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Después de terminar mi entrenamiento matutino decido tomar un descanso, recostarme y estirar mis brazos y piernas en el frío concreto del templo, una sensación de hormigueo atraviesa mi piel al tener un cambio brusco de temperatura.
El aire sopla débilmente, el crujido de las hojas y ramas chocando entre sí, danzando y balanceándose, las aves cantan en la lejanía, una melodía de la naturaleza, todos los días contemplo la belleza y la paz, un paisaje natural y puro, el cual nadie se atreve a modificar.
Los viejos y robustos árboles, demuestran los años que han proporcionado vida.
Todas estas maravillosas cosas me enseña la naturaleza, la primavera, una de mis estaciones del año favorita, el nacimiento de nuevas flores, el próspero espacio lleno de vida.

Mi vista se dirige hacia arriba, mirando las grandes y voluminosas nubes pasear en el océano azul incansable. Tomando su tiempo, dejándose llevar por el viento.
Estiro mi brazo hacia lo alto, mis músculos se tensan, intentando alcanzar aquel algodón blanco y sentir su textura que se desvanece entre mis dedos.

"Se ven tan libres"

Aún teniendo estás maravillas a la vista, no satisface la necesidad de convivir. "¿Cuántas veces he hablado solo?" Es tan absurdo preguntar eso cuando tengo tantos años dentro de esta isla.

Mi mirada se dirige al enorme mineral, una radiante y poderosa roca, la Master Emerald.
Este gran mineral que me mantiene aquí, el objeto inorgánico que me tiene prisionero en este lugar. Es tan solitario y monótono, que comienza a desesperarme.
Poco a poco esta tranquilidad y silencio me enloquecen. Mis instintos desean destrozar esa esmeralda en miles de pedazos, sin importar la caída de esta isla, sin importar el labor que me asignaron como Guardián.
Pero aunque tenga estos impulsos, nunca me atreveré hacerlo, una voz en mi cabeza me lo impide, bloquea mis acciones y controla mi razón.

"¿Será la esmeralda?" reí al pensar eso, es imposible a que una roca hable, simplemente estoy perdiendo la cabeza, y esa siempre será mi respuesta.

Dejo escapar un suspiro angustiado, aunque exija terminar con esto, nada me dara la libertad que busco, nadie me liberará de esta prisión. En muchas ocasiones los sueños fueron mi escape momentáneo, y creo que por eso aún mantengo la cordura. Las escenas de ver un mundo nuevo, lejos de aquí. He halagado una libertad artificial. Pero no soy ajeno en conocer ese mundo nuevo, aquél erizo azul, egocéntrico, lleno de entusiasmo entró a mi vida, y me dió una oportunidad de ver más allá, conocer gente nueva, tan diferente a mí, pero aquél momento de libertad se destroza cuando tengo que regresar al cuidado de la esmeralda, aislado de todo nuevamente.

La necesidad de caminar me invade, me levanto del suelo y comienzo una caminata lenta, observando el panorama, no puedo despreciar esta belleza, un lugar lleno de vida y color. Mi concentración vuelve en el camino, buscando alimento fresco, en esta época todo tipo de fruta, flores y hierbas próspera con abundancia.
Recolectando cada tipo de fruta para alimentarme y recuperar las energías que perdí en el entrenamiento. Pero mientras realizaba tal acción mi atención fue capturada por un grupo de setas, un tipo que nunca e visto, conozco cada cosa que se encuentra en la isla como la palma de mi mano, sé donde brota cada fruta, donde cada animal tiene se refugio. Y en todo este tiempo, dentro de esta zona, nunca había visto este tipo de seta de brillante color anaranjado. Tomo una rama de la seta y la coloco dentro del cesto donde guardo los demás frutos, tengo tiempo para investigar sobre esta especie de hongo y que puede proporcionarme.

Finalmente tengo todo listo, suficientes suministros para hoy, regreso al templo, observando a lo lejos la Master Emerald en el lugar de siempre. No me toma mucho tiempo juntar alimento cuando se encuentra en cada esquina de la isla.

Al subir las escaleras, me posiciono para sentarme en el último escalón de arriba, colocando a un lado mío la cesta de frutas y verduras, me relajo mirando el horizonte, aún es temprano, el sol sigue en la cima, radiante. Agarro una fruta para consumirla, en la primera mordida, el jugo de la frutilla invade todas mis papilas gustativas, apreciando su sabor dulce y fresco.

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