Varias veces el guerrero se despertó, una al escuchar un chillido solo para descubrir unas ratas peleando, otra llegó tras conciliar nuevamente el sueño al sentir como algo húmedo caía por su frente, haciendo sacar su arma por instinto de supervivencia pensando en una bestia, encontrando solo la filtración de agua entre las piedras.
—¿Llueve allá afuera? — se preguntaba mientras bebía un poco esperanzado que ningún veneno descendiera con el agua.
Su mente volvió a perderse en la bastedad del inconsciente donde a su volvía más de si mismo, la neblina que era su cabeza dejaba al descubierto sus previas andanzas en sitios poco seguros, de un casual duelo uno a uno, a una danza a muerte con un grifo salvaje quien había tomado cierto gusto por la carne humana, una osada contienda dónde uno perdió la vida y el otro quedó en cama debido a una gran perdida de sangre, misión que lo hizo buscar métodos menos riesgosos para mantenerlo con vida el mayor tiempo posible, así nació la Compañía de Espadas Hermanas, formada por un curioso mago apático con los de su clase, una diestra guerra quien solía ser la voz de la razón, un arquero quien solía llevar las finanzas del grupo al ser el más responsable, el hijo de un noble quien deseaba abrirse camino en el mundo por medios diferentes a los de su familia, un guerrero de grandes músculos y con cierto gusto por el hacha, además de otro tanto desdén por Alastor, ocasionalmente llegaban a cruzar armas únicamente detenidos por “la voz de la razón”. La Compañía cumplía su misión, el joven noble conseguía misiones de diferentes partes del reino dónde la recompensa valía totalmente la pena y la unión del grupo en batalla aseguraba el bienestar de cada uno pese a cierta fricción, varias ideas de ampliar sus filas con un par de talentos, pero el noble deseaba dominar el campo laboral.
—Les hablo de ser una organización, una que facilite a todo aventurero de adquirir retos por un buen precio, claro aquellos que deseen postular sus problemas deberán pagarnos para adquirir los servicios de nuestros combatientes — les explicaba con bastante soltura, confiado de lo que hablaba, atrayendo la atención del mago y la compañera, Alastor no parecía muy deseoso por maquinaciones mentales, solo comprendía lo que podía ver.
—¿Qué haría que ellos no buscarán seguir a la espera de un aventurero por fuera de nosotros? — le pregunto el arquero mientras se pasaba la papa cocida — quiero decir suena fabuloso, pero no veo el gancho.
—El tiempo y la calidad de nuestros miembros. ¿Sabes cuántos tipos con apenas una espada salen al mundo llamándose aventureros? ¿Cuántos pasan de una sola misión? Su posibilidad es demasiado baja a la que nosotros le proporcionaríamos, incluso el tiempo es dinero — le aseguro el entusiasmo joven para perderse al hablar sobre el siguiente paso tras establecerse, alguna clase de rangos para administrar mejor las posibilidades de éxito y la supervivencia de su materia prima.
—Necesitaríamos más ingresos para tener una cede en al menos la mayor parte de los pueblos — señaló el hombre del hacha aún incrédulo de una expansión tan brutal.
—Yo pondré una buena suma pero es verdad, necesitaremos más presupuesto y me temo que las misiones actuales no darán el resultado deseado — señalaba el noble ahora pensativo — ojalá alguna riqueza estuviera a nuestro alcance.
Un crujido volvió a despertar a Alastor quien fue testigo de como una araña del tamaño de un lobo drenaba a sus víctimas en una esquina contraria a la suya, al parecer se trataban de las ratas que antes peleaban, los ocho ojos saltones le miraban con una calma aterradora parecía solo atenta a un ataque de parte del humano, este al comprenderlo se fue sin quitarle el ojo de encima temiendo un ataque a traición a último minuto, su corazón volvía a estar inquieto sabía que no podía esperar un calmado día en aquel repugnante lugar y este podría ser el mejor en cualquier caso.
—¿Cuántos días llevo aquí abajo? ¿Realmente está mi grupo aquí? ¿Y si es así seguirían buscándome? ¿O solo se habrán ido? — aquellas devastadores dudas parecían aplastar su pecho. Su cuerpo pese el descanso se sentía torpe y un horrible vacío en su vientre amenazaba con derribarlo — no he comido. Estoy tan agobiado por los terrores que ignore mi propio cuerpo.
Colgando de su cintura encontró algo con que llenar su estómago, una ración de resina y un pan ya duro, su boca deseaba un poco de agua tras aquella reseca comida, para su mala suerte no contaba con una cantimplora, ya con fuerzas volvió a vagaba por las inhóspitas catacumbas. Tenía apenas visibilidad debido a las insólitas antorchas, el guerrero seguía buscando a sus compañeros extraviados, sin siquiera cuestionarse el por qué las antorchas estaban encendidas, lo que si hacia era mantener en alto su guardia. Seguía andando por el extenso lugar, volviendo nuevamente al sentimiento de andar por un túnel más que aún recinto para aguardar tesoros y encerrar hasta la muerte a las personas. Una calma pareció envolverlo, ya ningún ruido resonaba, ni sus pisadas, ni las guijarros que descuidadamente pateaba, ello parecía haber sido raptadas sin mero aviso, Alastor comenzaba a sentir la angustia de la soledad, sentía como las paredes del lúgubre sitio se achicaban y ante la desesperación se vio obligado a correr, así lo hizo corrió con todas sus fuerzas en su apuro soltó su escudo, deseaba salir de aquel sofocante encierro invisible. Corría a toda prisa como si su vida dependiese de ello, sentía como incluso dar una pequeña pausa significaría su condena a un destino incierto pero perpetuo, colmado de agonía y una desesperanza aún peor a la ya padecida.
—Me ralentizaba, tengo que dejarlo — se justificaba por su escudo, por su error, pero sentía como cada segundo contaba, no existía otra forma aún cuanto esto no fuera un verdadero consuelo.
Su cabeza se nublaba presa del estrés, de aquella vigía que volvía ocasionalmente, de la soledad, de esas malditas paredes que parecían sofocarlo hasta los límites de su cordura, emergiendo dudas e ideas peligrosas.
—¿Y si estoy solo aquí? ¿Si todos mis compañeros hicieron lo más sensato y se fueron? ¿Si estoy vagando con una esperanza inexistente? ¿Qué pasa si en lugar de ir ascendiendo estoy descendiendo? — le invadieron terribles pensamientos que lo abatían moralmente, dándole crédito a esta última duda al sentirse tan desorientado, posiblemente a causa de la falta de un astro por el cual pudiese dividir el tiempo, sus giros en cada posible bifurcación, el extraño sentimiento de ascender al avanzar en los pasillos y encontrarse en nuevas recamaras con restos de previos visitantes, un nudo se cernía en su garganta — no, no quiero acabar así..
Los ojos de Alastor se mostraban cansados y turbados ante la más creciente seguridad de ver su destino en los cadáveres casi limpios que adornaban la caverna, la claustrofobia provocada por las paredes irregulares seguían desgastando al guerrero quien ya a estas alturas corría esperando ver entre los pasillos algunas escaleras al final del corredor omitiendo ver los demás senderos. Todo parecía repetirse, antorchas encendidas colgando en las paredes, el sudor broto sobre su alterado rostro, no era capaz de concentrarse y en su distracción tropezó, apenas evitó darse de bruces en la crisma, miro atentamente que fue aquello con lo que dio, quedando conmocionado, su rostro adquirió una palidez comparable al de aquellos restos en las salas previas, sus ojos estaban pasmados sobre aquello en el suelo, era su escudo. Un alarido salido directamente desde las profundidades de sus entrañas recorrió los extensos pasillos, la mayoría vacíos y algunos niveles de la pesadillesca mazmorra.
El hombre estuvo tumbado un largo tiempo combatiendo con la locura que arremetía con tumbar aquella estructura dónde Alastor estaba bien parado. Sé apretaba con fuerzas sus brazos al gimotear tratando de asegurarse de haber doblado mal en alguna bifurcación, su voluntad lo deseaba creer fuertemente, tan fuerte como sus manos estrujaban sus extremidades superiores. Tras un tiempo se reincorporo levantando su escudo, le tenía disgusto, horror y alivio al volver a tenerlo, al reemprender la marcha carecía de la animosidad anterior, sus pasos eran recelosos, desconfiando del entorno como si supiera que ese lugar solo deseaba reírse de él, de volver a llenarlo de confianza para luego arrebatársela disfrutando de este último acto. Un tiempo paso, un lapso indefinido de andar por aquel cavernoso sitio eludiendo arañas de gran tamaño y sus pálidas redes, las cuales eran adornados con los restos de sus víctimas, seres humanos o quizás humanoides eran irreconocibles tras haberles licuado el interior, volviéndolos en despojos marchitos. Su ritmo cardíaco era un horror al tener la tarea de evitar rozar aquellas redes que sin dudas alertarían a su voraz propietario.
—Redes venenosas, existen ciertos especímenes capaces de crear hilos venenosos, incluso corrosivos estos últimos son más fácil de identificar al ser de un tono amarillento, solo que las muy astutas suelen esconderlo entre sus redes sencillas para lisiar a sus víctimas — recordó mientras eludía aquellas trampas sencillas agachándose un par de veces y otras teniendo que equilibrar su peso en una extremidad para evitar el tacto con las sensibles hebras, solo un roce bastaría para atraer a la mortífera amenaza de ocho patas.
Tras avanzar lo que parecía media jornada entre el diverso manto blanco logro salir inerme pero exhausto, sus entrañas rugían pidiendo algún alimento. Un delicioso aroma ahumado lo seducía, nada más fue necesario para ir en su encuentro, no pensaba solo era dominado por su necesidad. Fue guiado a una recamara de grandes dimensiones, múltiples pilares bloqueaban el panorama general, las paredes de aquel sitio eran más regulares solo parecía que fuera solo hace veinte años atrás aún tuviera sus acabados, la naturaleza aún no doblegaba la arquitecta de los enanos, aquella raza que dominó al resto, ellos guiaron y moldearon al mundo, las runas de poder eran solo otro remanente de su historia, historia que vio fin en los primeros quinientos años de la guerra de los mil años. El aventurero quedó estupefacto al ver la fogata con tres bultos sobre aquel fuego, el aroma era embriagador con torpeza avanzó sin titubeó parecía sentirse en casa, al estar a veinte pasos de distancia se dio cuenta de su error.
—¡Estúpido! ¡Me expuse! ¡Ni siquiera se me ocurrió escabullirme para saber con quién trataba! — se mal decía frustrado por su flaqueza — todo el empeño puesto a evitar a las aracné y ahora lo tiró a la basura.
—¡¿Pero que veo?! ¡No es un orco, ni mucho menos un goblin! — escuchó una voz proveniente del fondo de la recamara, retirada aún de la fogata, seguramente la abandonó para sobrevivir al inesperado visitante al ser escuchado, el tono del hombre enmarcaba ansias por compañía, al igual que Alastor.
El ambiente se llenó de animosidad al encontrarse ambos con un prójimo, el rostro del aventurero se iluminó al ver al otro, cuánto había deseado la compañía de otro semejante, inmediatamente una alerta en su cabeza se alzó parando en seco su marcha, lo miro con atención, con escrutinio, buscando divisar todo peligro en aquel otro individuo, portaba un misterioso manto sobre si, dudas y afirmaciones hervían sobre aquel caldero en que se había vuelto su mente, sus ojos parecían tener conciencia de su estado pero algo sobresalía, algo turbio, ese otro tenía algo demasiado inusual pero incapaz de darle un nombre se limito aproximarse impulsado por el aroma ahumado de la carne y su propia necesidad de compañía.
—El no sería capaz de matarme, está aquí atrapado como yo ¿No? — se decía a si mismo intentando auto convencerse sin éxito — segundo error, esto podría costarte la vida. — su mano se aproximó al arma pero de forma torpe intentando no parecer una amenaza, solo deseaba hacerle entender que estaba armado y no sé tentaría el corazón de ser necesario.
—¡Espera! — le pidió extendiendo ambos brazos como si un muro se alzará en su ademán, Alastor hizo caso — ¡¿Eres real?! ¿O solo eres una mala pasada de mi mente? — su voz parecía quebrarse con esta última pregunta, saliendo a la luz aquello que no podía identificar en un inicio, era la locura, algo ciertamente contagioso y más en lugares tan inhóspitos como ese.
Retroceder ya no era una opción, ni alternativa, aquella oportunidad quedó atrás, el individuo era peligroso, su única alternativa de salir ileso era convivir, con ello ahuyentaría esa cosa amorfa la cual buscaba derribarlo de su estructura, de su realidad, pero el otro estaba enfermo y peor aún podía enfermarlo a él también si no tenía cuidado, su manera de sobrevivir a la locura pudiera ser la forma más rápida de caer en ella.
—Cálmate, soy real, mi nombre es Alastor — hablo con soltura tratando de evitar hacer notar su temor, ya tenía suficientes problemas para afrontar otro, su ceño se frunció al observarlo, no le era conocido, ese tipo no era alguno de sus compañeros — una fortuna, no sé que habría hecho de haber sido uno de ellos — pensó aliviado.
—Si, pareces diferentes a los otros — rio pero no por gracia sino por cansancio, estaba claro que estaba abatido, callo de pronto al notar la mirada preocupada de el hombre real — ven acompáñame, debes tener hambre, pero a cambio de los alimentos quiero que me cuentes de ti.
—Gracias, fue un tramo difícil ese último — declaró Alastor al sentarse frente el fuego — sabrá que detrás tuyo está un nido de ocho patas y no estoy equipado para lidiar con ellas.
—¿Acaso he lidiado con ellas antes? — la duda le hizo detenerse de forma abrupta, miro al otro temiendo que ello le hiciera dudar de su existencia y lo atacase con sepa que arma oculta, sin embargo solo recibo aquella piezas de carne asada. Ambos comieron en silencio, el aventurero noto que la comida eran ratas.
—Creo haber comido cosas peores — se decía con bastante seguridad y agradecía que esa bruma se hubiera comido tal recuerdo.
—Vamos habla, no quiero caer en cuenta que no existes — su petición parecía más una suplica por mantener su escaza cordura. ¿Cuántos tormentos vivió? ¿Cuan brutal es la soledad aquí abajo? ¿Cuánto aguantaré?
—Yo realmente no tengo memoria previa de despertar aquí, todo es confuso, gritos de voces conocidas, letras raras y cosas, muchas cosas raras — se llevó a la frente su mano intentando evocar aquellas memorias bloqueadas por la bruma reinante en su cabeza, la frustración se hizo evidente refunfuñando — recuerdo el rostro de una mujer, apostaría lo que fuera a qué ella me es importante y quiero volver a verla.
—Mujeres, si, son nuestro anhelo — suspiro el hombre con una mirada melancólica, sus ojos negros a los que apenas en ese entonces pudo ver Alastor estaban siendo envueltos por una poco usual palidez.
—Eso no parece ceguera — hablo en voz alta cuando solo disponía a guardárselo, tardo unos segundos darse cuenta de su error, pero el otro no se percató de ello, no parecía saber de lo que el aventurero hablo, solo estaba sumido en si mismo.
—¿Acaso lo que te impide conectar con tus recuerdos es un mar blanco? — su pregunta tomo por sorpresa a su oyente, era eso no tenía duda, pero saltaban varias preguntas más y quién sabe a dónde lo llevaría si las seguía. ¿A la existencia de un ente soberano de aquel inhóspito lugar? ¿Quizás nada, solo ideas tontas y un tremendo golpe en la cabeza? ¿Una maldición? ¿O simplemente la contagiosa locura?
—Si, eso es, esa cosa que pareció disminuir en un inicio pero ahora sigue firme se mantiene firme bloqueándome — se dejó llevar por las emociones, eso lo avergonzó, hablar de tal forma con un demente. ¿Quizás estoy perdiendo el juicio también? ¡No! ¡Soy un aventurero! ¡Soy capaz de salir de aquí!
—No te sientas mal, yo era parte de una armada o eso creo recordar, me aferró a ello, pero siento que perdí algo de mayor importancia — su voz adquirió un halo de sensatez, la cordura estaba allí delante del hombre, reluciente entre lo podrido del extraño, aquello le quitó las palabras de la boca.
—¿Veo esperanza? ¿O solo quiero verlo? Puedo estar cayendo en un terrible error, pero.. — el aventurero se reusaba a ignorar ese instante de cordura, necesitaba creer o podría perderse como el otro.
—Seguramente ya lo sabes, pero esto que comimos es veneno — dicha revelación exaltó al aventurero, pese a ello el otro siguió hablando con calma — pero todo aquí es venenoso, todo lo que consumes es la mazmorra misma y ella es corrupción. — el individuo miro el miedo existente en los ojos de su invitado, dándole serenidad al saber que efectivamente era real, pero sentía pena por aquella desdichada alma — no temas, la corrupción no sucede a esa poca ingesta de veneno, solo pasará hasta un prolongado tiempo con esa cantidad.
—¿Tu también viniste a saquear está tumba? — le miro con cuidado, sin identificar algún arma — ¿O alguien te rapto? — Alastor no podía imaginar a ese tipo como alguna clase de aventurero, menos aún como algún hombre con experiencia tan intensiva.
—Yo.. — el otro hombre pareció perderse por un momento en sus memorias, algo inquietante para el guerrero quien pensó su situación debía ser la misma, su memoria debía ser tomada por ese extraño manto blanco, para su sorpresa si hubo respuesta — estaba en una búsqueda, era importante, sumamente importante.
—Quizás tu mente se despeje luego de una caminata, quiero pensar que quieres salir de aquí — le invito a acompañarlo, deseaba pensar que si tenía con quién conversar quizás no acabaría así — al igual que yo.
—¿Una salida? Si, si, deseo ver otro paisaje — su voz estaba cargada de entusiasmo, incluso sus ojos adquirieron un ápice de felicidad, ignorando su esfuerzo previo — si permíteme acompañarte.
—Claro, toma una antorcha y vamos — le señaló uno de los diferentes caminos existentes en la recámara — ¿Qué camino usaste? No me gustaría ir por un sendero sin futuro.
Luego de que el otro se rascara la cabeza señaló su camino previo, así iniciando su viaje por la mazmorra de Hill’s Mortem, un sitio que auguraba pesares, sufrimiento y locura a quienes se arriesgaran a adentrarse en sus entrañas, pero ahora se volvió una carrera contra el tiempo ante la información recibida.
—Búsqueda. Una búsqueda importante. Búsqueda. Era importante. — balbuceaba el otro entre la penumbra, Alastor estaba apenas un paso detrás suyo temiendo una violenta recaída, tenía en su poder un garrote con fuego en la punta, su espada podía romperse si tuviera que lidiar con eso, el otro sin embargo lo saco de sus divagaciones — ¿Tu viniste a saquear? No pareces un saqueador, haces mucho ruido al caminar, me pareces uno de esos tipos que buscan aventuras.
—Si, si, lo soy, buscaba el tesoro para no volver a poner mi vida en riesgo — hablo sin pensar al escuchar una voz segura y bastante consiente de parte de su acompañante, temía perder ese ápice sanidad.
—Fue una pésima idea venir aquí — sin previo aviso su ceño se frunció, sintiendo un intenso dolor en la frente, el cual se extendía, soltó la antorcha y grito, grito de una forma inhumana tumbado en el suelo, el único motivo por el cual no huyó fue por miedo a ser perseguido, de la nada se incorporó señalando al techo — ¡Está aquí! ¡Está aquí! ¡Él vino!
La presencia invisible y su pesada atmósfera los agobio, el escrutinio sin pudor los violento, se trataba de un mirón cuya visión asqueaba a los infortunados receptores de su interés, los denigraba y quebraba sus espíritus. Alastor quien recibía su tercera visita vacío su estómago, el cuerpo le ardía y se retorcía ante el invisible poder, con el rabillo del ojo vio como su compañero se laceraba con sus uñas, las pasaba de un lado a otro de forma aparentemente arbitraria, pero comprendió que dónde miraba este espectador invisible él atacaba abriéndose la piel. La presencia se esfumó dejando a unos hombres exhaustos, tras unos aparentemente eternos cinco minutos, estaban adoloridos de maneras más allá de la física, el pecho del otro subía y bajaba violentamente.
—¿Ese es mi futuro si me mantengo aquí? ¿No existe salvación alguna? ¿O no seré tan fuerte como él? — nuevamente peligrosas preguntas lo inundaban, tentándolo a caer de aquella estructura en la cual se sostenía con uñas y dientes — El es una carga, si lo mantengo conmigo me ahogará a la menor provocación.
Su mente trajo visiones corruptas del otro, una mirada vil estaba en su cara en lugar de su desubicada expresión gracias al miedo infringido quien sabe por cuánto tiempo. Sus manos en esa aparición se retorcían deseosas por tomar su arma.
—Quizás no lo necesite, quizás el nos envenenó, una dosis baja seguramente. ¡Está loco! ¡Quiere volverme loco! — pensaba un despiadado Alastor sin tener pruebas solo el miedo como crédito suficiente.
Su mano se acercó a su espada, sus pies fueron a su encuentro, el otro seguía tendido en el piso aparentemente absorto en la nada, su larga melena con canas estaba esparcida en la tierra, Alastor saco de la vaina el arma con una calma alarmante, sus ojos estaban enmarcados por el deseo de la muerte y paz, dulce paz para él. Los ojos del otro reaccionaron, pero no ante su atacante sino a su martirio, su dolor, en esos ojos pudo verse no como si mismo sino como el otro.
—¡Joder! ¡Estoy perdiendo la razón! — tiro su espada y lloro amargamente junto a su compañero, ambos quedaron dormidos.
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Hill's Mortem: The Dungeon Volumen 1
FantasyEn la época medieval un grupo decide aventurarse a las mazmorras de Hills Mortem, sin saber el terror que habita en su interior. Inicio de la saga Hill's Mortem.