Capítulo 7

27 4 3
                                    




Creí por un momento que aquel tan confuso y tenso momento en el teleférico causaría incomodidad en lo que continúa de nuestro día, afortunadamente no ha sido así hasta el momento. Al contrario, salimos del lugar en dirección a buscar algún lugar para almorzar y su mano volvió a buscar la mía, entregándome calidez y electricidad.

La verdad es que no planeaba llevarlo a comer a ningún lugar muy especial, mi plan era simple, McDonald's. Busqué el local más cercano, de esa forma no perderíamos mucho tiempo y lo podría llevar a dar una extensa caminata por la ciudad, solo con el fin de contemplar lo que muchas veces por la prisa, pasamos desapercibido.

No fue mucho lo que tuvimos que caminar, la verdad es que estaba convencida de que en esta ciudad hay más locales de estos de los que eran realmente necesarios. Nos encontrábamos en la entrada del local, cuando la presión ejercida en mi mano por parte de Daniel aumentó, deteniéndonos en ese mismo instante. Voltee a verlo con curiosidad.

―Debí haber dicho esto antes, pero no como carne ―mencionó con incomodidad―. La verdad nada que provenga de algún animal.

Era una tarea difícil invitarlo a comer con esas condiciones, en realidad no tenía idea de ningún lugar donde no sirvieran carnes o productos derivados de animales, mis salidas siempre eran junto a Nicolás y mi tío, ambos unos completos carnívoros y me incluyo.

―Tranquilo, podemos buscar algún lugar —dije, no iba a arruinar el día por un trozo de carne.

El asintió y sonrió.

Continuamos caminando por la ciudad intentando buscar algún lugar apto, luego de unos cuantos minutos logramos dar con un pequeño local de comida mexicana que contenía afortunadamente opciones aptas para él. Por el contrario, yo pedí un taco que contenía carne y queso, quizás en algún momento intente compatibilizar con su alimentación, pero este no era el día.

Comimos en silencio por un buen rato, al parecer ambos estábamos hambrientos, pues el único sonido emitido entre nosotros era ante el disfrute de lo que estábamos consumiendo. Terminamos nuestros platos y luego de un rato de un intercambio muy sutil de palabras nos retiramos para continuar con nuestro paseo.

Mi intención era regresar cerca donde ambos vivíamos caminando por un bello bandejón central en el cual puedes sentarte a descansar, conversar o pasear en bicicleta, además cerca de ese lugar existe un barrio muy bello y artístico. El único problema es que prácticamente queda junto al lugar donde iniciamos la cita, por lo que para llegar hay que caminar por un buen rato. Aunque parecía un problema menor cuando la conversación entre los dos fluía con tanta naturalidad. Me gustaba conocerlo, era una persona muy autentica y llena de conocimientos.

―A los trece años fue la primera vez que me escabullí por la ventana de mi dormitorio para hacer una travesura ―por alguna razón habíamos llegado a aquel tema de conversación, compartiendo las grandes maldades de nuestras vidas ―, deseaba mucho ir a mi primera fiesta, algo muy de niños debo decir, era el cumpleaños de la chica que me gustaba y mi madre me había prohibido salir pues había fallado en mi última evaluación de matemáticas. De todas formas la madre de la chica llamó a la mía a penas me vio y mi acto de rebeldía acabo apenas había iniciado ―reí a penas termino de contar su historia, llevaba una fachada de niño bueno muy marcada, la verdad es que no me lo imaginaba así, menos a tan corta edad ―¿Qué hay de ti? ¿Cuál ha sido tu primer acto de maldad?

―Bueno, sin contar el hecho de que quise quedarme con el balón de Nicolás cuando ni siquiera lo conocía ―introduje, recordando la anécdota de como conocí a mii mejor amigo. Historia que él ya conocía ―. La primera vez que me rebelé contra el mundo fue a los quince. Nicolás había logrado robar unas botellas de cerveza a su padre y con suma cautela las escabullo hasta mi cuarto, en ese entonces éramos vecinos y nos resultaba muy sencillo transitar de una casa a la otra. Éramos muy jóvenes y con una tolerancia mínima al alcohol, por lo que a los pocos minutos nos embriagamos vergonzosamente, mi madre no nos descubrió esa noche, pero fuimos poco cuidadosos dejamos las botellas a la vista, solo le bastó entrar a mi cuarto para verlas. Nos castigaron una semana a ambos.

Hasta que se nos acabe el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora