad lo aquejó al solo poder oír el peligro, como pudo se incorporó apoyándose de la pared, se llevó una desagradable sorpresa al tener al tacto algo suave, cálido y húmedo, las náuseas le querían llevar a devolver su escaza comida, tuvo que hacer un gran esfuerzo para evitarlo, necesitaba toda su fuerza aún con la cabeza dando vueltas su mente retenía la información más vital.

—Hill’s Mortem.. Alastor, compañeros, milagros para salir — repetía en voz baja mientras seguía andando guiado por la estructura repulsiva, no necesitaba verlo para asegurarlo y más importante no deseaba verla, pero dentro suyo pasando el tumulto de emociones existía una fascinación, una curiosidad casi macabra está lo impulsaba hacia delante a dónde creía encontraría las respuestas, el conocimiento, buscaba asfixiar este sentir suyo, sentía culpa de la muerte de Gerdel — Alastor, debo salvarlo. Tengo qué.

El mareo ceso tras caminar un largo tiempo y las ideas comenzaron a llegar comprendiendo que su situación podía mejorarla, levanto salvaguardas a su alrededor para luego ocultarlos con otros conjuros, quería saltarse procedimientos para apurarse y contactar con sus compañeros, no sabía con certeza cuánto tiempo estuvo inconsciente o la condición de ellos tras su separación forzosa.

«—Mira bien eso — señalaba Marle a las hormigas destazar a su víctima, el menor quien se volvería Mirán observo nada complacido hecho que noto su maestro — puede que esto no sea de tu agrado pero de la observación podemos sacar datos increíbles, el funcionamiento exacto de los seres vivos, su interior y como la magia influye.»

«—¿Pero si algún mago aplicará lo mismo con seres humanos? — se sacó la espinita que le incomodaba al tener que presenciar la muerte de otro ser vivo para sus estudios.»

«—Eso esta penado con la muerte mi niño, el rey aún al usar a los de nuestra clase para sus servicios nos ve como no-humanos — parecía querer seguir con el tema pero se contuvo al darse cuenta que la charla tomaba un rumbo más mórbido — nadie lo hará, solo sigue tus estudios.»

Mirán parecía meditar, al estar sentado en la mazmorra, sus labios se movían con una tremenda agilidad, sus complicadas palabras no tenían eco en el pasillo, no salían disparadas ni en búsqueda de su objetivo, rezaba un sortilegio quebrantador, rompía las barreras naturales de su cuerpo para liberar su alma, dejando como ancla su mente para permitir su regreso. Al retirar sus cadenas pudo ver el verdadero aspecto del lugar, un purgatorio sanguinolento dónde toda estructura era conformada de carne palpitante, ojos amarillentos le observaban clavados en la masa carnosa, todo parecía estar iluminado por rayos rojizos, este escenario asqueaba en primera instancia al mago pero quedaba perplejo ante el método para lograr dicho dominio solo para temer ante sus hipótesis, nuevamente temía por su destino, por su casi asegurado final, volvía a ser ese mocoso que levantaba la frente a magos quienes rebosaban de poder, se dio cuenta que seguía siendo diminuto y eso casi lo quebraba, el peso de los milagros lo sacaron adelante. Camino por el inhóspito corredor dejando atrás su cuerpo, se miro atento su sereno rostro moreno, ante él aquella visión simulaba la muerte, el pensamiento pareció adquirir fuerza una que apretaba su garganta, deseaba volver en sí, el crudo mundo a su alrededor parecía salvaje, incontenible ante sus acciones y desnudo ante su asecho. El rostro de Alastor hizo eco en su ser, el peso de la responsabilidad en su espalda lo obligaba a reponerse.

—Tengo que seguir como él lo haría, no puedo dejarme tumbar por mi naturaleza — se aparto de su cuerpo adentrándose entre el festival palpitante, sombras pasaban a su lado, algunos volaban, otros se arrastraban y otro tanto andaban erguidos, eran los espectros residuales de los habitantes de la mazmorra — puedo ver de antemano su contaminación, todos tienen el mismo tipo de esencia, ciertamente no es una buena noticia.

Veía las siluetas de bestias raras, algunas vistas de primera mano, otros solo escuchadas en leyendas del primer tiempo época del descubrimiento de todas las razas y del alza de los enanos como la más poderosa al avanzar a pasos agigantados. Mirán deseaba verlos, tenía intenciones de aprender de esas criaturas olvidadas por el tiempo, la sensatez volvió a tiempo para ocultarse de una sombra quien habitaba en ese plano, era una mancha que se arrastraba por el techo, no se atrevió a verla intuía que al hacerlo eso se daría cuenta de su presencia, de la misma forma podía adivinar esa sensación pegajosa que impregna a su paso, apenas pudo ocultarse debajo de una gran sombra, adivinaba por el tipo de postura y su andar en dos piernas se trataba de un orco, sentía un poco de asco ante semejante acto indecoroso pero se lo trago al sentir el pavor de aquella cosa, era peor que esos repulsivos ojos en las paredes, la presión existente se fue desvaneciendo hasta el olvido solo así pudo salir de aquella sombra humanoide.

—Realmente esta es una carnicería — su alteración le hacían desvanecerse, siendo una clara evidencia de su falta de concentración para seguir vagando libre de su cuerpo físico — ¡Demonios! ¡No puedo regresar luego de todo mi avance!

«—¿Cómo descubrieron el doblado del alma en el primer tiempo? — le hizo la pregunta el niño moreno en ese entonces sin nombre, ellos estaban en un claro de un bosque, listos para pasar la noche frente una fogata, su maestro buscaba la concentración para evocar una cara de la magia de la cual solo oía rumores.»

«—El doblado del alma fue descubierto por los enanos, solían usarlo para sus excursiones a las entrañas de las montañas, les era bastante conveniente para evitar monstruos que les tomarán por sorpresa — contesto aún resuelto en lograr desentrañar la veracidad del rumor con ambas manos a diez centímetros de la otra — no existe registro alguno del proceso de aprendizaje de los enanos tras la noche de los mil años, quizás en sus bibliotecas estaban junto con otros secretos ahora perdidos.»

«—¿Tu crees que eso nos beneficio? Quiero decir tal vez tenían hechizos perversos o algún mal — su pregunta género una sonrisa de satisfacción en el mago quien detuvo su intento.»

«—Esta fuerza vital es neutra, nuestras acciones son las que le dan esa etiqueta — su forma de hablar le hacia dar la declaración absoluta aún cuando no estaba del todo seguro, quizás el lo ignoraba y esa incertidumbre quedó plantada en el interior del niño sin nombre sin siquiera notarlo alguno de los dos.»

Los vientos de Santana soplaron trayendo nuevas temporadas, endureciendo al mago y fortaleciendo a Mirán quien tenía otro nombre, en un verano como otro el adolescente lloraba con amargura, un desdén por su propio albedrío, la insensata ingenuidad y la soberbia dada por esos años de éxtasis hormonal. Encorvado en el bosque estaba con el cuerpo de un muerto, él fue su verdugo cuando solo intento asustarlo, solo un leve golpe se repitió en su mente, no lo midió solo libero una descarga deseaba herirlo, verlo retorcerse en el suelo tras el acoso recibido, lo llevo retirado de la vista ajena tenía un perfil bajo para no hacer público su naturaleza, seguían escapando de la Orden De Magos. La víctima era un adulto ignorante quien pudo intuir el dominio extraordinario que pocos poseían, culpable por pegarle unas cuantas veces al joven únicamente siguió al ver su mirada desdeñosa como si ese mocoso resultará ser más digno que él, a su vista ambos comían mierda y debía entender su lugar, eso lo llevo a la muerte.

«—¿Qué hiciste? ¡Debemos partir de inmediato! — exclamó su maestro quien llegó siguiendo el rastro de magia en el ambiente, le sujeto del brazo para levantarlo, su apuro lo llevaba a ser brusco.»

«—¡Suéltame! ¡¿No ves lo que hice?! ¡Lo mate! Lo mate — aparto la dura mano de su figura paterna, deseaba un castigo, el pago por su insensato acto — era un idiota pero lo mate, no lo merecía, yo solo pensaba lastimarlo.»

«—Esta hecho, tú vives debes superarlo, quizás este tipo estuvo por matarte, la vida es dura y creer que estás situaciones podrán evitarse es mentira — le sujeto el rostro con una mano, su tacto burdo y apurado le recordaba la necesidad de escapar — morirás si te quedas, eres lo suficientemente listo para comprender que el precio por dar muerte es la muerte y más si eres un don nadie para el resto, así que levántate si deseas seguir viviendo, sino espera allí a tu cobrador.»

Marle lo dejo allí, poco después un joven le siguió con mirada cabizbaja, su cabeza era un hervidero de pensamientos, poco a poco comprendía mejor lo que aprendía en práctica.


Mirán en el plano astral llegó a unas escaleras de caracol hechas con puros huesos, todos variaban no eran de un solo espécimen, tan solo verlo le parecía ya bastante demencial, intentaba pensar en que clase de esgrimidor de la fuerza de vida podría llegar a tales métodos para orquestar un dominio tan macabro, en la estructura pudo ver a sus compañeros, les distinguía por los salvaguardas puestos en un principio pero se sorprendió al notar que uno de ellos tenía una contaminación crecida, logro alcanzarlos pese tomar diferentes caminos para explorar la zona. Logro trascender al plano físico en su estado incorpóreo, la sensación tras esto fue la de recibir la primera brisa de la madrugada desnudo, todo ardía pálidamente en su fantasmagórico cuerpo, su figura era afectada por ello apareciendo y desapareciendo con brusquedad, la escalera de espanto se volvió una de piedra ya algo dañada por el tiempo, las paredes en lugar de ser sangrientas eran duras y carentes de agua, al mirarlo se sentía engañado por la mazmorra ya habiendo visto su verdadero rostro. Sus compañeros se mostraron reacios al ver la presencia incorpórea, sentían la incomodidad de la muerte de su amigo, Fedell preparo su arma para atacar al llegar a tocar suelo.

—Es bueno verlos íntegros, Fedell baja eso, solo desperdiciarías tu flecha — indico el mago, con ello el hombre se animo a guardar el arma, su compañera estaba consternada de aquella reunión.

—¿Qué significa esto Mirán? Tu caíste por un pozo, lo vi — hablaba con torpeza temía estar en presencia de un muerto.

—Estoy bien, estoy en este mismo piso, me tomé mi tiempo para intentar localizar a Alastor, use un hechizo para evitar el conflicto — les explico, ello ayudo a la paz de sus amigos — también sé la ruta más segura para reencontrarnos.

—Mirán, me preocupa no encontrar a esos orcos, ni siquiera hemos visto sus cadáveres, no quiero encontrarlos en un pasillo estrecho — expreso su miedo esperando una respuesta a su temor.

—Están bajando en estos momentos al nivel inferior, pero también están bestias a considerar en este punto — hablo de la ruta a tomar, de las bestias dormidas, deseaba contarles de los seres olvidados en leyendas que de a poco se convirtieron en mitos, muy dentro de si mismo pensaba volver en esa forma intangible y conocer más de esas bestias quien sabe a dónde lo llevaría tal investigación prometedora, hasta se atrevería a contactar con algún par de magos para lidiar con esa entidad, la soberbia adquirida por un poco de poder iniciaba a cegarlo — estamos cercas de hallar a nuestro amigo, seguiré adelante para encontrar un paso seguro.

—Están bajando en estos momentos al nivel inferior, pero también están bestias a considerar en este punto
La figura transparente se desvaneció dejando al par inquietos ante sus últimas palabras, “nuestro amigo”, solo uno, la mera posibilidad intuida era peor a los ruidos provenientes del piso. Tenían años de conocer a Mirán sabían que él les ocultaba algo y la próxima vez le harían escupir todos sus secretos, ese fue su pacto mutuo pero era algo que nunca podrían cumplir ya que no se volverían a encontrar.

El mago volvió a su cuerpo, su visión era nublosa como si despertara de un largo sueño, incluso su cuerpo respondía con esa torpeza, gateo hasta la pared frente a él, al palparla identifico un gran bulto, ello le era insólito pero no podía sentir alguna intención hostil como en las bestias encontradas, por el contrario lo que estaba del otro lado irradiaba desesperación como un gato en medio del lago. La mente del hombre adquiría conciencia y actuó lo más humano. En consecuencia su mente libero recuerdos previamente sepultados.

«—Lo diré solo una vez, escucha muy bien, no tendrás otra oportunidad — la voz de un Mirán un poco más joven y con cabello reflejaba un desapego a la integridad del individuo magullado, la sangre molida bajo su piel estaba terriblemente inflamada, sus labios se rompieron tras ráfagas de puñetazos ante la frustración de no conseguir la información pedida, la silla donde esté se encontraba retenido tenía propiedades mágicas de impedir levantarse o mover sus extremidades de ella mientras no proporcione la cantidad requerida, algo fácil para un mago de la Orden, pero imposible al tener puesto alguna de las series de medallones de Carlotta, ellos impedían la vinculación con el Axis Vitae — ¿Quienes eran los magos encargados de experimentar en humanos?»

«En la mente del cautivó seguía la misma respuesta repetida, esa que le otorgó una innumerable cantidad de puñetazos según su nublosa conciencia, pero en esa ocasión se detuvo antes de escupir la tortuosa repetición, su frialdad le advertía sobre un castigo peor. La primera vez que le vio era un joven aparentemente desconcertado tras recibir la última carta con el medallón funerario, pensó que era inútil ser tan persuasivo, no veía esa chispa de audacia o la enorme sed de conocimiento aún así los altos mandos fueron bastante claros sobre engatusar a todo esgrimidor de la fuerza pese lo mediocre que fueran, no le molestó ese día pero su repentina ida en plena noche le extraño. En su segundo encuentro casi no lo reconoció era un hombre endurecido los ojos quienes antes resplandecían ante múltiples futuros ahora lucían apagados sometidos ante un único camino solitario y crudo, era solo otro más en la multitud, su magia era ocultada gracias a algún objeto, así su identidad estuvo protegida hablaron un rato, Mirán le contó sobre una de las runas de los enanos, de su extraordinaria suerte al dar con ella pero al no ser un afortunado al contar con el vínculo del Axis Vitae no podría asegurar su legitimad, así llegó a su aposentos y a la silla donde estaba contenido siendo una costumbre en poco tiempo la agresión.»

«—Elha Barde, Vego del Río y Hildegard Boch — soltó los nombre dejando a un lado su eslogan ya muy quemado en su interrogatorio “solo soy un mensajero”.»

«—No era tan difícil ¿O si? — hablo aún con esa mirada vacía a la que el no-solo-mensajero había visto con bastante regularidad, se esforzó por recordar a esos otros, necesitaba saber con qué lidiaba, Mirán camino impaciente delante del no-solo-mensajero digiriendo los nombres como si de esa forma pudiera calcular sus fuerzas, su andar fue acelerado al no dar con una posibilidad de salir vencedor de un encuentro con esos magos.»

«—Ellos son magos bien formados, sería imposible ganarles en un duelo justo y menos si intentará algo drástico — pensaba recordando como los investigadores contaban con guardianes asignados para sus protecciones, sus ojos dieron con una posibilidad pero requería más cooperación, volteo a mirar a su cautivó, en ese instante él recordó en quienes había visto dicha vista, en los investigadores, comprendió su final y tras gritos ahogados durante horas partió.»

«—Poder. Era poder — hablo en la habitación callada, su voz resentía el peso de sus propias palabras, todo el temblaba ante su previo actuar miraba el cuerpo inerte en la silla únicamente se mantenía en ella por haber echado su cuerpo para atrás en su agonía, el espasmo de sufrimiento quedó grabado en su rostro, eso no le ayudaba aún siendo un miembro de la Orden De Magos, su estómago ardía, se frustro ante su impulso — ¡¿Cómo pueden hacer esto?! ¡¿Cómo viven con ello?! — le gritó al cuerpo inerte sobre la silla, no hubo respuesta y a ello él se tiró al suelo y volvió el estómago para solo musitar en esa habitación una última pregunta — ¿Cómo viviré ahora?»

La pared cedió al retirar unos pedazos de la misma liberando un cuerpo junto con restos de la carnosidad antes vista en el plano astral, se trataba de un hombre revestido en acero, no tardó en darse cuenta de que era Alastor, su amigo estaba inconsciente y bastante maltrecho su apariencia era fatal tenía una palidez digna de un espectro, de sus manos emanaba sangre ante sus heridas, no dudo en revisar su estado más apremiante, la invasión de la mazmorra, un rictus de horror fue el resultado al ver su precaria condición. La muerte sería lo más piadoso para el hombre, lo haría en otra circunstancias le rompería el cuello, en eso recordó la escena de la muerte de Gerdel, aquella batalla desesperada a la cual ambos llegaron hasta las últimas, dudo de su labor.

—No, yo vine a salvarte, a todos — golpeó en su cabeza la visión del no-solo-mensajero tumbado en la silla, ausente de todo incluso la vida, apretó los dientes como si aquello ahuyentara el recuerdo, coloco su mano sobre la frente del aventurero y un resplandor dorado lo envolvió purgando toda contaminación y restaurando el maltrecho cuerpo.

Un escalofrío recorrió la médula del mago, algo atroz lo observaba, una cosa sin inhibiciones humanas, era peor a la mirada eludida del vigilante en el plano astral pero bastante similar la una de la otra, apenas se atrevió a devolver la mirada en la pared abierta solo para notar la cosa negra, del infinita oscuridad un ojo ámbar surgió. El miedo casi le hizo liberar el segundo milagro en su contra con el mero anhelo de erradicar a esa cosa innatural, la pared la aprisionó dentro suyo antes del proceder del sujeto moreno, el corazón le latía con fuerza y para su sorpresa tenía la frente empapada de sudor.

—Quizás solo fue mi imaginación, el desquició de un hombre agobiado por el encierro, si eso debió ser — se dijo en voz alta para creer en ello, no deseaba caer en la desesperanza, ya no, los tosidos de su compañero lo trajeron de vuelta.

—Calma, calma, ya estás bien — le tranquilizaba el mago, el aventurero le miro extrañado, busco reincorporarse aún cuando su cuerpo apenas reaccionaba.

—¿C-Calma? — decía Alastor sin acercarse al individuo, temía que aquel sujeto no tuviera una estabilidad mental como el otro — ¿Acaso nunca has..?

—¡Alastor! ¡Reacciona amigo! — exclamó el desconocido, de inmediato se contentó el aventurero al escuchar el tono de esas palabras podía confiar en ese tipo.

—¿Me conoces? ¿Tú realmente me conoces? —le parecía irreal está situación, eso no impedía la sonrisa del rostro del aventurero, casi las lágrimas salían.

—Hombre te estaba buscando, soy yo, Mirán —se acercó lo suficiente para verlo, se trataba de un hombre moreno de largas ropas azules, de complexión delgada y cabeza rapada — recuerda, has el esfuerzo ya podrás recordarme.

—Sí... Te recuerdo, nos conocimos hace siete años, nos peleamos en una mazmorra tú...

—Yo encontré un cofre, pero tú decías que lo hallaste primero—contaba Mirán osado con una gran sonrisa en su rostro, recordar era vivir y que mejor que ese instante cuando perdido encontró luz en su vida.

—¡Sí! Y tú derretiste mi espada — respondió de inmediato con una sonrisa, los recuerdos volvían a él, podía ir y venir a ellos, sus monumentos estaban en pie y la ciudad que era su cabeza volvía a vivir.

—Pero claro, si apenas te vi noté que me atacarías, pero eso no te importó tanto, ya que te lanzaste contra unos trolls — contaba animoso de encontrar a su preciado amigo, de conseguir salvarlo del olvido, del depredador absoluto en ese lugar inhóspito.

—Claro esos bribones no se llevarían el tesoro que conseguimos —Alastor hablaba presuntuoso, se sentía reanimado ahora, las horribles experiencias de hace poco parecían desvanecerse, como una pesadilla ocurrida en un país distante al cual ya no podría volver, pero tristemente era su ignorancia lo que le hacía ver de esa forma.

—Amigo es bueno encontrarte — Mirán le palmeaba el hombro, el hombre del escudo le miraba con emoción pero recordó algo importante — ven ponte de pie, celebraremos después.

—Dime que paso, yo no recuerdo nada — le revelaba el guerrero, quien en su ciudad mental no podía hallar el recuerdo mas importante, el inicio de la pesadilla — siento que antes de despertar aquí algo grande ocurrió.

—Veras Alastor, todo iba bien, entramos a las ruinas de Hills Mortem, el lugar estaba lleno de estatuas e inscripciones en lo que quedaban de las paredes, tú mirabas una pared, mientras el resto se preparaba para bajar, pero tú... — dijo Mirán como si pudiera volver a ese preciso momento en el que la brisa de un aire puro recorría su rostro y no uno viciado — Gritaste a todo pulmón, pareció un grito inhumano, pensamos que un monstruo salió de la tierra.

—¿Luego? — preguntaba ansioso de saber lo ocurrido aún si no lo entendía del todo, necesitaba todo indicio.

—Saltaste a un hueco, entraste a la mazmorra — contestó, Alastor miraba incrédulo a su compañero, este deseaba decirle más, quería contarle que al descontaminarlo noto una marca de dominio, logro borrarla con ese poder de Mergell pero las dudas saltaban aún en él, así que callo.

—No puede ser sólo eso... no puede ser —se negaba a creer lo anteriormente dicho, no era lo que buscaba necesitaba más para comprender, se negaba a aceptarlo.

—Se que es difícil Alastor, pero debemos reunirnos con el resto e irnos, los he estado guiando desde el plano astral — advertía mirando los alrededores con precaución, temía ser oído por esa sombra acechante — Seguro ya lo notaste pero este sitio no es normal, incluso tú...

Un sonido ensordecedor llegó hasta los dos amigos, los habían encontrado, eran muchas voces, la legión de voces susurraban, gritaban, hablando fuera de todo orden, el guerrero tapó sus oídos y apretó los ojos, el ruido era abrumante, parecía que serían devorados por la marabunta, perdia el equilibrio y efectivamente lo perdió, cayó al suelo, pudo ver a Mirán entre todo ese torbellino de voces.

—¡Mirán! — exclamaba entre el sofocante ruido, sus palabras no llegaron al mago, pero siguió con ello — ¡Eres el único que puede sacarnos de aquí!

El cuerpo de su compañero empezó a temblar, su cabeza se movía erráticamente de un lado a otro y de forma cada vez más violenta, de los ojos de aquel hombre brotaron sangre, la boca sacaba espuma que caía al suelo en cada movimiento involuntario.

—¡Noooo! — la desesperación dominó a Alastor, al ver lo incompetente que era para detener lo que ocurría frente a él.

Así como llegaron las atrapantes voces se dispersaron por todas las paredes perdiéndose; Alastor con dificultad se ponía de pie, pero a la par el cuerpo de Mirán caía al suelo sin poder sostenerlo, preocupado tomó el cuerpo de su amigo.

—¡Mirán! ¡Mirán! — repetía temeroso, su única seguridad había desaparecido, temía volver a estar solo, pero parecía ya un hecho — No puede pasar esto... Acabamos de encontrarnos.

—¿Mirán? ¡¿Dónde estás?! ¡Escuchamos gritos! — surgió una voz de entre la oscuridad, era una dulce voz la que sonaba por el lugar — ¿Estas bien?

Dos figuras con antorchas aparecieron y observaron al guerrero en el suelo sujetando desesperado el cuerpo sin voluntad, Alastor notó que uno de los rostro ahí presentes le era muy familiar, se trataba de la joven de fino rostro. Se trataba de Leilla.

Hill's Mortem: The Dungeon Volumen 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora