Un nuevo día se asoma por las fronteras de un pueblito ubicado en colorado, conocido como «South Park». Las aves cantan las plantas florecen y una nueva familia se encuentra mudándose allí. Un camión de mudanza está enfrente de una casa de color rojo, bajando cajas y muebles y llevándolos dentro del edificio; por otro lado, dos adultos estaban desplazando las cajas hacia distintas partes de la casa, sacando objetos y acomodandolos. Cuando se volvieron a reencontrar en la sala, comenzaron una breve conversación.
—Bueno creo que ya está todo.
—Lo logramos, cariño, ¡nos hemos mudado!— Celebró la mujer mientras abrazaba y besaba a su pareja orgullosos de su nuevo logro.
—Es un nuevo comienzo para nosotros. ¡Por fín las cosas van a ir bien!
—¿De verdad crees que todo será mejor para... él?— Preguntó mientras hacía un movimiento de ojos que señalaban hacia arriba haciendo referencia a una tercera persona: su hijo.
—No lo buscarán aquí. Bastará con asegurarnos de que no llame la atención. Vamos a ver que tal le vá.
Dicho esto ambos adultos fueron hacia el segundo piso en busca de revisar el estado de su hijo, el cual no se presentó ante ellos desde que bajó del auto. Una vez enfrente de la puerta, dudaron unos segundos antes de tocar pero igual lo hicieron. Sin obtener una afirmación del otro lado entraron a la habitación.
—¿Cielito? Cariño, ¿estás vestido?
—Eh, campeón. ¡¿Qué te parece tu nuevo cuarto?!
El chico de no más de 10 años solo los miró indiferentemente, rechazando la idea de contestar a las preguntas que formulaban sus padres.
—Mira, sé que este es un gran cambio para todos, pero... Hijo, ¿RECUERDAS por qué nos mudamos a este tranquilo pueblecito de montaña?
Ante esa pregunta el chico sin decir nada tocó un poco su oreja izquierda, como señalando la razón del porque su mudanza.
—Además de esa razón cielito, ¿recuerdas la otra?
El pelinegro los miro con duda en sus ojos, moviendo despacio su cabeza, indicando que no entendía a lo que se refería su madre.
—No lo recuerda.
—No recuerda nada...
—Eso está bien. Está bien que no recuerde.
—Esto, cielito, queremos que te lo pases genial aquí. ¿Por qué no vas a dar una vuelta y haces amigos?
—Eso, sal a la calle y JUEGA. Como... Como los niños normales— Él desvió la mirada, luego de escuchar esa palabra que tanto aborrecía en su interior... normal.
—Te hemos dejado algo de dinero en la encimera, cielito. Vuelve... antes de que oscurezca, ¿eh?
—Sí, nosotros también te queremos.
Señaló al ver que su hijo no respondía nada como siempre.
Ambos adultos abandonaron la habitación de su hijo, este comenzó a analizar lo que sería ahora su nuevo cuarto. No había muchas cosas ordenadas, tenía su cama para poder dormir y descansar hasta terminar su mudanza, si no hubiera tenido que dormir el suelo sobre unas mantas algo nada apetecible con el clima frío que hacía en el pueblo. Había guardado parte de su ropa en el armario que ofrecía el lugar junto con una mochila, de ahí extrajo dinero que había guardado anteriormente. En las paredes ya habían algunos posters que pegó recientemente, de anime como buen otaku que es, de algunas bandas que le gustaba y de algunas series; incluso había cuadros que dibujó y pintó él. Una vez revisó todo, agarra su gran campera, que casi llegaba al suelo y un sombrero donde trató de ocultar sus orejas. Vestido de camisa a cuadros de manga larga, jeans negros, zapatillas del mismo color, una bufanda de color rojo oscuro que tenía vida propia... algo raro pero cotidiano según él. Salió de la habitación y se puso a explorar los demás cuartos, a su lado estaba el cuarto de sus padres pero cerrado; revisó el baño pero no había nada importante, así que decidió bajar a la planta baja. Revisó el comedor, pero lo único interesante que había era su padre mirando el canal de noticias, el cual estaba anunciando el clima de la semana. Fue a la cocina en busca de comida, el camino le dejó con hambre, en ella estaba su madre guardando cosas en la alacena; le pidió algo de comer señalando su boca.
—Cielito, todavía no tenemos comida en la heladera, agarra la plata que hay encima de la mesa y sal a comprar algo para ti. A la tarde iré con tu padre a comprar cosas.
El chico asintió ante la idea de su madre y agarró el dinero. Salió de la cocina y se encontró con su padre mirándolo con una mueca de enojo.
—El que salgas no fue una petición, fue una ORDEN.
Y lo sacó de la casa, cerrándole la puerta en su cara. El chico con el ceño fruncido solo pudo bufar en protesta. Bajo los escalones y trato de ir a la derecha de la vereda pero se encontró con un cartel que le obstaculizaba su paso, con duda por el cartel, se fué al lado contrario. A la siguiente casa, mas bien al frente de ella, habían dos personas peleando, ambos vestidos con ropa medieval, sólo que uno de ellos se parecía a un elfo. Nuestro protagonista se sorprendió por eso y trato de ir hacia ellos, hasta que escuchó la conversación.
—¡Te mataré con mi martillo, elfo oscuro!
—Eso me temo que es incorrecto.
—¿Ah?
—¡Te he desterrado del reino del bosque y no te puedes defender!
—¡OH NO! ¡SOCORRO, NECESITO AYUDAA!
Ante es pedido dudó un segundo a quien ayudar, pero tomó rápidamente la decisión antes de que pasase algo grave.
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Humanos & Elfos ||South Park x Male!Reader||
FanfictionPara más información, el Rey Mago y el Rey de los Elfos Oscuros os podrán guiar a este reino, South Park; aunque ahora ambos están ocupados por la venida del elegido así que, en vez de esperar, deberán leer en honor a la Vara de la Verdad.